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Índice
* Percepciones Antárticas por Iberia.
* Ruta en bici por la Sierra de Cazorla.
El Desierto de Tabernas
Datos de Interés:
Lugar: Desierto de Tabernas, Almería. España.
Época de realización: cualquier época es buena, pero en verano tomar precaución con la deshidratación, ya que es casi imposible encontrar agua.
Recorrido: Tabernas, Rambla de Tabernas, Arroyo de Verdelecho y vuelta.
Tiempo empleado: un total de seis horas de ida y vuelta, con diferentes paradas y momentos de observación largos.
Material necesario: el tradicional para realizar un marcha por el campo, incluyendo botas altas para evitar picaduras de algún arácnido y al menos tres litros de agua. Si la intención es pernoctar habrá que transportar una pequeña tienda, velas, frontales e infernillo.
Introducción:
En la provincia de Almería, España, se encuentra el único desierto de Europa, un desierto muy similar al de Arizona en Norteamérica. Tiene una gran extensión, 280 km cuadrados, y está protegido como Paraje Natural, aunque existen movimientos populares que reivindican la declaración de Parque Nacional junto con los karst y yesos de Sorbas.
Se encuentra situado entre las sierras de Alhamilla, los Filabres, Gádor, Sierra Nevada y el mar Mediterráneo. Como en todos estos tipos parajes sus precipitaciones medias anuales son muy pobres, 243 mm, las horas de insolación muy altas, 3000 h, convirtiendo a este lugar en una referencia para el estudio del cambio climático en Europa y en un espacio exclusivo, donde aparecen signos no solo geológicos sino también paisajísticos, vegetacionales y faunísticos que conforman un entorno especial para el conocimiento de la adaptación de la naturaleza al medio.
Relato:
No podía dejar pasar esta oportunidad. Hacía tiempo que tenía en mente realizar una travesía por el desierto, pero para llevar a cabo esta experiencia debía trasladarme a zonas lejanas, lo que en mi caso era casi imposible. Cerca tenía el exclusivo desierto de Tabernas y su fácil accesibilidad, que junto con la posibilidad de utilizar unos días de vacaciones hicieron que esta pequeña aventura se llevara a cabo, de nuevo podría experimentar una vivencia solitaria con la madre naturaleza.
Voy muy bien equipado, aunque el peso de la mochila me estremece y me deja algo cabizbajo pensando en otras épocas campestres. Desde la población de Tabernas accedo a la Rambla de su nombre por la coqueta plaza de toros, dejándome caer hasta el valle. Allí me sorprende la vegetación, ya que el pequeño arroyo, que en esta época invernal me acompañará durante gran parte de trayecto, ha conseguido que multitud de arbustos y matorrales invadan la rambla, alejándose la tópica impresión de un desierto árido.
Entre palmeras, cañaveras y tarajes dejo hacia el norte un antiguo acueducto de piedra y sigo en dirección opuesta bajando paulatinamente la depresión. A gran altura me sobrepasan una bandada de grajillas que empiezan a recordarme en el lugar que estoy, un córvido como este, con su chillar despampanante, se asemeja a la imagen tradicional de una estepa rodeada de grandes cortados arenosos. Después de un corto trayecto encuentro el primer cruce de caminos, siempre entre ramblas.
Hacia el noreste la gran senda rodea la sierra de Alhamilla, mientras que hacia el suroeste nos vamos adentrando cada vez más en el auténtico desierto. Sigo esta última dirección, y cruzando por debajo del puente que lleva a la población de salida de la ruta, mantengo la bajada húmeda y forrada de tarajes de mil tonalidades ocres. Me sorprende el sonido cacofónico de varias ranas cerca de mí, lo que hace que me aproxime al conjunto de matorrales que tapan una hermosa charca, totalmente trasparente y onduleante por el chapuzón reciente de los anfibios al detectar mi amenazadora presencia.
El paseo es muy grato, además la temperatura es tremendamente acogedora, lo que hace que el peso de la mochila pase casi desapercibido. Voy descendiendo y observando la cantidad de avecillas que merodean el lugar, algunas saltan de unos arbolillos a otros, las más atrevidas me acechan sin apartar la vista ni un instante, hasta que intento tomar una instantánea de ellas y, flash, desaparecen como dando a entender que para captar sus imágenes, tendré que pagar un precio algo más caro del que imagino. Currucas, mosquiteros y mirlos hacen del camino una sintonía melódica, que junto con la soledad del viandante se convierte en un momento idílico para un naturalista.
