Contenidos

Mostrando entradas con la etiqueta Sierra de la Contraviesa: Monumentos Naturales IV. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sierra de la Contraviesa: Monumentos Naturales IV. Mostrar todas las entradas

"Cerro del Gato de Albuñol: La Mejor Floracion del Almendro de España"



Observar los almendros en invierno en cualquier lugar de España es un placer para los sentidos. En las zonas más septentrionales se acerca más su floración a la estación primaveral, sin embargo en zonas sureñas y sobre todo si el clima es tropical, como es el caso del sur de la Sierra de la Contraviesa, a partir de mediados de enero empiezan a surgir sus llamativas flores. Este árbol proviene de China, y se introdujo en nuestro país por las características de sus nutritivos y medicinales frutos, las almendras.

El almendro fue cultivado por primera vez en Persia, Siria y Palestina, de ahí pasó a China y posteriormente se distribuyó por todo el Planeta. En la Biblia, el almendro simboliza la vigilancia y el buen fruto, por eso Aarón lo selecciona para estar presente en el paraíso terrenal, siendo su célebre bastón hecho de una rama de esta especie.

Este árbol es caducifolio de las familias de las rosáceas, pudiendo llegar hasta los diez metros de altura. El tronco es liso y verdoso en su juventud, pasando a grisáceo y agrietado en edad adulta. Desde que florece pasarán nueve meses hasta fructificar en la almendra. Las hojas son alargadas y estrechas con bordes dentados.

El paseo desde la población de Albuñol hacia el sendero del Cerro del Gato, a finales de enero o principios de febrero, nos transporta hasta el mundo de las fragancias silvestres, y aunque en esta época la floración es muy escasa, hay algunas plantas que acompañan con sus olores y colores a la inigualable flor del almendro. La esencia de la miel se incrusta en nuestros sentidos, el color blanco a veces y rosado otras, acompañado del violáceo de las lavandas mezclado con el brillo amarillento de las vinagreras y el verdor de sus tréboles, hacen del sendero un espectáculo para la vista de cualquier ser humano cuyo destino lo haya llevado hasta este impresionante monumento natural. Como decía al inicio de este artículo, la floración del almendro es igual de atractiva en cualquier lugar donde sea observada, pero en esta ruta, posiblemente la más bonita de muestra Península, la diferencia de las demás por su fisonomía paisajística. En poco menos de una hora de camino pasamos de 200m. de altitud a más de 800m. en la cima del Cerro, es decir pasamos de clima tropical a continental por desnivel altitudinal.

La senda está repleta de almendros, acompañada de multitud de plantas silvestres, incluidas algunos acebuches y algunas encinas centenarias aisladas. El colorido es abrumador, y al llegar casi al culmen encontramos la pequeña ermita de la Virgen del Rosario, antigua patrona de Albuñol, sobre una era y un mirador desde donde las vistas de dicha población son admirables. Si seguimos hasta la vertiente de aguas, aparecen las dos grandes imágenes que rompen con cualquier otro lugar jamás visto, al sur el Mare Nostrum, el mar de los corsarios, de los vikingos, de los berberiscos, de los fenicios, romanos, cartagineses… Por otro lado, al norte la gran mole, el nevado Mulhacén, la cima de la Península Ibérica, donde está enterrado el padre del gran Boabdil. Y por último, si el día es muy claro, aparece en la lejanía sureña la cordillera africana del Rif, Marruecos, la continuación de Europa.
¿Y todavía dudáis que es la ruta más atractiva a realizar en busca de la floración del almendro?






































