Contenidos

Mostrando entradas con la etiqueta Arrecifes de los Corsarios II. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Arrecifes de los Corsarios II. Mostrar todas las entradas

Capítulo XIV


El temporal sigue castigando nuestra frágil moral, el avance casi no se nota, el páramo de Punta Sabinar no llega a su fin, por ello, con solo unas miradas, dirigimos coordinadamente las canoas hacia la ventosa playa. Aquí tengo que buscar una letrina ecológica, me introduzco entre las dunas y la vegetación, sorprendiendo mi incursión en terreno “salvaje” a una considerable culebra de escalera que sesteando sobre la cálida duna deja un zigzagueo sonoro que observo hasta que desaparece, introduciéndose en un resquebrajado tronco fosilizado. Este entorno natural, está considerado de especial protección por la cantidad de aves acuáticas que viven y nidifican en él. Estamos a punto de volver a las “galeras” cuando quedamos paralizados al deslumbrarnos con unos miles de estorninos que dibujan formas picasianas con su organizado vuelo “interdisciplinar”. Sólo dura unos minutos, pero agradecemos a la naturaleza el volvernos a sorprender, reforzando nuestra pasión por todo aquello que huela a brisa marina y a romero tomentoso.

El agua vuelve a irrigarnos, a proa vislumbramos al final de este inhóspito lugar, estamos atravesando el cabo de Punta Entinas pero, de pronto, las zarandeantes olas se convierten en imposibles, el rumbo no conseguimos restablecerlo y sólo la cercanía a la costa nos asegura que nuestro viaje no tendrá un mal fin. La lucha es constante, el final de la jornada está cerca pero nuestros raciocinios van encaminados hacia el desembarco, con estas olas la salida a costa puede ocasionar grandes desperfectos, así que intentamos encontrar una pequeña ensenada que simule esta marejada.
El destino nos ha vuelto a acompañar, el puerto deportivo de Almerimar forma un saliente perfecto que minimiza nuestra preocupación, y de esta manera toda la “flota” consigue un apacible desembarco.

Está todo húmedo, los botes estancos están impregnados de sal y mucha de la vestidura que sacamos de ellos debemos colgarla para secar, aunque será difícil por el humedecido ambiente que crea el mar. Cerca tenemos una de las preciadas joyas del viaje, la ducha de agua dulce, mientras nos dirigimos a ella nos sobrevuelan un grupo reducido de flamencos que se enfilan hacia el paraje natural que tanto pesar nos había costado durante esta jornada.


La sensación es de encontrarnos en perfecto estado todos, el aseo y ahora la opulenta cena tradicional “corsaria” que carga nuestra mirada, nos mantiene quizás demasiado eufóricos. Son las 9’38 p.m., el deleite de poder contar lo que hasta el momento hemos vivido, nos lleva sin quererlo a la realidad de las próximas jornadas. Las noticias que nos han llegado no son nada halagüeñas, la meteorología parece empeorar, y no fiándonos decidimos salir a la mañana siguiente muy temprano, para acumular millas durante las primeras horas matutinas, hasta que el supuesto mal tiempo nos deje fondeados en una de estas cercanas riberas.
Las tiendas están montadas, Gerardo, José María y yo las situamos a unos diez metros de la línea de agua, mientras Ángel se sumerge bajo unos matorrales lejanos que parece le resguardarán del viento nocturno. Ahora tendremos tiempo para dejar volar a nuestros dubitativos pensamientos.