Surge un nuevo cruce de caminos, en esta ocasión un derruido cortijo nos recuerda que en otro momento estos lugares tuvieron también su auge demográfico, aquí plantaron, sembraron, recolectaron, vieron crecer a sus hijos, en definitiva lucharon con el medio para poder sobrevivir en el espacio de la tierra que les había tocado habitar. Al subir al ruinoso cortijo, descubro una gran oquedad que pudo haber sido un hermoso horno, hecho de barro y piedra, pero de un tamaño más amplio de lo habitual. Allí echo un vistazo a mi alrededor, observo como se abre la rambla y como el camino que asciende parece volver hacia el pueblo de Tabernas, por lo que decido avanzar de nuevo hacia el sur.
Cada vez se amplía más el valle, en algunos momentos el agua del inicio de la ruta se pierde, aunque el olor delata la proximidad de nuevas correntías. Asoman grandes acantilados con formas escultóricas y pequeñas cuevecillas que deben albergar multitud de pájaros como aviones roqueros o vencejos reales, aunque la fisonomía del terreno hace del cernícalo, durante el día, y del búho real, durante la noche, los seres más temidos por estas y otras aves y pequeños mamíferos a la hora de corretear por el lugar.
Por momentos la vista se torna borrosa, lo achaco a la cantidad de imágenes desconocidas que intento atrapar, las adelfas, las bufalagas, los matagallos, entremezclados con un sustrato distinto al imaginado en otras zonas campestres, me convierten en una rapaz, y no por la necesidad de caza sino por la posible abertura descomunal de mis ojos hacia tan gratas visiones. En una de esas observaciones detecto una imagen espectacular que me impresiona, se encuentra en uno de los cortados, y me acerco con la intención de disfrutarla de más cerca.
Dejo la mochila abajo y trepo por un arenal que prácticamente se me viene encima, otra de las características del desierto la estoy viviendo en mis propias carnes, al no haber vegetación la erosión es extrema, por lo que decido parar en ese momento. Son areniscas y conglomerados de origen marino, ya que este espacio estuvo inmerso en el mar, y tras la bajada de las aguas hacia el Mediterráneo en épocas lejanas, quedaron formados estos barrancos, cárcavas y torronteras, que por su situación climática y edáfica no pudieron mantener casi ningún tipo de vegetación, dejando estos terrenos a disposición de los agentes externos como las lluvias torrenciales o el fuerte viento que domina el entorno, agravando su espectacular desertización.
Siempre estoy siguiendo la rambla principal, a diestro y siniestro sobresalen barrancos con caracteres parecidos a lo visto hasta ahora, variedad de formas, taludes, hondonadas, pero sobre todo, lo que los hace totalmente similares es las soledad y la sinfonía del aire, mezclada con los susurros de las palomas en los cortados y el trinar nervioso de jilgueros y verdecillos en la ribera del valle. Al llegar cerca de uno de esos barrancos me sorprenden de nuevo sus formas, decido descargarme y penetrar hacia él esperando diferentes fotogramas, y así ocurre, posiblemente una paloma zurita en uno de sus vuelos ha sido sorprendida por un cernícalo, siendo cazada irremisiblemente.
Allí se encontraban sus restos, y yo, trepando por los trancos del angosto barranco me la encontré dispersa por el arenal.
Todo sigue igual, recojo mis enseres y un poco más abajo asciendo a cerca de una de las figuras más impresionantes del lugar, parecen hongos en las cúspides de los cortados, al llegar encuentro una meseta que me da una idea bastante clara y general del desierto, éste es un conjunto de ramblas de distintos tamaños, rodeadas por bad lands o tierras muertas, en las que la erosión las hace muy frágiles y donde los seres vivos se reparten en las riberas de las ramblas y algunos más sacrificados se adhieren a estas tierras, como son los espartos o las escobillas.
El paisaje ha debido modelarlo alguien especial, siguiendo el camino descubro otros dos cortijos derruidos también, estos han debido de ser de gran magnitud porque aún siguen en pie parte de los mismos, teniendo diversas dependencias, lo que delata que allí hubo un vida de labor importante.
