De nuevo una Navidad más, un paseo más por los reductos del
hombre del neolítico. La sierra de la Contraviesa está plagada de lugares
recónditos donde poder disfrutar de un campo silvestre. El pinar del cerro
Salchicha, las angosturas del Ayllón, el río Adra, el río Guadalfeo o la playa
del Ruso son espacios idílicos para el naturalista en el que el aroma a
naturaleza lo invade todo. En esta ocasión la temperatura invernal de la Sierra
es benévola, la soledad del campero hace del sendero un bullicio de sonidos
deseados.
Las avecillas se sorprenden al verme por sus territorios, se acercan pero pronto se lanzan al vacío para despistar al observador. Sobre la pequeña ribera del nacimiento de Aldahayar las andarinas lavanderas blancas pasan de un montículo a otro, buscan pequeños insectos cercanos al agua que pululan todavía atraídos por el calor. El calcáreo surgimiento de agua ferruginosa y termal tiene un aspecto navideño, musgos, culantrillos, líquenes multicolor y huellas, huellas de seres diferentes a nuestra especie, caprínidos, ungulados, mustélidos y lo más sorprendente, las marcas de los pies de los urodelos. Sí, todavía siguen su atareado quehacer diario las sonoras ranas, este cambio de clima nos está desvirtuando a todos.
Sus huellas |
Las avecillas se sorprenden al verme por sus territorios, se acercan pero pronto se lanzan al vacío para despistar al observador. Sobre la pequeña ribera del nacimiento de Aldahayar las andarinas lavanderas blancas pasan de un montículo a otro, buscan pequeños insectos cercanos al agua que pululan todavía atraídos por el calor. El calcáreo surgimiento de agua ferruginosa y termal tiene un aspecto navideño, musgos, culantrillos, líquenes multicolor y huellas, huellas de seres diferentes a nuestra especie, caprínidos, ungulados, mustélidos y lo más sorprendente, las marcas de los pies de los urodelos. Sí, todavía siguen su atareado quehacer diario las sonoras ranas, este cambio de clima nos está desvirtuando a todos.
Cortados rocosos, su hábitat |
Una vez pasados los primeros trancos de la Rambla la soledad
es aún más patente, sentado sobre uno de sus grandes peñascos, observo con las
lentes el paso fugaz hacia el sur de una pareja de águilas perdiceras, es el
momento de buscar el lugar de anidación, y en estos parajes seguro que habrán
encontrado la repisa idónea para elaborar el gran nido de ramajes gigantes
entrecruzados.
El monumental sendero que forma la Rambla está cambiado, su
fisonomía se trasforma en cada una de las grandes o pequeñas riadas que surgen
casi todos los otoños, convirtiendo el paseo en algo inesperado, embriagador,
excitante. A lo lejos se escuchan los sonidos de ladridos de perros, espero que
de los cortijos cercanos, ya que en ocasiones este animal se asilvestra y
convierte estos parajes en su espacio de campeo, convirtiéndose en animales
peligrosos en épocas de celo.
Época de celo, inicios de invierno |
Palomas bravías y aviones roqueros planean por los cortados,
formando una melodiosa sinfonía al unir sus sonidos y cantos con los pequeños
chamarines, los coloridos jilgueros y los inquietos colirrojos tizones. Sobre
el sustrato arenoso y a veces húmedo del camino, cada vez son más constantes
las huellas de cabras, unas siguen mi misma ruta, otras atraviesan en diagonal,
pero lo más certero es que deben de andar muy cerca de aquí, son la especie de
mayor porte de esta sierra, la prolífica Capra pyrenaica.
Recuerdo en mi juventud, cuando empezaron a llegar las
“monteses” a estos lugares, cómo los niños nos acercábamos por estos parajes
para intentar verlas. A veces teníamos suerte pero la mayoría fracasábamos.
Cuando conseguí mi primera cámara de fotos réflex de carrete, programé una de
mis primeras experiencias simulando al Doctor Félix, la tarde anterior a lo que
sería mi aventura, me acerque a estos cortados y con una hachuela preparé un
hide (choza de ramas) para observar el posible paso de las cabras monteses. El
sitio era magnífico, huellas por doquier, excrementos, y sobre todo mucha
ilusión. Al día siguiente me planté de madrugada, antes de que saliera el sol,
dentro de mi refugio, monté el trípode y la cámara y a esperar acontecimientos.
Llegué a fotografiar cuervos y alguna que otra avecilla despistada, llegué a
observar la salida de un majestuoso búho real desde el cortado pétreo que me
precedía, pero mis expectativas si vinieron abajo cuando fueron pasando las
horas y no aparecían las añoradas montesas. Antes del mediodía desistí, era
época estival y el calor empezaba a hacer mella. Pero eso sí, lo mejor de esta
experiencia, como casi siempre suele ocurrir, el desayuno compuesto por el bocadillo
de tortilla de patatas con vino del Cerro del Gato en bota. Espectacular.
Hembras esperando al macho |
En esta ocasión, la ilusión es la misma, pero con la certeza
de que existen en estas sierras una mayor cantidad de monteses y mayor
facilidad para ser observadas, y el factor principal, una treintena de años más
experimentado.