Capítulo XV


Quinto Día: 22 de julio de 2003

Es noche cerrada, entre sueños y dolores abdominales despierto algo sobresaltado. Necesito vaciar la vejiga, al salir de la tienda descubro unos potentes focos que me deslumbran, no entiendo qué puede ser, parecen centinelas aguardando algún movimiento para abalanzarse sobre nosotros. Pronto vuelvo a la realidad, de forma sigilosa se acercan a mí dos personas que consiguen conectar mi instinto de supervivencia, el corazón late con intensidad y la posición es de alerta. Cuando están cerca los reconozco, son guardias civiles que en su ruta nocturna quedan sorprendidos por la construcción de un campamento tan cerca de la playa. Quieren saber quiénes somos y qué hacemos allí, recordándome insistentemente que la acampada en la costa está totalmente prohibida.
Cuando reacciono comprendo su preocupación, actualmente la costa está siendo “invadida” por multitud de “pateras”, en las cuales llegan familias enteras buscando una vida mejor, donde poder darle a sus hijos una digna subsistencia.
Ellos, los guardias, deben hacer cumplir la ley, y, aunque nos pese, esta situación sigue siendo ilegal, por lo que su vigilancia es una tranquilidad para nuestra seguridad. Después de un largo rato de charla se ofrecen a ayudarnos en cualquier aspecto, yo les comento que todo va bien y que la única duda sigue siendo el estado de la mar. Su información es parecida a la que ya conocemos, posiblemente los próximos días aparezca el poniente, sólo esperamos que aguarde a nuestro final desembarque.
Agradeciéndoles su preocupación y el haber consentido el vivaqueo por nuestra especial situación, se despiden siguiendo su necesario y fundamental servicio. El reloj me dice que son la 3’18 a.m., mi compañero de “suite” no se ha despertado, me acuesto sin dejar que mis pensamientos vuelvan a trajinar.

Despunta el sol, por el horizonte, hoy hemos madrugado más que otros días, a las 7’10 a.m. toda la “flota” se encuentra ataviada con sus mejores galas y preparada para “cruzar los mares”. Como suponíamos, la bonanza climatológica es manifiesta, nuestro incentivo es tal que imprimimos una marcha con excesivo ardor, cruzando la bahía de Almerimar cuando aún el sol no llega a nuestros curtidos morrillos.
Esta población pertenece al municipio del Ejido, cuya evolución socio económica ha sido tal, que en estos últimos treinta años de su historia ha pasado de ser un pequeño pueblecito agrícola dependiente de Dalías, al municipio con mayor renta per cápita de Andalucía, sobre todo por su avanzada tecnología en la agricultura del invernadero. Este progreso ha hecho que se construya en Almerimar uno de los complejos turísticos de mayor calidad de la costa mediterránea, siendo uno de sus mayores atractivos el precioso puerto deportivo.


Seguimos nuestro rumbo, pronto aparece la Punta del Moro, allí, en su interior se encuentra la población de Guardias Viejas, con su castillo como estandarte y símbolo de esta historia que con tanta pasión estamos narrando.
Al girar el cabo notamos un incremento de la corriente del oeste, en silencio y sin cesar en nuestro esfuerzo empezamos a atravesar las longitudinales playas de Balerma. El temor del día anterior se estaba cumpliendo, las primeras horas habían sido fastuosas pero en estos momentos las embarcaciones empezaban a oscilar de arriba abajo, dejando agotados los brazos por el esfuerzo necesario de estos intensos instantes.

Han pasado dos horas desde la salida de esta mañana, tenemos la intención de salir a tierra para abastecernos de comida y recuperar energía. Colocamos la proa perpendicular a la playa, algunos pueblerinos, extrañados por vernos en el solitario y levantado mar, se sientan en el paseo de Balerma observando nuestras maniobras. Debemos esperar a que amaine un poco para salir sin peligro de vuelco.
Cada cuatro o cinco grandes olas viene un momento de calma que deberemos aprovechar. Nos toca el turno, paleamos con fuerza para salir con la ola, nos encontramos encima de ella, pero de repente, un movimiento brusco hace que pierda el equilibrio, cayendo por estribor a la rompiente. En segundos salgo del agua y ayudo a José María a sacar la embarcación, solo ha sido un susto. Los compañeros salen sin ninguna contrariedad, después del necesario cambio de ropa empezamos a organizar de nuevo las canoas.
Los vigías de la torre árabe de estos lugares, esta vez habían disfrutado de unos no muy diestros “corsarios”, que buscando la “aguada” para seguir sus andanzas, habían encontrado un tempranero chapuzón, que como anécdota sería seguramente contado en sus acaloradas y veraniegas tertulias cantineras.

Repletas de nuevo las “bodegas”, las “galeras” salen al viento, aunque el avance sigue siendo parsimonioso sabemos que la jornada será muy larga, y si la tormenta no incrementa su magnitud esta tarde podremos brindar por la finalización de la travesía de “Al Bayanna”.