El valle se vuelve a abrir, llego a un nueva bifurcación en donde se aprecia a lo lejos la vía y el puente que cruza hacia las carreteras principales de Almería. Éste es el arroyo de Verdelecho, es el momento de cambiar de orientación y ascender este otro valle ancho y seco, que entre paredes de más de cien metros de altura en vertical sigo en dirección noroeste. Debido a las últimas lluvias, el piso está marcado por el barro seco, y en él brotan diversas huellas de avecillas, zorros y conejos o liebres.
Es la hora de tomar un descanso y aportarle energía al sorprendido cuerpo, en uno de los pequeños saltos pétreos del valle decido abrir el mantel y degustar el manjar preparado, siempre es un manjar comer en plena naturaleza.
En mis experiencias en solitario por bosques y montañas las sensaciones de aislamiento no habían proliferado tanto como en este ambiente, aquí el eco de los sonidos es mucho mayor y todo se escucha más. Ya estoy de nuevo en marcha y empiezo a buscar un lugar propicio para acampar, mis pensamientos tienen en estos momentos éste como principal objetivo, ya que sobre las seis de la tarde la luz será muy escasa, y antes debo haber encontrado un asentamiento.
Esta subida se empieza a hacer monótona, llego hasta un nuevo cruce de caminos, decido ir hacia la derecha, ascendiendo una pequeña rambla que entre diversos meandros me lleva a un pequeño oasis cargado de tomillos, bufalagas, adelfas, matagallos y retamas. Éste será el lugar adecuado para descansar esta noche.
Una vez montado el campamento me voy sólo con la cámara y el machete, después de un corto recorrido subo de nuevo a las mesetas y disfruto de una panorámica especial, a o lejos se observan los “poblados antiguos del Oeste Americano”, el terreno está plagado de cárcavas, de entrantes y salientes, donde conejos y liebres realizan una y más correrías. La vegetación en estas alturas sigue siendo típicamente árida, las chumberas y pitas marcan su territorio, observo desde arriba donde está enclavado mi campamento, la imagen es original, el meandro plagado de vegetación, todo el alrededor sin vida, de un color gris aclarado, todos los pequeños montículos terminados en cúspide, erosionados y erosionables, paredes de arenisca casi verticales..., en definitiva un cuadro difícil de imaginar si no lo vives in situ.
La luz empieza a escasear y decido volver a mi morada, en la bajada por el ramblizo recuerdo el voleteo de uno de los endemismos de este paraje, el camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus). Esta avecilla que sólo vive en este desierto en Europa, además de en las Canarias, en el este de Pakistán y en los desiertos de Arabia y el Sahara, necesita terrenos áridos, rocosos y abruptos, con poca vegetación, aunque como es natural deben tener algún punto de agua no muy lejano a su hábitat.
La noche se ha cerrado, empiezo a notar una de las peculiaridades de estos entornos, la temperatura comienza a bajar y me dispongo a organizar la tienda. Previendo las excesivas horas nocturnas que me esperaban, he traído un libro para entretenerme, me introduzco en el saco y pronto me tengo que tapar por completo. Sentado en la puerta y con el infernillo encendido me regocijo con el paso de algún que otro murciélago, la luna se encuentra en cuarto menguante, y la mente me lleva hacia algunos seres que podrían deambular por aquí, y que en un descuido sin mala intención, se defenderían produciéndome algún daño difícil de reparar en esta lejanía.
Son las culebras de escalera o herradura, los ciempiés o los mismos alacranes, que al tener un mayor trasiego nocturno, la suerte les podría llevar hasta mí, lo que realmente no ocurriría.
La cena ha estado correcta, me tumbo para leer otro rato, la tienda está herméticamente cerrada y el sonido exterior no existe. Son las ocho de la tarde noche, debo intentar dormir, apago las velas, la linterna y el infernillo, cierro los ojos...
Me he sobresaltado, no se que hora será pero fuera de la tienda hay trasiego y seguro que no es de gente. Agudizo el oído y presiento pisadas fuertes, algún mamífero está olfateando cerca de mi cabeza, me incorporo y asusto al posible predador. Mi intuición me hace pensar que ha podido ser un zorro, que en su paseo cazador ha detectado un olor desagradable para él, y al mover la tienda habrá “salido por patas”, pensando que allí se encontraría el ser más perjudicial para su conservación.
Había acertado, aunque mi presencia no supondría ningún riesgo para él, su espíritu de supervivencia lo tendría ya muy lejos de aquella estancia.
El amanecer me saca del recinto, ha sido una noche entretenida, pensando, moviendo mis huesos de aquí para allá, durmiendo también, pero por fin ya puedo salir. El frío ha sido muy intenso, lo imaginaba, pero después de haber estado durante todo el día a unos 15º, no creía que podría alcanzar los 2º bajo cero vividos. Al aflorar de la tienda padezco la humedad que toda la noche he sentido sobre mí, el haber instalado el campamento en un pequeño oasis de vegetación, ha producido un exceso de rocío que ha encharcado literalmente todo el espacio.
Una vez recogido todo sólo me queda volver por el camino andado el día anterior, aprovechando otras horas de luz y otras imágenes que seguro me sorprenderán. Al paso por las ramblas detecto abubillas y cogujadas en parejas. Las liebres se cruzan de una ribera a otra, marcando con sus huellas el barro rociero. En una pequeña explanada cuajada de florecillas de varios colores, me percato de una de las plantas endémicas y únicas de este maravilloso espacio, es la crucífera Euzomodendrom bourgaeanum. Es un vegetal con pétalos en cruz, de un color amarillo apagado, y al cual no se le conoce ningún pariente cercano.
¿Creéis que ha merecido la pena la aventura?, pienso que sí, estos descubrimientos hacen de este cariño por la naturaleza algo difícil de explicar, pero que sin duda nos vuelve a introducir en la misma aún con mayor fervor.
Este Paraje Natural Protegido merece ser visitado por vosotros los amantes del campo, respetándolo como el más valioso de los entornos, y sobre todo, aunque no lo sea, sí mimándolo, porque es el más delicado de ellos.
Percepciones Antárticas en Iberia
Lugar: Parque Nacional de Sierra Nevada. España.
Época de realización: Invierno.
Recorrido: Güejar Sierra - Barranco de San Juan - Vereda de la Estrella - Prados de Vacares.
Material imprescindible: todo aquel necesario para reisitir muy bajas temperaturas, tiendas y sacos especializados.
Relato:
Sí, Iberia, la península donde medio mundo pasa al menos una vez sus vacaciones, el lugar que atrae por sus temperaturas tan benignas, sí, ese espacio de la Tierra rodeado por varios mares y que por suerte es donde vivimos los españoles. En este paraíso cuya latitud es relativamente cercana al Ecuador, se encuentra una de las mayores diversidades de climas conocidos, que lo hacen a su vez un lugar idóneo para pasar a experimentar temperaturas de 25ºC a cero metros de altitud, a sufrir -10ºC a tres mil metros de altura, en poco más de una hora en vehículo.
Estábamos preparando la expedición al Kilimanjaro cuando surgió la idea de conocer nuestras sensaciones durante varios días a temperaturas extremas. Podíamos habernos desplazado a diferentes lugares de nuestro país, Picos de Europa, Gredos, Pirineos, pero somos granadinos y estamos en el mes de febrero, será más factible acercarse a nuestra Sierra, a la sierra cuyo nombre nos incita hacia lo gélido, hacia la experiencia que queremos vivir, hacia las nieves que no hace mucho tiempo fueron las nieves perpetuas de Sierra Nevada.
Hemos dejado el vehículo en las inmediaciones del Barranco de San Juan. Iniciamos la subida desde dicho barranco hacia la Vereda de la Estrella, el fuerte agitar del agua llegando al río Genil nos acompaña hasta coger la altura que manda el sendero. El ascenso es muy paulatino, tenemos el río a nuestra izquierda y van surgiendo algunos barrancos que descienden de la Dehesa de San Juan.
Estamos en el mes de febrero por lo que el frío en las umbrías se deja notar, los castaños están desnudos y algún que otro madroño empieza a engrosar sus frutos aún verdes. Encontramos dos barrancos casi seguidos, son el de la Loma del Muerto y el de Cabañas Viejas. Nos detenemos por el cristalizar del suelo, decidimos adosarnos los crampones, ya que el hielo está duro y muy resbaladizo, pudiendo provocar una caída que sería fatal hacia el río que se encuentra a unos cien metros de desnivel.
