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El Río Cubillas en Kayak



Es una mañana fría de invierno, después de pasar un bosque de pino carrasco llego al principio de lo que será la ruta acuática. Está amaneciendo y todavía la abrumadora fauna del lugar no parece haber despertado de la gélida noche. Detrás de unos gigantescos eucaliptos saltan sobresaltados un grupo de patos entre los que detecto una pareja de ánades reales, pronto se dan a la fuga sin dar más tiempo de observación.
La fosca del agua levantándose por encima de la piragua me hace recordar otros pantanos gélidos granadinos, como es el caso del Francisco Abellán de La Peza. El recorrido lo inicio desde la zona de desagüe del pantano del Cubillas, bien abrigado por los dos grados escasos que sufro en esos instantes matutinos, sabiendo a ciencia cierta que pronto el sol me hará realizar una parada para despojarme de tanto atavío.
Al atravesar la zona de drenaje me viene a la mente una de las experiencias más sorprendentes que jamás podría haber imaginado, por la proa, a lo lejos, surge una familia de fochas, con unos cinco alevines, que al verme huyeron a toda velocidad. Mi reacción en esa primavera fue la de acercarme rápidamente a ellas para ver qué harían ante mí, las alcancé y en ese momento todas se sumergieron por debajo del kayak, solté el brazo por debajo de la embarcación y uno de los pequeñines tropezó con mi mano, lo que en ese instante me hizo reaccionar atrapándolo y teniéndolo sobre mis manos delante de mis narices. En dos o tres segundos lo solté, piando como un poseso y asustado por notar mis calurosas garras volvió a introducirse por debajo del agua hasta que se unió a lo lejos con su familia, pienso que fue una experiencia “milagrosa” que alguien quería que disfrutara por mis querencias hacia el mundo natural.

Estoy remando por el perímetro del embalse, Sierra Nevada al fondo pone una pincelada de arte sobre un entorno totalmente rodeado por pinos de gran porte, me cruzo con algunos pescadores que me observan con no muy buen agrado, ellos piensan que les asustaré a las piezas, por ello me retiro un poco hacia el interior del gran lago. Como casi siempre, me encuentro en una soledad extrema, sólo el salto repentino de algún que otro barbo o lucio desvía mi concentración hacia el esfuerzo y el espacio monumental que me rodea, es la época idónea para aprender de este espacio húmedo y de todas las sorpresas ambientales que encierra, el estío sería nefasto, ya que es el momento en que este lugar es tomado por los granadinos como la playa más cercana a la urbe, lo que lo hace casi intransitable por algunas de sus riberas.
Es un pantano pequeño, en una hora podríamos recorrerlo con la piragua en toda su extensión, pero a su vez es el más biodiverso de nuestra provincia. En verano se suelen ver los galápagos leprosos tomando el sol sobre las ramas secas de los árboles caídos al agua. También en esa época se manifiestan las grises garzas imperiales intentando capturar a los sorprendidos peces, incluso he llegado a ver gaviotas patiamarillas descansando en estas aguas para su posterior viaje algo más lejano. Esto no quiere decir que en otros momentos anuales no disfrutemos de visiones faunísticas, todo lo contrario, seguro que en este desplazamiento tropezaré con más de algún ser fascinante.

Me introduzco en una de los ramales que aparecen a mi estribor, está cuajado de tarajes de colores ocres, están perdiendo la hoja, aunque algunos de ellos, quizás por su edad, no volverán a sentir el frescor del agua inundando sus deseosas raíces. Desde ese entramado de arbustos prorrumpen un grupo de pollas de agua pataleando a una velocidad de vértigo, y casi simultáneamente levantan vuelo un dúo de ánades silbones, empieza a parecerse como esperaba el ambiente.
La escorrentía del río empiezo a notarla, no es un esfuerzo excesivo, pero la inactividad deportiva hace que experimente algo más de la cuenta el padecimiento en el tren superior de mi cuerpo. La blanquecina e inmaculada garza real alza su vuelo desde una de sus atalayas arborícolas, a continuación un grupo de tres la acompañan hacia otro punto lejano del pantano. El río se estrecha, varias urracas y lavanderas cascadeñas se cruzan de una ribera a otra, no me han detectado, posiblemente sea el animal menos esperado por estos entornos. La zona ribereña está plagada de pequeñas plantas de hoja ancha que desconozco, los zarzales inundan mi paso, y más de uno se adosa a mi ropaje, causándole algún agujero indeseado.