En uno de los recodos de la rambla troglodita siento la
caída de varias piedrecillas a una distancia cercana. Al elevar la vista
aparecen en el marco esperado, son siete, compuestas por cuatro hembras
adultas, una pequeña y dos machos, el primero de unos dos años de edad y el
patriarca de la manada de unos siete años. Es el momento de tomar las
decisiones correctas, no se pueden escapar, y para ello voy preparado con los
recursos suficientes, prismáticos y cámara fotográfica con un tele de 200 mm.
Ellas me observan sin
aparente movimiento, yo, con mucho sigilo, empiezo a recolocar mis archeles
para realizar un seguimiento riguroso de esta encantadora familia, por fin me
siento sobre el saliente y comienza mi mente a recomponer la vida de estos
animales tan carismáticos en la historia de estas poblaciones.
La manada |
La sierra de la Contraviesa se encuentra situada al sur de
Sierra Nevada, y esto ha sido fundamental para localizar la cabra montés en
estos entornos, ya que Xolair es el lugar de la Tierra donde se encuentra el
mayor número de individuos de esta especie, la Capra pyrenaica. Esto ha hecho
que con los años estos animales se hayan expandido por los alrededores de su
lugar de inicio, y como el ser humano acabó con el lobo y algunas grandes
águilas, que eran las especies que podían controlar la superpoblación de la
cabra, ésta se ha dispersado por todas las serranías cercanas, produciendo en
demasiadas ocasiones daños a la agricultura tradicional serreña.
Este animal está totalmente adaptado a vivir en estos
cortados rocosos y sus alrededores, siendo un lugar idóneo para mantener una
vida adecuada, pudiendo llegar a vivir hasta los veinte años de edad. Sus patas
son únicas, son escaladoras puras, sus pezuñas son antideslizantes y lo
extremos de las uñas son durísimas, y sin articulación. Tiene una alimentación
fitófaga, acudiendo a zonas de almendrales en algunas ocasiones para ramonear
en los árboles e incluso sus cortezas. Se les ha visto por la costa tomando
agua del mar para saciar sus necesidades minerales. No suelen beber agua
asiduamente, les basta con el consumo de plantas, a no ser que hayan realizado
un esfuerzo excesivo.
Las pezuñas de escaladora |
La época de celo
suele ser a principios de invierno, atrasándose en nuestra Sierra por las altas
temperaturas, durando esta fase unos cincuenta días. La familia observada se
compone de dos machos, uno de ellos muy joven y con pocas posibilidades de
mantener relación con alguna hembra, durante la observación el macho mayor intento
cornear al joven en varias ocasiones, lo que hacía que siempre estuviera el
pequeño distante. En ningún momento el patriarca estuvo delante de la pequeña familia,
él siempre iba el último adquiriendo la postura típica de extensión del cuerpo
con el hocico inspirando y alargando el cuello. Por lo tanto estas hembras
serán montadas solo por el gran macho, teniendo un periodo de gestación de
cinco meses. Ellas, una vez fecundadas dejarán a los machos y buscarán refugio
para dar a luz en solitario aproximadamente sobre el mes de mayo, teniendo
probablemente un cabritillo, en ocasiones dos. Estos a las pocas horas de nacer
ya pueden levantarse de manera autónoma y seguir a la madre, que mantendrá el
periodo de lactancia durante unos cinco o seis meses, que de nuevo será
fecundada.
Las cabrillas, a partir del décimo día ya son autónomas para
alimentarse de plantas, alternándolas con la leche materna. La madurez sexual
les llegará a las hembras a partir de los 18 meses, pudiendo parir todos los
años hasta los doce aproximadamente. El macho puede copular a partir del
segundo año de vida, aunque la lucha con sus congéneres mayores le llevará a
tener mucha dificultad para conseguirlo.
El gran macho |
Las imágenes gráficas de esta manada han sido excelentes,
las he perseguido con sigilo durante varias horas, observando algunos de sus
comportamientos insitu, como el chiflido que realizan cuando se ven acosadas o
en peligro, que conmigo lo han realizado sólo cuando nos encontramos al inicio
de la mañana. El movimiento de la hembra principal que hacía que todo el grupo
se moviera a la par o el desprecio de ellas y del macho mayor hacia el menor,
dejándolo a veces por detrás y a gran distancia.
El hecho de haberlas tenido tras la mirada del objetivo he
podido calcular los años de vida de casi todas ellas, cada surco diferenciado
que tienen en la cornamenta los machos marca un año de vida, por lo que el
pequeño debería tener unos dos o tres años, mientras que el patriarca podría
tener siete. Las hembras tienen unos pequeños cuernecillos que las hacen
diferenciarse claramente del género contrario, son más pequeñas y no poseen la
barba de chivo de los machos mayores.
La gran hembra |
Está atardeciendo, ya por las laderas más cercanas a la
población aparecen otras pequeñas manadas, al unirse a la estudiada se marcha
por los cortados verticales, por ahí no paso yo, así que abrumado por el
destino natural que me ha precedido hoy, sigo mi camino hacia mi especie. Esa
la conozco aún mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario