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Percepciones Antárticas en Iberia

Datos de Interés:

Lugar: Parque Nacional de Sierra Nevada. España.

Época de realización: Invierno.

Recorrido: Güejar Sierra - Barranco de San Juan - Vereda de la Estrella - Prados de Vacares.

Material imprescindible: todo aquel necesario para reisitir muy bajas temperaturas, tiendas y sacos especializados.



Relato:

Sí, Iberia, la península donde medio mundo pasa al menos una vez sus vacaciones, el lugar que atrae por sus temperaturas tan benignas, sí, ese espacio de la Tierra rodeado por varios mares y que por suerte es donde vivimos los españoles. En este paraíso cuya latitud es relativamente cercana al Ecuador, se encuentra una de las mayores diversidades de climas conocidos, que lo hacen a su vez un lugar idóneo para pasar a experimentar temperaturas de 25ºC a cero metros de altitud, a sufrir -10ºC a tres mil metros de altura, en poco más de una hora en vehículo.
Estábamos preparando la expedición al Kilimanjaro cuando surgió la idea de conocer nuestras sensaciones durante varios días a temperaturas extremas. Podíamos habernos desplazado a diferentes lugares de nuestro país, Picos de Europa, Gredos, Pirineos, pero somos granadinos y estamos en el mes de febrero, será más factible acercarse a nuestra Sierra, a la sierra cuyo nombre nos incita hacia lo gélido, hacia la experiencia que queremos vivir, hacia las nieves que no hace mucho tiempo fueron las nieves perpetuas de Sierra Nevada.
Hemos dejado el vehículo en las inmediaciones del Barranco de San Juan. Iniciamos la subida desde dicho barranco hacia la Vereda de la Estrella, el fuerte agitar del agua llegando al río Genil nos acompaña hasta coger la altura que manda el sendero. El ascenso es muy paulatino, tenemos el río a nuestra izquierda y van surgiendo algunos barrancos que descienden de la Dehesa de San Juan.

Estamos en el mes de febrero por lo que el frío en las umbrías se deja notar, los castaños están desnudos y algún que otro madroño empieza a engrosar sus frutos aún verdes. Encontramos dos barrancos casi seguidos, son el de la Loma del Muerto y el de Cabañas Viejas. Nos detenemos por el cristalizar del suelo, decidimos adosarnos los crampones, ya que el hielo está duro y muy resbaladizo, pudiendo provocar una caída que sería fatal hacia el río que se encuentra a unos cien metros de desnivel.
Una vez cruzados ambos arroyos volvemos a desprendernos de los afilados utensilios, el camino es más llevadero sin el crujir férreo de los mismos. El río gira hacia el norte, y la vereda también, es el momento de dejar el camino principal y bajar unos trescientos metros hasta llegar al refugio de Vadillo. Aquí la panorámica del Genil es atrayente, la mayoría de los árboles y arbustos de sus bosques de ribera están sin hojas, el correr del agua estremece nuestros oídos, así que nos aposentamos en el Puente de los Burros que cruza el río y nos tomamos el primer tentempié. Llevamos una hora y cuarto de caminata, pero a partir de aquí será lo más sacrificado, así que a comer.

Debemos partir de nuevo, estamos en plena estación invernal y las horas de sol son muy necesarias para soportar las bajas temperaturas que nos esperan. Iniciamos la fatigosa subida de la Cuesta de los Presidiarios, a la cual le viene su nombre de otras épocas cuando los condenados a galeras eran conducidos por esta ruta desde Granada al puerto de Almería, cruzando toda Sierra Nevada. Pero nosotros no estamos condenados, aunque si queremos llegar habrá que subirla. Vadeamos algunas umbrías heladas, asoman de improviso las dos grandes moles de esta serranía, la Alcazaba y el Mulhacén. Están completamente blancas, el sol las engrandece aún más, y entre la arboleda del sendero nos van guiando hacia sus estribaciones.

Ya estamos arriba, el sendero queda atrás, pasamos por el Cortijo del Peñoncillo y bajamos un poco para tomar aliento en el que en otro momento fue uno de los refugios más espectaculares y grandiosos de la sierra, el refugio de la Cucaracha. Ha pasado otra hora y cuarto desde Vadillo, ahora nos sentamos en el tranco de la puerta y observamos los cedros centenarios cargados de piñas, cuyas ramas se bambolean, recordándonos que más arriba posiblemente el aire se hará sentir con frialdad.
Proseguimos la ruta, volvemos sobre nuestros pasos para iniciar el sendero de la Loma del Calvario, desde los dos mil metros del refugio deberemos salvar un fuerte desnivel hasta encontrar la nieve. Esto, sin embargo, ocurre antes de lo esperado, la espesa nieve pronto nos hace colocarnos las polainas, ascendemos orientándonos por las rocas que sobresalen. Al fondo, arriba, aparecen a lo lejos la Cuneta de Vacares, al este el Pico del Cuervo y La Atalaya, y al oeste el Puntal de Vacares, La Alcazaba y el Mulhacén. Todas estas cumbres alcanzan con creces los tres mil metros de altura, le dan al paisaje un singular y bellísimo aspecto, no es de extrañar que el montañero jamás deje esta apasionante y enriquecedora tarea de patear una y otra vez los serpenteantes senderos de nuestro planeta.

A unas dos horas de camino encontramos el lugar ideal para acampar. Estamos a dos mil trescientos metros de altitud, y el Sol está bajando. Antes de notar el excesivo frío organizamos el diminuto campamento, rodeamos de nieve los faldones de la tienda y lo introducimos todo en ella. Vamos a disfrutar de la montaña pero sin peso y con nieve profunda.
Sólo nos acompañan los piolet y crampones, volvemos a subir por los Prados de Vacares hasta llegar a los dos mil novecientos metros aproximadamente, tenemos a tiro de piedra el Pico del Cuervo, pero no nos fiamos y después de deleitarnos con todos los cortantes tresmiles al atardecer, descendemos hasta el campamento.
El Sol empieza a ponerse, las imágenes se quedan grabadas en nuestras retinas, la magia aumenta conforme se pone el astro.
Somos unos privilegiados, ya de noche damos un pequeño paseo por la vaguada, el frío nos somete, así que nos adentramos en el refugio de lona, abrimos nuestras horteras, empinamos la bota y charlamos sobre la gratificación después del esfuerzo. ¿No es cierto que en la vida siempre es así?, primero el esfuerzo, después la felicidad. O, siempre debería ser así.
… La noche ha sido gélida, el cielo estrellado ha permitido que la temperatura baje hasta los menos 18 grados. Hemos resistido, pero algún día nuestros huesos hablarán.

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