Una vez cruzados ambos arroyos volvemos a desprendernos de los afilados utensilios, el camino es más llevadero sin el crujir férreo de los mismos. El río gira hacia el norte, y la vereda también, es el momento de dejar el camino principal y bajar unos trescientos metros hasta llegar al refugio de Vadillo. Aquí la panorámica del Genil es atrayente, la mayoría de los árboles y arbustos de sus bosques de ribera están sin hojas, el correr del agua estremece nuestros oídos, así que nos aposentamos en el Puente de los Burros que cruza el río y nos tomamos el primer tentempié. Llevamos una hora y cuarto de caminata, pero a partir de aquí será lo más sacrificado, así que a comer.
Debemos partir de nuevo, estamos en plena estación invernal y las horas de sol son muy necesarias para soportar las bajas temperaturas que nos esperan. Iniciamos la fatigosa subida de la Cuesta de los Presidiarios, a la cual le viene su nombre de otras épocas cuando los condenados a galeras eran conducidos por esta ruta desde Granada al puerto de Almería, cruzando toda Sierra Nevada. Pero nosotros no estamos condenados, aunque si queremos llegar habrá que subirla. Vadeamos algunas umbrías heladas, asoman de improviso las dos grandes moles de esta serranía, la Alcazaba y el Mulhacén. Están completamente blancas, el sol las engrandece aún más, y entre la arboleda del sendero nos van guiando hacia sus estribaciones.
Ya estamos arriba, el sendero queda atrás, pasamos por el Cortijo del Peñoncillo y bajamos un poco para tomar aliento en el que en otro momento fue uno de los refugios más espectaculares y grandiosos de la sierra, el refugio de la Cucaracha. Ha pasado otra hora y cuarto desde Vadillo, ahora nos sentamos en el tranco de la puerta y observamos los cedros centenarios cargados de piñas, cuyas ramas se bambolean, recordándonos que más arriba posiblemente el aire se hará sentir con frialdad.
Proseguimos la ruta, volvemos sobre nuestros pasos para iniciar el sendero de la Loma del Calvario, desde los dos mil metros del refugio deberemos salvar un fuerte desnivel hasta encontrar la nieve. Esto, sin embargo, ocurre antes de lo esperado, la espesa nieve pronto nos hace colocarnos las polainas, ascendemos orientándonos por las rocas que sobresalen. Al fondo, arriba, aparecen a lo lejos la Cuneta de Vacares, al este el Pico del Cuervo y La Atalaya, y al oeste el Puntal de Vacares, La Alcazaba y el Mulhacén. Todas estas cumbres alcanzan con creces los tres mil metros de altura, le dan al paisaje un singular y bellísimo aspecto, no es de extrañar que el montañero jamás deje esta apasionante y enriquecedora tarea de patear una y otra vez los serpenteantes senderos de nuestro planeta.
A unas dos horas de camino encontramos el lugar ideal para acampar. Estamos a dos mil trescientos metros de altitud, y el Sol está bajando. Antes de notar el excesivo frío organizamos el diminuto campamento, rodeamos de nieve los faldones de la tienda y lo introducimos todo en ella. Vamos a disfrutar de la montaña pero sin peso y con nieve profunda.
Sólo nos acompañan los piolet y crampones, volvemos a subir por los Prados de Vacares hasta llegar a los dos mil novecientos metros aproximadamente, tenemos a tiro de piedra el Pico del Cuervo, pero no nos fiamos y después de deleitarnos con todos los cortantes tresmiles al atardecer, descendemos hasta el campamento.
El Sol empieza a ponerse, las imágenes se quedan grabadas en nuestras retinas, la magia aumenta conforme se pone el astro.
Somos unos privilegiados, ya de noche damos un pequeño paseo por la vaguada, el frío nos somete, así que nos adentramos en el refugio de lona, abrimos nuestras horteras, empinamos la bota y charlamos sobre la gratificación después del esfuerzo. ¿No es cierto que en la vida siempre es así?, primero el esfuerzo, después la felicidad. O, siempre debería ser así.
… La noche ha sido gélida, el cielo estrellado ha permitido que la temperatura baje hasta los menos 18 grados. Hemos resistido, pero algún día nuestros huesos hablarán.
Ruta Integral en Bici de Montaña por el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas
Prólogo
El Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas es uno de los parajes más espectaculares que nos podemos encontrar en la Península Ibérica. Situado en la provincia de Jaén, está rodeado por infinidad de pueblos que hacen de éste el más extenso de los parques españoles. Está considerado como el pulmón de Andalucía, ya que engloba la mayor cantidad de bosques de esta comunidad, y a su vez es donde se inicia el río más emblemático de la misma, el Guadalquivir.
A pesar de ser una de las zonas naturales más visitadas por el turismo, posee lugares donde prácticamente no ha posado su pie el hombre, lo que lo hace más atractivo para aquellos que amamos la naturaleza intacta, virgen. A este parque natural pertenecen una gran variedad de endemismos, sobre todo a nivel de vegetación, aunque también la fauna tiene su representante endémico, la Lagartija de Valverde. Si nos damos un paseo por el parque, prestando mucha atención y en silencio, no tardarán en aparecer las ardillas saltando de árbol en árbol, los ciervos y gamos pastando por los bosques y, si es una hora crepuscular, el jabalí, el inquieto y pícaro zorro y la escurridiza gineta, harán de nuestro paseo una gozada digna de todo naturalista, y sin duda, una experiencia que nos hará volver a estos lugares para seguir aprendiendo de ellos.
La infinidad de arroyos, fuentes, lagunas y ríos, en colaboración con la diversidad de árboles y arbustos como el quejigo, pino silvestre, o el madroño, conseguirán deleitarnos con su melodía a la hora de descansar durante la calurosa tarde o la refrescante y misteriosa noche.
La ruta
El atractivo es insuperable, este entorno natural nos brinda su grandiosidad para adentrarnos en él. El deporte de aventura en la naturaleza tiene aquí su máximo esplendor, nosotros, los que intentamos educar a las generaciones venideras para proteger y conservar toda esta “necesaria belleza”, debemos interiorizar y vivir in situ la variedad de experiencias que nos regala cualquier rincón natural de la península Ibérica.
A continuación vamos a describir los aspectos más significativos de esta ruta en bicicleta de montaña:
El inicio de la travesía es en una de las poblaciones más desconocidas y bellas de la provincia de Granada, Puebla de Don Fadrique. Hemos elegido este lugar porque es una de las puertas de entrada a Jaén, y a su vez al “Parque de Cazorla”. Nos dirigimos hacia la carretera del Puerto del Pinar hasta llegar a Santiago de la Espada, primera población del Parque. Proseguimos el viaje pasando por Pontones, iniciando a la salida del pueblo la subida a un puerto que pondrá de manifiesto nuestras carencias o nuestras virtudes a nivel de condición física. Una vez pasado el puerto bajamos hasta atravesar Hornos, siguiendo la bajada, para encontrarnos con el valle del Guadalquivir. A pocos kilómetros llegamos al puente que atraviesa el pantano del Tranco de Beas, donde nos pararán en el control del Parque y nos harán algunas preguntas de rigor. El recorrido hasta la Torre del Vinagre es prácticamente llano y plagado de sombras frescas y fuentes que nos harán el camino más agradable a la vista.
Después de haber pasado varios campamentos juveniles y campings privados, llegamos al centro de interpretación, llamado también Torre del Vinagre, donde podremos observar y aprender todo aquello que represente a la naturaleza del Parque. También existe un jardín botánico y un museo de caza donde nos podemos hacer una idea real de la flora y la fauna de este maravilloso entorno natural.
Ahora nos desviamos hacia el río, atravesándolo por el puente de los mil ojos, adentrándonos en dirección al río Borosa, donde nos encontraremos el museo de pesca y la piscifactoría. Llegamos a la pista forestal que nos conduce, siguiendo la ribera del río, hasta la Cerrada de Elías, una de las zonas más espectaculares del viaje, donde nos podremos bañar en las aguas cristalinas del río, repostando líquido en alguna de sus numerosas fuentes.
Seguimos subiendo, cruzando el río en varias ocasiones, hasta pasar la central eléctrica, y subir una pendiente de pedrera bajados de la bici hasta el túnel de la acequia, por donde atravesamos la montaña pegados al lateral de la misma hasta llegar al embalse de los Órganos. Aquí podremos desviarnos a la izquierda para visitar el nacimiento del río de Aguas Negras.