Seguimos muy cerca de la costa, el peligro si nos alejáramos podría ser extremo, así que gozamos de las panorámicas cercanas que nos ofrece el interior. Inmediatamente nos vemos enfrentados al pueblo de Balanegra, en donde los piratas berberiscos, en el siglo XVI, hicieron numerosas incursiones hacia el interior, pasando por Berja para llegar hasta las Alpujarras. Allí se llevaron como cautivos a algunos nativos, que después fueron vendidos como esclavos en los puertos africanos.


Las miradas se cruzan, vamos muy cerca unos de otros, algún comentario nos hace cavilar en las historias que se vivieron en estos mares y que ahora nosotros volvemos a vivir adaptadas a los actuales tiempos. Un fuerte revoloteo nos hace volver las miradas a estribor, un conjunto de aves se desplazan avivadamente seguidas de otro grupo menos numeroso. Al observar la cartografía averiguamos que estamos atravesando las lindes de las Albuferas de Adra. Éstas son un paraje natural protegido que se caracteriza por la abundancia de aves acuáticas que viven y pasan por allí, entre las que se encuentran los patos malvasía y cuchara o el calamón.

Capítulo XVI


El mar sigue bravo, nos estamos aproximando a la desembocadura del Río Adra. Como la mayoría de los ríos de esta costa se encuentra seco, sus aguas, nacientes en la zona este de Sierra Nevada y en la Sierra de la Contraviesa, muy mermadas, han sido utilizadas para el aprovechamiento agrícola del entorno, por lo que el delta es desolador. A babor, a unas dos millas de distancia, observamos una pequeña embarcación a motor que se nos acerca lánguidamente, pronto descubrimos que sus tripulantes son conocidos, se trata de Pelayo y dos amigos que como prometieron antes de zarpar, nos acompañan en estos quebradizos momentos, dándonos un calor vital y una información del estado de la mar que nos intranquiliza cada vez más. nos aconsejan que nos adentremos más hacia el mar, que nos alejemos de la costa, ya que los corrientes en este zona podrían dejar maltrechas nuestras frágiles canoas.
Les hemos hecho caso, acompañados por ellos decidimos vadear a lo lejos la localidad de “Abdera”. Sobresaliendo de su fisonomía surgen el puerto, el faro y el símbolo de la anterior y próspera industria del pasado, la llamada Torre de los Perdigones.
Estas formas que detectan la población de Adra de repente se ven ensombrecidas por la esbeltez del monumental mogote que sobresale al oeste. Efectivamente, desde allí en muchas ocasiones yo había divisado esta deslumbrante costa mediterránea, ahora me encontraba en el “polo” opuesto y la visión era totalmente distinta pero igualmente encantadora, la vista se había detenido en el apoteósico Mulhacén, la cumbre cimera de Sierra Nevada.
Se podría decir que esta cima tiene una directa relación con la ribera abderitana. El nombre le viene dado por el rey moro Muley Hacen, que cuando fue derrotado y destronado por su propio hijo Boabdil en colaboración con su mujer principal Aixa la Horra, quedó aislado en su fortaleza con la que en otro tiempo fue su cautiva, Zoraya, y que ahora se había convertido en su esposa. Pasados unos años en los que Zoraya había contado una y mil historias y cuentos de “Xolair” a su esposo, éste quedó prendado de aquella cima que sobresalía a lo lejos, pidiéndole a su mujer que una vez muerto sus restos descansasen en aquella maravilla donde los hombres no pudieran llegar. Y así fue, allí descansó en paz, dándole nombre al punto más alto de la Península Ibérica.
En 1493, una vez destronado de su reino por los Reyes Católicos, Boabdil llega por los caminos de Granada hasta Adra, embarca en la playa de San Nicolás en dirección a Fez, arrojando con coraje su propia espada, dándose por finalizado el último reducto musulmán. Cuando el “Rey Chico” navegaba a la salida de la costa almeriense, miró hacia atrás y contempló por última vez el lugar donde su padre Muley Hacen yacería para toda la vida.