El Río Adra



El río Adra hace de límite natural de la Sierra de la Contraviesa con la Sierra de Gádor. Junto con el Guadalfeo son los ríos grandes y caudalosos que surcan este entorno natural. Todas sus aguas provienen de las dos sierras anteriormente mencionadas y de la sierra donde nace, Sierra Nevada. Su nacimiento es en la provincia de Granada y su desembocadura en el Mediterráneo almeriense, en el término municipal de Adra. Sus aguas han sido utilizadas desde tiempos inmemoriales por todas las culturas, fenicios, romanos y musulmanes,  para el regadío de sus campos, y también para el abastecimiento de la multitud de molinos que se construyen a lo largo de todo su cauce.
Desembocadura del río

La longitud de su recorrido desde el nacimiento hasta la desembocadura es de 49 km., aunque por nuestra sierra es algo más reducido comenzando su entrada por la aldea de Darrical, pasando por el pantano de Benínar, las Angosturas del río, Fuentes de Marbella, la Alquería y Puente del Río, para terminar su andadura en el mar.
Para el conocimiento del curso completo del río vamos a realizar el recorrido en coche, realizando paradas técnicas ecológico ambientales que nos acercarán a sus valores naturales excepcionales en un entorno tan xerófilo en sus alrededores.
Empezamos su recorrido en la desembocadura, bajando por Puente del Río llegamos, siguiendo los grandes muros del río hasta el mar. Si vamos con cautela descubriremos la gran variedad de aves acuáticas marinas que circundan el lugar, en este caso, en pleno invierno un gran grupo de gaviotas sombrías y patiamarillas observan nuestros pasos con bastante recelo.
Muy cerca del mar
En el mismo estuario, sobre los murallones, un bandada de cormoranes extienden sus alas al sol, seguro que la pesca submarina ha sido exitosa durante esta fría mañana de invierno. Hacemos una pequeña andanza río arriba, y ya desde el principio la vegetación autóctona de ribera salta a la vista, sauces, tarajes y cañaveras pueblan ambas márgenes del protagonista de nuestra historia. Entre esta vegetación descubrimos algunas currucas capirotadas y cabecinegras saltando de rama en rama sin aparente preocupación por nuestra presencia.
Volvemos a subirnos en nuestro medio de transporte, nos dirigimos hacia la población de Adra la Vieja, ahora llamada la Alquería. Este tramo que hemos cruzado es algo decepcionante ambientalmente, los invernaderos abarcan prácticamente los alrededores del cauce, siendo muy artificial el camino que lleva el río por este lugar. Nos aproximamos de nuevo al cauce en esta aldea, el agua es límpida, corre río abajo con una relajante suavidad, el sonido de un ruiseñor aproxima nuestra vista hacia un bosquete de tarajes imposible de penetrar. No es habitual en esta estación detectar este animalillo, pero debemos recordar que la climatología de esta costa hace que muchos de estos pajarillos se queden por aquí casi el año entero.
Aguas limpias en el curso bajo del río
Antes de seguir la ruta observamos una torre vigía que está justo enfrente del río, posiblemente vio muchas refriegas guerrilleras por estos contornos, teniendo una función primordial para los avistamientos de tropas cuando subían por el explanado valle.
A partir de aquí el río es cada vez más silvestre, lo que hace que su diversidad floral y faunística sea cada vez más variada. La siguiente parada son las Fuentes de Marbella, de donde el agua surge aumentando su caudal el río. Penetramos un poco por su margen derecho, observando una gran cantidad de huellas de mamíferos como zorros y tejones, que seguro en horas crepusculares y nocturnas recientes habrán escudriñado cada uno de los rincones de la vaguada buscando una caza de difícil ejecución casi siempre. Es un lugar idóneo para ver las correrías del lince de las aguas semisalobres, es el Fartet (Aphanius iberus), un pececillo autóctono ibérico que antaño superpoblaba este cauce y que ahora se encuentra en extremo peligro de extinción, las causas han sido la pérdida de hábitat, la presión antrópica y la contaminación biológica por especies exóticas en el río.
En este paraje aparecen los primeros álamos blancos con sus hojas en periodo de cambio, el amarillear de las mismas nos recuerdan que todavía pasarán algunos meses hasta que la naturaleza explosione de nuevo para atraer a numerosas avecillas y despertar de su letargo a la mayoría de los reptiles y anfibios, que en este espacio encontrarán una vida opulenta.
El pantano de Benínar
De nuevo en camino ascendemos con el vehículo por la sinuosa carretera que nos llevará a la zona de mayor altitud de la ruta, allí, en una de las salidas de amplios senderos que aparecen hacia la izquierda, dejamos el coche y seguimos toda la pista hasta pasar cerca de una colmena, deberemos tener cuidado y no entretenernos a su paso, aligerando llegamos a los cortados de las Angosturas del río. Este espacio es muy diferente y único en toda la cuenca, al asomarnos cerca de los riscos distinguimos abajo el apacible correr del agua sobre su cauce, chopos y sauces acompañan a las cristalinas aguas, y enfrente, como queriendo impresionar al observador, una gran mole caliza inunda todo el paraje. El lugar en el que nos encontramos sería idóneo para el avistamiento de diversas aves que con toda seguridad abundan por este valle, aquí, en los cortados, los aviones roqueros son los únicos que nosotros vemos, pero con paciencia y algo de mimetismo otros seres voladores tornarían la vista en un fabuloso espectáculo, murciélagos, el águila real, el roquero solitario o el mismo treparriscos nos podrían acompañar en un casual encuentro.
Volvemos sobre nuestros pasos y ya mucho más cómodos, sobre cuatro ruedas, nos topamos con el atractivo pantano de Benínar. En él, algunas anátidas surcan sus aguas, nos harán falta los prismáticos para poder distinguirlas. Además sobresalen de los tarajes varias fochas comunes, éstas son muy fáciles de ver durante todo el año, pero también aparecen otras aves que son mucho más inquietas y escurridizas, son los zampullines chicos y los Somormujos, estos están poco tiempo en el exterior, ya que su intensa caza bajo el agua los hace sumergirse continuamente, apareciendo siempre al emerger en un insospechado lugar.
Meandros en su curso medio alto
Cuando construyeron este embalse, como casi siempre, hubo un desastre ecológico importante, no sólo humano, un pueblo entero quedó bajo sus aguas, sino del resto de la biosfera local. Desapareció Benínar, pero con él todo el reducto de plantas autóctonas de ribera que no volvieron a resurgir. Para paliar estos daños se repobló parte de la periferia el pantano con pino carrasco, que generó otra diversidad de animalillos. Las ardillas, lirones caretos, urracas y alguna oropéndola han hecho de este entorno un generoso territorio para el disfrute de la observación natural.
Avanzamos ya cerca del fin de nuestro río, subimos por la carretera que nos lleva hacia la segunda población que visitaremos, Darrícal. Se encuentra situado en la misma ribera, la imagen del entorno parece de cuento, sobresale una pequeña iglesia marronácea que se distingue de sus blanqueadas casitas relucientes. Es un pueblo dedicado al ocio de pobladores de otras urbes, los fines de semana bulle con aquellos que quieren disfrutar de una naturaleza plena y silvestre. Sus alamedas ribereñas, junto con algún encinar relicto, absorbe nuestra mente y nos deja perplejos.
Darrícal, una aldea de otros tiempos
A partir de aquí el río asciende hacia Sierra Nevada, llegará hasta su nacimiento, muy cerca del Cerro San Juan, muy por encima de los dos mil metros de altitud, pero… no nos toca a nosotros hablar de él, nuestro río de la Contraviesa pasa a otra sierra, nosotros pasamos a otro lugar, un lugar que nos mantendrá siempre orgullosos de nuestra tierra, de nuestros orígenes.