Con alguna dificultad voy esquivando los troncos caídos sobre el agua, en otras ocasiones hemos necesitado de un hacha para despejar el camino, esto no ocurre ahora, puede ser que las fuertes avenidas producidas por las últimas lluvias hayan dejado expedito el camino. Cerca de esta zona, en una de las veces que el río estaba semiseco, intentamos socorrer a un centenar de barbos que habían quedado encallados en la misma orilla. Cierto es que nos parecía que tenían suficiente agua para escapar e incorporarse al río profundo, pero no lo hacían. Con las embarcaciones intentamos asustarlos para que salieran de esa trampa, pero ni siquiera cogiéndolos y lanzándolos encontraban su salvación. Desistimos en el empeño, concluyendo que posiblemente estuvieran desorientados por causas para nosotros desconocidas.
Ascendiendo sin descanso progreso por debajo de un pequeño puente metálico verde, es un paso difícil, ya que la cantidad de follaje hace tener que maniobrar en un espacio demasiado pequeño. El pequeño río sigue con la misma fisonomía, los sonidos de las aves se mezclan con el paleo constante, en uno de los meandros me tropiezo de frente con un cormorán que pretendía tomar vuelo en sentido contrario a mí, en ese momento realiza una frenada espectacular, simulando un esquiador acuático, y en un giro de 180º, vuelve sobre sus pasos y desaparece en la espesura.


Me encuentro cerca del fin de mi travesía ribereña, justo debajo del puente de la carretera convertida en autovía, debo girar para volver a favor de corriente. El caudal y la velocidad del agua hacen de freno insalvable, disfrutaré del descenso paulatino.
Después de algún que otro arañazo, vuelvo a la explanada acuosa, los animales alados siguen deleitándome con sus juegos, en esta ocasión una bandada de rabilargos revolotean en las alturas de los árboles, los mosquiteros escudriñan una a una las ramillas de los arbustos buscando minúsculos insectos que pasaban por allí. Un grupo de ánsares, que siempre he observado en este lugar, atraviesan el arenal cercano, dejándose fotografiar como si fuera una costumbre en ellos. En fin, el paseo no deja de seducirme palmo tras palmo, el aislamiento que soporto con gratitud me hace sentir uno más de ellos… ¿Seré uno más de ellos?

Una vez dejado atrás el embarcadero de la universidad, me propongo pasar por la cercanía de las barcas que están amarradas al pequeño espigón privado. Vuelvo a sentir el olor humano, pescadores, caminantes, corredores, patrones preparando sus archeles, algo que me recuerda que estoy llegando al final de la ruta, en unas dos horas he podido comprobar una vez más, que cuanto más nos introducimos en el interior de la naturaleza, más nos sorprende con sus grandezas, con sus aparentes insignificancias, con sus sonidos, con sus ajetreos.

Datos de interés:

El río Cubillas se encuentra a 15 minutos de la ciudad de Granada, por la carretera de Jaén. Pertenece a la histórica Sierra Elvira de Atarfe, y para acceder a él debemos acercarnos al pantano de su nombre antes del desvío hacia Colomera, bajando por una pista forestal que nos llevará hasta una playa donde se encuentra un restaurante que abre los fines de semana.

El recorrido completo por su perímetro, incluido el río se puede realizar en una hora y media. La época más recomendable para disfrutar de él es en otoño, invierno y primavera.


Anécdota Natural:
Por primera vez he avistado una de las aves más emblemáticas de la península Ibérica, se trata del flamenco rosa, un ejemplar nacido esta primavera y que por razones desconocidas está pasando este final de verano en solitario en el pantano. Aquí dejo como referencia estas fotos que quedarán como uno de los únicos ejemplates vistos enla provincia de Granada.


 

Índice

* Sierra de Andújar: Buscando a los Supervivientes.
* El Río Cubillas en Káyak.
* El Lago de Andalucía en Káyak.

Sierra de Andújar: Buscando a los Últimos Supervivientes


Un paseo por cualquiera de las rutas de la naturaleza ibérica es siempre un placer para los sentidos. En esta ocasión nos vamos a desplazar al lugar de España donde, si hay suerte, podremos observar a tres de los cuatro supervivientes en mayor peligro de extinción de nuestro entorno, me refiero al lince, al lobo y al águila imperial; sólo el esquivo oso pardo saldría fuera de nuestras posibles observaciones.
El parque natural de la Sierra de Andújar se encuentra en pleno corazón de Sierra Morena, es una de las zonas de bosque y matorral mediterráneo mejor conservadas de España, y se encuentra influenciado por dos de los pequeños afluentes del Guadalquivir, el Jándula y el Yeguas.
Por lo tanto nuestro objetivo es muy claro, debemos introducirnos en una zona donde la paciencia y el sigilo deben hacer posible un acercamiento a estos seres que en tantas ocasiones hemos visto en los programas de protección de la naturaleza, donde su recuperación ha sido cada vez más efectiva, y ahora tendremos esa oportunidad de ver in situ en un espacio natural que fue abierto al gran público no hará muchos años.
Introducirnos por cualquiera de los bosques que impregnan este espacio sería suficiente para poder “tropezar” con estas especies protegidas, pero como ya dije antes, la naturaleza es imprevisible, y por ello deberemos buscar las zonas más proclives para dicha observación.
Canis lupus
Esta sierra tiene pocos espacios para pasear sin encontrarnos con el vallado, esto es así porque desde tiempos atrás han tenido y siguen teniendo ganadería vacuna suelta en sus campos, por lo que las vallas, además de limitar las propiedades privadas, hacen que estos animales, toros y vacas, se mantengan en paz sin salir fuera de su territorio. Esto quiere decir que penetraremos en su sierra a través siempre de senderos señalizados para ello, sin tener por qué ser nada frustrante ya que nos introducen en lugares con un valor natural altísimo, donde la biodiversidad nos atrapará con su máximo encanto.
Para el acercamiento al lobo (Canis lupus signatus), el lugar más adecuado es el situado en la carretera que va desde Andújar a Puertollano, A-6178, dejando a un lado el Cerro del Cabezo, donde se encuentra la famosa Virgen de la Cabeza, y donde se realiza todos los años la romería más antigua de España. Es una carretera muy sinuosa y estrecha, pero muy atractiva, ya que atraviesa toda la zona silvestre del Parque de sur a norte. Aproximadamente a unos 51 km, nos encontramos señalizado el sendero llamado del Junquillo, que tiene una longitud de 5’8 km lineal, y donde podremos observar al afamado lobo si la diosa naturaleza nos lo permite.
Lynx pardinus
Nuestra ruta la vamos a realizar en pleno otoño, elegimos la llamada de Los Escoriales, ya que tenemos más posibilidades de encontrar a las otras dos especies, el lince (Lynx pardinus) y el águila imperial (Aquila adalberti). Siguiendo la misma carretera anterior pero a una distancia de 15 km desde Andújar, a unos cien metros pasado el restaurante Los Pinos, encontramos un desvío a la derecha. Es un camino asfaltado donde los cortijos están a lado y lado del mismo, por lo que la precaución debe ser extrema por su estrechez. A 9’4 km del desvío aparece la cortijada de Los Escoriales, aquí dejamos el vehículo y empezamos la ruta, durante los dos primeros kilómetros tendremos varios rellanos para dejar el coche, ya que es la zona menos vistosa y la que podremos evitar. Otra opción es llegar motorizados hasta el final del recorrido, que se encuentra a 8 km desde el cortijo, pero las posibilidades de observación se reducirían por el ruido ocasionado.
Aquila adalberti
El primer trayecto es una gran dehesa de encinas en la que pastan gran cantidad de toros bravos que ni se inmutan al paso de los transeúntes, deben estar acostumbrados y su única misión es no dejar “hierba con cabeza” a cualquier hora del día. En esta primera finca nos sorprenderán los abrevaderos esculpidos en granito dispersos por todo el entorno, algo que no nos debería extrañar, ya que la mayoría del suelo del lugar se compone de esta mezcla de minerales graníticos.
Cargados con nuestros recursos ópticos vamos recorriendo el sendero, pronto debajo de varias encinas surgen de la nada los primeros ciervos, son dos hembras hermosísimas que nos miran dejando el pasto a un lado y se dejan fotografiar. Al movernos nosotros ellas de dos saltos desaparecen entre los matorrales. El camino es muy llevadero, sin desniveles, y la temperatura a estas horas tempranas es fresca pero agradable.
Las aves están ya muy activas, las urracas pasan formando estruendo, las pequeñas currucas saltan de un lentisco a otro, buscan sus diminutos frutos para conseguir la energía que sus nervios necesitarán a lo largo del día.
Abrevaderos de granito
Después de una hora de camino llegamos al lugar observatorio más idóneo del sendero, se encuentra entre varios pequeños valles, rodeado de encinas, coscojas y diversos arbustos como madroños, lentiscos, cornicabras, jaras y lavandas. Es un lugar único para la visión, estamos nerviosos, nunca antes habíamos observado a ninguno de estos ejemplares que esperamos ver, a nuestro alrededor se encuentran varios grupos de naturalistas que pretenden lo mismo que nosotros, esperamos tener suerte.
Cervus elaphus
Una vez elegido el sitio, instalamos el telescopio, los taburetes y los prismáticos, aguzamos la vista y empezamos a escudriñar. Hay un pequeño revuelo entre nuestros acompañantes, un grupo de gigantescas aves se acercan por el norte, son buitres leonados que planean después de haber ascendido en una corriente de aire llamada térmica, nos sobrevuelan y siguen hacia el Cerro del Cabezo, por cierto, desde aquí es una atalaya impresionante la morada de la Virgen de la Cabeza.
Hasta ahora el otoño en esta zona ha sido muy seco, hace una semana empezó a llover, por lo que la Berrea cervuna se ha retrasado, y eso se nota, por los valles suenan a lo lejos bramando los gigantescos machos.
Aegypius monachus (Buitre Negro)
Pasan las horas y seguimos teniendo las mismas visiones, algún que otro ciervo, perdices cantando y cruzando el valle, y los rabilargos o mohínos en bandadas pasando de un bosquete a otro en busca de grandes insectos pululantes. Patricia, mi mujer, se queda en este observatorio, yo decido dar una vuelta no muy lejos y me voy con la cámara y los prismáticos. Bajando el sendero descubro a lo lejos debajo de unos grandes riscos un macho de ciervo muerto y en perfecto estado de conservación, puede ser un reclamo para las grandes aves carroñeras, por lo que me quedo un buen rato observando. Mientras tanto, detrás de mí un pequeño petirrojo se encarga de los maduros frutos del solitario madroño, menos mal que la natura siempre nos da algo para aprender de ella. Allí no se acerca nadie, me vuelvo hacia el primer observatorio y al llegar a él dos parejas de buitres negros planean sobre nuestras cabezas, pienso que estarán viendo al ciervo cadáver y espero su respuesta. Mi gozo en un pozo, después de recrearse en nosotros siguen hacia el sur sin descubrir, o más bien sin atreverse a acercarse a dicho ejemplar. No pasa mucho rato cuando uno de los naturalistas nos llama la atención, ha descubierto en el cielo un grupo de aves, son varios leonados y por fin el águila imperial, revolotean en las alturas juntas, su alargada cola y su menor tamaño la diferencian del grupo de buitres que parecen jugar con ella. Será el único ejemplar que veamos, pero para nosotros el más importante, ya que su observación había sido por primera vez en nuestros recorridos por la naturaleza. 
Hábitat del lince
Nos estamos acercando al mediodía, el gato clavo no aparece por ningún sitio, a estas horas ya será difícil que merodee por el lugar, así que decidimos seguir el camino hasta el poblado fantasma de La Lancha, construido en los años 20 para la construcción de la presa del Jándula, y donde hubo viviendo unas tres mil personas, con puesto de la Guardia Civil, escuela e iglesia. Bajamos al pantano para almorzar allí, según algunas observaciones recientes, se habían visto por la zona meloncillos y en el río nutrias, pero nosotros no tenemos suerte, sí observamos en las orillas un grupo de unos cincuenta cormoranes grandes, y gran cantidad de garzas reales, esto significa que debe haber gran cantidad y variedad de peces en el embalse. En una de las orillas varias hembras de cabra montés con sus crías sestean sobre las piedras bajo un eucalipto. Después de comer nos vamos a nuestro observatorio de inicio. 
Ahora nos encontramos solos, es el momento  de más disfrute del día, los sonidos se incrementan, quizás por la soledad, la berrea cada vez es más fuerte, más cercana. Estamos a punto de filmar con nuestro telescopio una tarde de “National” o “Félix”. Lo que a continuación voy a narrar ocurre en un espacio de tiempo de unas tres horas, lo vivimos en un estado de gozo increíble, ya que nunca habíamos estado en un espacio natural en la época de la brama del ciervo, así que se puede entender nuestra algarabía.
Embalse del río Jándula
Un sonido estruendoso rompe el silencio del valle, varios machos resuenan casi simultáneamente en diferentes puntos del bosque. Entre el diverso matorral aparecen de vez en cuando ciervas acompañadas por sus cervunos de un año de edad. Algún pequeño macho de no más de dos años merodea por la zona. Un sonido seco y grave hace dirigir los prismáticos hacia el  lugar, un fabuloso macho de seis años irrumpe en la pequeña explanada bramando sin parar. La imagen es abrumadora, estira su potente cuello y vuelve a la carga, el ruido retumba ensordecedor, otro macho intenta entrar en el juego pero nuestro “rey” arremete contra él y en unos segundos desaparece de la escena para, a lo lejos, seguir berreando impotente.
Cada vez surgen más hembras en la explanada, el “rey” las atrae con sus bramidos, algún otro macho intenta pasar sus límites, pero él de nuevo con sus majestuosas astas lo persigue para alejarlo de su harén. Andando sigilosamente se acerca a alguna de las hembras, la agasaja con sus mimos rozándole el dorso, y se va hacia otra de ellas. Los cervatillos observan, algunos de ellos en pocos años serán similares al “rey”, deben aprender, y ¿qué mejor maestro que su propio padre?
Joven ejemplar de ciervo macho
Ya estamos inmersos en el crepúsculo, el lince debería haber puesto sus puntiagudas orejas al servicio de nuestras ópticas, parece que hoy no será así. Sin embargo es extraño, ya que en otoño, los jóvenes aprovechan para dispersarse por lo que será su territorio dentro del bosque mediterráneo, por lo que suelen verse estos ejemplares dispersos por entre los matorrales de lentiscos o jaras. 
Una última ráfaga observatoria nos lleva a descubrir un gran macho de muflón que atraviesa el harén de ciervas, y con sus blancos y negros colores sobre su lomo desaparece en la espesura boscosa. Un pequeño conejo pasa de un arbusto a otro, lo seguimos esperando la visita del gran gato, pero seguimos esperando, puede oscurecer así que nos vamos y dejamos nuestra primera huella en el lugar, la naturaleza es sabia, el hecho de no habernos permitido observar a esta maravillosa joya, hará que volvamos hasta que por fin nuestros ojos dejen de parpadear por la gran visión de un fabuloso lince sesteando en una templada granítica piedra del bosque.

El Lago de Andalucía en Káyak







Este artículo es el mismo que el autor publicó en la página web de Omei Kayak, en la sección de Senderos de Agua.


















Situación Geográfica

El Pantano de Iznájar se encuentra entre tres provincias andaluzas, Granada, Córdoba y Málaga. Las poblaciones que lo rodean son Ventorros de Balerma (Granada), Fuentes de Cesna (Granada), Iznájar (Córdoba), Rute (Córdoba) y cuevas de San Marcos (Málaga). Este pantano recibe sus aguas del afluente más importante del Guadalquivir, el río Genil, que nace en la laguna de La Mosca en el Parque Nacional de Sierra Nevada.
El acceso para llegar se puede hacer por la población de Rute (C331), si vienes de Lucena (Córdoba), por Iznájar, si vienes de Granada o Málaga, por la A92, desviándose por Salinas a Villanueva de Tapia y de ahí a dicha población.

Lugar de Salida

La opción que nosotros elegimos fue la Playa artificial de Valdearenas, en la población de Iznájar. Para su localización, habremos de cruzar el puente del pantano que nos lleva al pueblo (si vienes de la A92), y seguir hasta cruzar el segundo puente. Nada mas cruzarlo desviarse a la izquierda buscando las indicaciones de Escuela de Vela. Como el pantano se ve continuamente será fácil desviarse hacia la izquierda e ir a para a dicha playa.

Lugar de Llegada

El mismo que el de salida.

Embarcación Recomendada

Mejor si es kayak de mar, ya que es una travesía larga, aunque cualquiera de los modelos pueden ser utilizados.

Equipamiento

Kayak, remo, botes estanco, una o dos mudas completas de ropa, alimentos energéticos, agua, saco de dormir, tienda de campaña, esterilla, cámara de fotos, crema solar, gafas de sol, gorro...

Épocas del Año para realizar la Travesía

La mejor época es la primavera, ya que el deshielo de la Sierra acercará al máximo la capacidad del pantano, y será la época en que se observarán mayor número de aves acuáticas.

Distancia y Duración

Son aproximadamente 80 km. el perímetro del pantano, aunque esto será en su máximo nivel de capacidad, siendo el tiempo empleado de unas 12 horas, según el nivel físico del piragüista. En otras “Sendas del Agua” se han hecho rutas por este pantano, pero nosotros hemos querido realizar la travesía completa para poder gozar del paisaje que circunda este embalse triprovincial.
Es aconsejable hacerlo en dos jornadas pernoctando en cualquiera de las zonas accesibles para ello, desde la misma playa de embarque a la isla del Cerro de la Mezquita.

Dificultad Física

Técnicamente es muy suave, a no ser que se intente penetrar en los arroyos que lo rodean o por el mismo río Genil. El nivel físico es exigente, ya que cada día se deberá remar entre 5 y 7 horas aproximadamente.

Permisos

Para navegar hace falta el permiso de la confederación hidrográfica del Guadalquivir, que se pide en su sede en cualquiera de las provincias andaluzas. Actualmente le han puesto unas cuotas anuales a todos los embalses de dicha confederación, que una vez abonadas hacen que se os envíe la autorización
Para acampar lo mejor es hacerlo de noche para sólo montar la tienda en horas nocturnas, para quitarla al amanecer.

Fauna

Existe gran variedad de animales, que se pueden ver con facilidad, ya que la soledad de esta agua hace que estos se confíen. Podemos observar garzas reales, ánades, charranes, gaviotas patiamarillas, gansos, fochas, barbos en los ríos, carpas, palomas zuritas, golondrinas, galápagos leprosos o liebre. Hay que resaltar también la aparición por diferentes zonas de caballos, cerdos ibéricos y cabras domésticas pastando por los alrededores.

Flora

La vegetación no es tan rica, aunque no exenta de ella, ya que se puede observar gran cantidad de encinas, acebuches, olivos, espárragos y algunos bosquetes de pinar.

Lugares de Interés

Población de Iznájar, con su fábrica de aceite semioculta en las aguas y el bonito puente árabe del Molinillo. La vista lejana de Ventorros de Balerma, la desembocadura del río Genil con sus característicos meandros, la isla del Cerro de la Mezquita cargada de vegetación y la Presa del Embalse.

Descripción de la Ruta

Son la ocho de la mañana, con las piraguas en el coche nos acercamos en poco más de una hora desde Granada a la playa de Valdearenas en Iznájar. La verdad es que el pantano es asombroso, dicen que es el más grande de Andalucía, y el hecho de pertenecer a tres provincias diferentes lo hacen aún más espectacular.
Sobre las diez de la mañana iniciamos la marcha acuática, decidimos empezar hacia el Este, adentrándonos en poco rato hacia el brazo que viene de la población de Iznájar. Al cruzar el exquisito puente árabe, vemos a estribor, en alto, el voladizo pueblo anteriormente mencionado. Pronto nos encontramos los restos de la fábrica de aceite, la mayoría de ella bajo las aguas del pantano, sobresaliendo una alta chimenea que engrandece el paisaje.
Volvemos sobre nuestras remadas y pasamos rodeando el pueblo por los vertiginosos cortados líticos.
Las aguas están limpias y claras, al atravesar bajo el puente moderno de la carretera seguimos por la ribera norte del embalse, pronto los olivos nos rodean, el paisaje se torna boscoso, pero de un bosque artificial olivarero. De repente observamos en la orilla opuesta como corretea un caballo y su potrillo, lo que nos hace remar en esa dirección para ver un maravilloso movimiento que recorre la imagen en el agua mediante un reflejo nítido.
Estamos en la estación primaveral, aunque el pantano está entorno al 70% de su capacidad, el tramo que ha quedado fuera de las aguas no es árido, sino cubierto de una espesa vegetación que imaginamos atrae a numerosos animales domésticos y silvestres. Al llegar a uno de los numerosos barrancos que desembocan en “nuestro mar”, nos sorprende una diversidad de vivos colores formados por el verde oscuro del encinar y varias franjas que llegan hasta el agua de color amarillo por una parte, de los gigantescos jaramagos, y de color violeta por otra, que lo forman los digitales.
Pasamos enfrente de la pequeña población de Fuentes de Cesna, que se observa a lo lejos en las alturas. En ese momento la orilla es un hervidero, al acercarnos vemos como las carpas adultas se agolpan en ella, pareciendo que no les importara nuestra presencia. Más tarde, un pescador nos diría que es la época de desove de dichos peces, por lo que sería una de las imágenes que más se repetiría durante toda la travesía.
Nos estamos acercando a la cola del pantano, durante un periodo nos acompañan un rebaño de cabras que parecen saber su camino sin ayuda del pastor, ya que este no aparece por ningún rincón. Llegamos a un matorral acuático que sobrepasa con creces la altura de las embarcaciones y a nosotros, por lo que en algunos momentos perdemos de vista a los compañeros. Al salir de él, nos dirigimos hacia el río Genil siguiendo sus meandros constantes de terreno arcilloso, subimos el río unos ochocientos metros, pero la fuerza del agua nos “apea del burro” y debemos dejarnos llevar por su corriente, de color barro, que nos acerca de nuevo al “lago”.
Bajamos en esta ocasión por el centro del pantano, son las tres de la tarde y el cuerpo pide una buena vianda, por ello, en una orilla cómoda y llena de vegetación paramos y organizamos el almuerzo.
Siempre se ha dicho que “el campo da hambre”, y así es, en pocos minutos nos juntamos los tres con una hogaza de pan cortijero de Alfacar y con dos botas de vino de Albuñol que hacen de nuestra comida un deseoso manjar.
Después del apreciado alimento y de la reparadora siestecilla, volvemos a poner nuestras posaderas sobre el “suave” asiento de las piraguas. Nos siguen acompañando los animales domésticos, a la altura de Ventorros de Balerma varios cerdos ibéricos se nos quedan mirando como si no reconociesen a esa especie de ser vivo que sólo tiene unos largos brazos y cuyas pernas flotan.
Hasta ahora la ruta ha sido muy placentera, el viento no ha existido y la temperatura ha estado benévola. Pero esto no podía seguir mucho más tiempo, al volver de nuevo a Iznájar se levante un fuerte viento que nos hace forzar más de la cuenta a los cansados brazos, penetramos en un gran ramal en dirección sur y al bordearlo salimos muy cerca ya del punto de partida matutino, cruzamos el gran puente nuevo y en unos minutos desembarcamos en la playa.
Todo se vuelve calmado, organizamos las tiendas y la comida para descansar y soñare lo que será la esperada jornada siguiente.
A las ocho de la mañana estamos preparados para iniciar la ruta, hemos hecho un fuerte desayuno con frutos energéticos y en unos instantes entramos en el agua. Esta vez la dirección es oeste, cruzamos hacia la ribera sur para adentrarnos en otro de los grandes ramales del embalse, está inundado de olivos, por algo esta zona tiene un aceite excepcional y con denominación de origen; ¡agua no les va a faltar!.
Volvemos de nuevo a la zona central del pantano hasta llegar a un saliente pétreo que nos abre el embalse observándose la zona de mayor majestuosidad del mismo. Enfrente, un poco escorado a estribor, se encuentra la isla del Cerro de la Mezquita, la cual desde nuestra posición no da sensación de isla, sino de un nuevo entrante gigantesco de tierra hacia el pantano. Nosotros pasamos en esta ocasión la isla por su zona sur, siguiendo hasta encontrarnos otra bonita imagen poco antes de llegar a la presa, es un conjunto de picachos que circundan el embalse a lo lejos, y que están flanqueados por una vegetación variada de olivar y pinar.
Estamos llegando a la presa, nos sorprende la pequeñez de la misma, y que pueda aguantar ese “mar” que empuja desde el Genil. A la derecha de la presa se encuentra un gran espolón que naturaliza un poco la artificialidad del cemento de esta.
Proseguimos cerca de la ribera norte en dirección de nuevo al puno de salida, a lo lejos se ve la forma contra solada del pueblo de Iznájar jalonado por la atalaya de su iglesia, llegando, después de algún descanso sobre la paz del agua, hasta la isla por la parte opuesta a la que pasamos por la mañana. En ella paramos y desaguamos nuestro cuerpos, para después de tomar unos frutos secos y realizar unos necesarios estiramientos, volver a la embarcación para seguir nuestro camino, que en aproximadamente cuarenta minutos llegará a su fin.