Volvemos al camino principal, cruzando el embalse por el puente y cogiendo la pista forestal que lo bordea la seguimos hasta pasar por la laguna de Valdeazores, continuando la pista hasta llegar a una carretera asfaltada, la seguiremos siempre a nuestra derecha para llegar a la Cerrada de Utrero, donde podremos observar otro impresionante valle con agua a raudales.
Proseguimos nuestro camino hasta la siguiente bifurcación, donde nos desviamos a la izquierda para llegar al Puente de las Herrerías. Ahora nos espera la más dura de las subidas, ya que, todo por pista forestal en un estado mediocre, ascenderemos hasta muy cerca del Pico Cabañas y descenderemos hasta el desvío hacia Tíscar. En éste nos dirigimos hacia la izquierda para llegar a Pozo Halcón.
Desde esta población cogemos la dirección hacia el Pantano de la Bolera, y al llegar allí nos desviamos a la izquierda para visitar el centro de la naturaleza “El Hornico”, donde podremos disfrutar de las maravillosas vistas y de la hospitalidad de la pareja que regenta dicho centro.
A partir de aquí sólo nos queda dirigirnos hacia Castril, para, en la primera bifurcación que nos encontremos, seguirla hacia la derecha y cruzar Las Almontaras, Benamaurel y finalizar la travesía en Baza.
Etapas
* Primer día: Puebla de Don Fadrique – Campamento Juvenil Huerta Vieja (antes de llegar a Bujaraiza). Recorrido 108 Km.
* Segundo día: Campamento Juvenil Huerta Vieja – Nacimiento del Río Guadalquivir. Recorrido 73 Km.
* Tercer día: Nacimiento del Río Guadalquivir – Baza. Recorrido 117 Km.
Mayores dificultades de la ruta
{ Puerto del Pinar: desde Puebla de Don Fadrique, el primer puerto que se sube tiene un gran desnivel, con un recorrido de 16 Km.
{ Puerto de Pontones: una vez pasado el pueblo se asciende un puerto de unos 14 Km. con rampas de un elevado % de inclinación.
{ Cerrada de Elías a Embalse de los Órganos: habrá zonas donde sea imposible subir a la bicicleta, por el terreno y por el desnivel. En el túnel pasaremos bajados de la misma y con una linterna encendida, ya que es muy estrecho.
{ Puerto del pico de Cabañas: esta es una subida y bajada de unos 21 Km. donde el irregular estado del terreno nos hará sufrir en las muñecas, siendo la pendiente hasta el puerto agotadora.
Lugares de interés
ó Parque Cinegético: se podrán observar en vivo la variedad de fauna del entorno natural, desde jabalíes, ardillas o ciervos.
ó Centro de Interpretación “Torre del Vinagre”: donde se encuentra representado todo el ecosistema del parque natural, tanto fauna, flora y suelo. Se puede realizar una visita al jardín botánico situado a cien metros del museo.
ó Cerrada de Elías: aquí llaman cerradas a los valles estrechos y encañonados que aparecen por varias zonas; éste es uno de ellos, observándose una panorámica espectacular del valle en conjunto con las cristalinas aguas del río.
ó Túnel hacia el embalse de los Órganos: son unos 200 m. de túnel con algunas ventanas esculpidas sobre la pared donde nos deleitaremos de las maravillosas vistas.
ó Embalse de los Órganos: el entorno del embalse, plagado de bosques de pinos y plantas riparias, hacen que nos inviten a disparar nuestras cámaras fotográficas.
ó Nacimiento del río Aguas Negras: posiblemente es donde se encuentra el agua más fresca y exquisita de todo el Parque, ésta emerge de una gran roca, siguiendo su curso hacia el Guadalquivir.
ó Cerrada de Utrero: espectaculares cortados de piedra sobre el valle que nos hacen observar a lo lejos para encontrarnos con la gran cascada, de 200 m. de caída, del Salto de Linarejos.
ó Nacimiento del río Guadalquivir: es el símbolo de la región andaluza, por lo que su visita es necesaria, aunque algo decepcionante.
ó Pantano de la Bolera desde “El Hornico”: vista de uno de los pantanos más grandes de Andalucía, y sin lugar a dudas el que tiene el entorno más boscoso y pirenaico de la mitad sur de España.