El ritmo de remada es estremecedor, no podemos permitir que el cambio a fuerte poniente nos deje varados tan cerca de nuestro objetivo final. Gerardo llama nuestra atención cuando parece quedarse rezagado. Después de una breve charla decidimos hacer un último descanso, las fuerzas están muy justas y el riesgo de lesión nos hace ser más cautos en estos momentos.
En la playa de la Fuente del Ahijado desembarcamos, son las 2’05 p.m., desentumecemos las articulaciones y tomamos una fuerte dosis de alimentos energéticos. Sentado en la cálida arena observo el mapa, estamos muy cerca del punto limítrofe con Granada. A nuestras espaldas se encuentra uno de los “centinelas” topográficos que guardan Sierra Nevada, La “Montaña del Aire” que llamaran los árabes, la conocida como Sierra de la Contraviesa. Enfrente, y situado en el mismo meridiano está el Mar de Alborán, lugar donde tantos saqueos encabezaron los piratas berberiscos y almerienses, cuyo nombre viene de la Isla de Alborán que se encuentra situada a 45 millas de la costa.

Es la última reserva natural que tendremos cerca en la travesía, si quisiéramos acceder a ella tardaríamos dos días con nuestras piraguas, contando siempre con un mar en calma. Es una isla pequeña, mide 600 m. de longitud y 270 m. de anchura, cerca de ella, al noreste, se encuentra un islote rocoso llamado Isla de las Nubes. Son de origen volcánico y están rodeadas por acantilados de aproximadamente doce metros de altura. Su protección ambiental viene dada por la biodiversidad marina que esconde sus aguas, entre otras especies se encuentra: gran variedad de algas y esponjas; coral rojo y naranja; erizos y estrellas de mar; distintos moluscos y crustáceos como el bogavante, centollo o langosta común; y peces como el caballito de mar, pez luna, tiburón blanco, atún, mero y marrajo. Aunque el interior de la isla es muy pedregosa y no existen árboles, si se han identificado tres plantas endémicas de Alborán, la manzanilla, el jaramago y el azuzón.


El sol calienta demasiado nuestros maltrechos cuerpos, nos bañamos para evitar la deshidratación y aprovechamos una mejoría del agua para volver a penetrar en sus entrañas, esto nos anima y hace olvidar el agotamiento físico en el que nos encontramos sumidos.
Con una cansina pero constante palada iniciamos lo que será el último tramo de la aventura. Las tres canoas vamos reunidas, hablamos, se desprende un aire de relajación, alguna anécdota sale en estos instantes y algún recuerdo nos deja con la mirada perdida en la lejanía. Estamos navegando prácticamente a una milla dela costa, a lo lejos, en el momento de pasar Guainos y dejando a popa la última torre vigía, observamos una “patera” de unos seis metros de eslora que se encuentra fondeada en la misma orilla de la playa, está destrozada, pero aún conserva vestigios de los tripulantes de la misma, zapatillas, mochilas, y un pequeño muñeco que eriza nuestra piel pensando en qué pudo ocurrir posiblemente en la noche anterior.


Debemos seguir, ya observamos nuestro preciado objetivo, la sonrisa se manifiesta con gran orgullo por lo conseguido. ¡Ahora sí!, hemos llegado. Un serio pescador nos mira de reojo como no fiándose de aquellos personajes que rompen la paz de su actividad.
El desembarco “a puerto” se produce a las 3’40 p.m., montamos la última mesa de almuerzo en el mismo límite de provincias, allí, paladeamos esas viandas que en todo momento han logrado un estado físico y anímico envidiable en todos los componentes. Brindamos por Fernando y por nosotros.


Altivos nos adentramos por última vez en las canoas, muy despacio vamos disfrutando del instante vivido y nos vamos acercando con un remar suave hasta el lugar donde nos esperan nuestras familias y amigos. Sí, ya las vemos, están allí...

Bibliografía de consulta

* Revista de Medio Ambiente de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.
* Sierra Nevada. Bernaldo Quirós, C. Ed. Comisaría Regia del turismo. 1923.
* Bucaneros, Corsarios y Piratas, primeros tiempos hasta los Vikingos. Pyle Howard.
* Caribe: Filibusteros, Bucaneros y Piratas. Palomo de la Fuente, Isaac.
* Una de Piratas y Contrabandistas. Revista Paraíso Natural. Almería. Cabrera López, Andrés.
* Guía de Playas de Almería. Diego García, Damián G. Agüero, J.J. Matamala, Manuela Soriano y Carmen Romera. Ediciones Paralelo. Almería.
* Libro Rojo de los Vertebrados Amenazados de Andalucía. Antonio Franco Ruiz y Manuel Rodríguez de los Santos. Consejería de Medio Ambiente. Junta de Andalucía.