"Las Estrechuras de Guainos"




La situación geográfica de la sierra de la Contraviesa la hace tener unas características muy peculiares a la hora de representar su naturaleza. Se encuentra muy cerca del Mediterráneo, bueno, podríamos decir que penetra en él, además sólo el rugir del río Guadalfeo la separa de la mole de Sierra Nevada. Esto hace que la mayoría de los recursos hídricos estén relacionados con el mar, y no con las precipitaciones. La humedad que genera el gran Mare Nostrum es la responsable de algunas de esas necesidades ácueas, ya que la pantalla que forma el macizo de Xolair reduce la llegada de borrascas a esta comarca. 
El inicio de la rambla

No obstante esta sierra no es excesivamente seca, mejor dicho, no es nada seca, se encuentra rodeada de agua por casi todos sus frentes. Por el norte el Guadalfeo, por el este el río Adra y por el sur el nombrado Mediterráneo. Esto ha conformado una fisonomía muy marcada, que hace que desde sus alturas se formen lo que aquí llaman “ramblas”, que no son otra cosa que pequeños o grandes valles que empiezan casi en las cimas de la sierra y terminan en los grandes ríos o el mar. Las aguas de la sierra son casi todas subterráneas, estas ramblas van prácticamente todo el año secas, aunque en sus riberas el tipo de  vegetación señala que en el subsuelo cercano el agua está muy presente.
Este es la razón por la que vamos a clasificar a este entorno como monumento natural, es una rambla, sí, pero no es seca. Es el único valle de la Contraviesa que no pierde la escorrentía de agua durante el año, ni siquiera en la época estival. A continuación vamos a hacer un recorrido natural por la “Rambla de Guainos”, o como aquí la llaman, las “Estrechuras de Guainos”.
El inicio del arroyo y de las estrechuras

Para empezar el recorrido por este entorno deberemos acercarnos a la pequeña aldea de Guainos Altos, población que se encuentra muy cerca de Adra, Almería. El coche lo dejamos en la plazuela del pueblo y bajamos a la rambla que casi lo circunda. Al llegar a la misma ya aparecen los cantos rodados formando una gran explanada al lado de varios cortijos. Ascendemos el valle, un sorprendido perro nos da la bienvenida observándonos con varios giros de cuello. Al pasar el primer meandro nos encontramos con una indicación similar a la que vimos al bajar a la rambla, en ella nos marca una ruta hacia la Ermita de la Sierra, nosotros no la seguimos, nuestros pasos avanzan hacia las Estrechuras, que también está mostrada en el hito.
El barro empieza a denotar la pronta presencia de agua, las sombras son constantes, cada vez el espacio del valle es más reducido y la pedrera en la que comenzamos desaparece por completo para convertirse en una roca marmórea que envuelve todo el suelo y las paredes de la vaguada. Las cañaveras y la altabaca se borran de nuestra vista para surgir una vegetación impresionante totalmente ribereña, a nuestro paso una bandada de jilgueros  saltan de los pequeños tarajes y desaparecen por el espolón. Desde este momento el agua no dejará de acompañarnos en nuestro paseo, soterrándose a veces para en pocos metros volver a emerger al exterior.
El camino es suave, con poco desnivel, en uno de los minúsculos saltos de agua debemos pasar por unos anclajes artificiales que años atrás grupos de voluntarios ambientales colocaron incrustados en la misma pared. Estos anclajes los encontraremos en los pasos más complicados, lo que hará que el recorrido sea cómodo y adaptado a casi cualquier edad.
Ecosistema acuático

Los parajes que rodean estas ramblas, fueron lugares en los que vivieron durante varios siglos los descendientes de la mayoría de la población que ahora reside en las grandes urbes cercanas. Su medio de vida era la agricultura en pequeños cultivos y la ganadería basada en grupos de animales necesarios para sobrevivir, como cabras, gallinas, conejos o cerdos. De esta época todavía aparecen algunos vestigios, que aprovechando las surgencias de agua continuas del lugar, construyeron varios acueductos de piedra que encontraremos en más de una ocasión durante el recorrido.
Ya llevamos un largo trecho en el que la rambla se convierte en la famosa “estrechura”, los saltos de uno al otro lado del arroyo son constantes, el agua es escandalosamente límpida, entra gana de sorberla y refrescar el gaznate, aunque esto no es aconsejable por la cantidad de animales y rebaños que pueden merodear por los alrededores. 
Acueducto y túnel

Cuando tornamos la mirada hacia arriba encontramos un pequeño callejón que nos dirige hacia el cielo, no vemos que hay encima, qué puede haber en los altos de los ricos que nos acompañan. En una de esas miradas un silencioso y escurridizo roquero solitario salta de una de sus atalayas a otra cercana. Sólo con los prismáticos podemos observar sus majestuosas plumas azules que deslumbran con los rayos de sol. Al saltar las numerosas pozas que forma el arroyo sentimos el chapoteo de las ranas, que al no esperarnos se precipitan hacia sus limitadas profundidades buscando un escondrijo que a veces no encuentran.
Volvemos a sorprendernos del trabajo del ser humano en épocas muy duras, en uno de esos acueductos llegaron a tropezar con la roca madre, un pequeño túnel, no sabemos con qué tipo de recursos o herramientas, fue excavado para salvar el accidente geográfico. La perfección del mismo nos da una idea de la capacidad del ser humano ante las adversidades que a lo largo de los siglos fueron encontrando en la madre Tierra, nosotros ahora no tenemos más que enorgullecernos de nuestros antepasados, que nos dejaron este legado sin prácticamente influir en el medio, algo que no podemos asegurar de nuestra presencia actual en nuestros territorios.
Horadando la roca
Paso a paso proseguimos el camino, las estrechuras se abren por momentos, y es en ese instante cuando de entre la vegetación aparece uno de los seres más longevos de este hábitat, un sauce negro que por su tronco podemos asegurar que tiene varios cientos de años. Nos sentamos en su fresco regazo y aprovechamos para trasladar la mente a épocas anteriores, a épocas medievales. Aquellos niños, aquellos adultos, ¿disfrutarían de este monumento en el que la naturaleza los había incrustado?...
Precisamente el carácter monumental de esta rambla es su increíble diversidad vegetal, lo que lleva irrevocablemente a una variedad faunística difícil de encontrar en otro paraje de esta sierra.
Después de observar los alrededores del magnífico ejemplar de sauce entendemos su longevidad, cerca de él tiene un excelente sustrato debido a los sedimentos producidos por las lluvias, además la continua presencia de agua hace que este ser haya podido mantener esa presencia durante tantas generaciones.


 Pero esto no solo le ha pasado a este portento, a su alrededor vemos y veremos durante toda la marcha diversas plantas que por supuesto aceptan con agrado la humedad edáfica del suelo. Los bosquetes de adelfas, alguna de ellas también centenaria, los espacios plagados de juncos, cañaveras y carrizos, los bosquecillos de lentiscos y algún que otro taraje, nos hace desplegar todos los sentidos para captar cada uno de los fotogramas que nuestra vista absorbe.
Sauce bicentenario

En una de las pétreas balsas producidas a través de los milenios por la erosión del agua sobre la roca, observamos en el lodazal una huella de jabalí tremenda que nos dirige la vista hacia nuestro contorno, es un lugar idóneo para estos ungulados, agua, barro, vegetación infranqueable, es decir, un espacio hecho para ellos. Al iniciar de nuevo el rumbo nos desviamos hacia la izquierda exterior del barranco, el valle es intransitable, así que subimos una estrecha senda que nos sube por encima de la vaguada. Desde esta posición divisamos toda la garganta, es un tupido bosque de sauces, tarajes y lentiscos entre los cuales nos solo vivirán los jabalíes, sino otros mamíferos sorprendentes como las garduñas, los tejones o los propios gatos monteses.
Antes de volver a la cañada tropezamos con otro de los lugares únicos del valle, es un molino harinero en ruinas que nos deja  percibir cada una de sus partes necesarias para el buen funcionamiento de la labor. Por la importancia de estas construcciones en épocas pasadas me voy a detener en ellas, dando una serie de conocimientos para hacernos una idea de su funcionamiento.
Estos molinos se utilizaban para moler los granos de diversos cereales que posteriormente se utilizaban para hacer pan u otros productos derivados de ellos. Siempre estaban  cerca de ríos o arroyos, mediante una presa, una acequia dirigía el agua hasta el cubo, que era una construcción vertical que se iba estrechando hacia abajo para aumentar la presión del agua que recibía. Esta agua iba a parar al cárcavo, que era una habitación que estaba debajo de la sala de molienda, desembocando en el rodezno o rueda hidráulica que hacía mover una de las piedras de moler sobre la otra en la sala de molienda. El grano se echaba en la tolva de madera en forma de pirámide invertida, que caía sobre las piedras, siendo de esta forma molido y convertido en harina. Ésta caía al jarnal, y el molinero la recogía para después cernedla con un cedazo para dejarla más pura.
Adelfa centenaria
De esta construcción ha desaparecido la sala de molienda y sus utensilios, pero tanto la presa, la acequia y el cubo han quedado intactas para el regocijo de los paseantes.
El camino vuelve a llevarnos hasta el angosto valle, el agua nos salpica de vez en cuando saltando sobre sus escalonadas fallas. No muy lejos de donde nos encontramos planea un pequeño halcón, concretamente un cernícalo. Lo observamos con los prismáticos y al perderse por uno de los acantilados nos sorprende una despistada cabra montés ramoneando uno de los muchos arbustos del lugar. Éste es posiblemente el animal más carismático de esta sierra, hace ya bastantes lustros que bajaron de Sierra Nevada buscando un clima más hospitalario, encontrando reductos como este valle, que con sus opulentas aguas y su inmensa vegetación hicieron que este caprínido se adaptara perfectamente al nuevo ecosistema.
Ranas en invierno
Volvemos a ascender unas exiguas cascadas, introduciéndonos por un cañaveral en túnel que nos lleva hasta otro pequeño bosque de sauces amarillentos, varios carboneros y un herrerillo cruzan de aquí para acá, no nos ven, por lo que aprovechamos para deleitarnos con sus movimientos y sus gorjeos. Al fondo observamos un gran conjunto de rocas gigantescas que taponan toda la rambla, al acercarnos vemos que es un laberinto entre el que corren las aguas saliendo por donde pueden. Este es el fin de nuestro camino, la vuelta la realizamos por el mismo lugar, ya que será el momento de prestar algo más de atención a aquellas zonas más atractivas. El bocadillo y el vino serreño ponen fin a otro lugar que siempre estará cerca para ser visitado.
Así sería el molino (www.arroyomolinosdeleon.com)
Así es actualmente

Quisiera aprovechar esta maravillosa biodiversidad, para proponer al lector no iniciado en el mundo de las plantas a introducirse la apasionante botánica, para ello voy a nombrar toda la flora observada con sus nombre comunes, así el investigador deberá descubrirlos y si puede fotografiarlos. Deberemos llevar en una libreta de campo apuntados todos estos nombres, para buscarlos y compararlos en la guía de plantas, para añadirle su nombre científico, observándolas y dejándolas en nuestro recuerdo. Será una forma de aprender la base de la vida de todos los animales, de las que no solo nos alimentamos y nos aportan el oxígeno vital, sino que nos dan la posibilidad de interactuar con ellas y sus animalillos correspondientes adaptados a su ecosistema.

Sauceda
Material necesario para la actividad de botánica: cámara de fotos, cuaderno de campo, lápiz y guía de plantas.
Bosquete de lentiscos
Relación alfabética de plantas observadas durante la ruta:
Adelfa, algarrobo, altabaca, aulaga, bolina, carrizo, cola de caballo, cañavera, culantrillo, esparragera, espino negro, garbancejo, granado, helecho, hinojo, junco, lentisco, marrubio, mastranzo, matagallo, pino carrasco, retama, romero, sauce y torvisco.
Fin de la ruta
* Como dato anecdótico, el tiempo que podemos utilizar para realizar la ruta está entre tres y cuatro horas, ida y vuelta, dependiendo del tiempo que utilicemos en deleitarnos con su biodiversidad.

La Reina de la Sierra