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El Reto Mental de los Supervivientes, una experiencia por la Serranía de Huétor



… Se está resistiendo el encendido del fuego, la depurada técnica debe ser más precisa, de repente una de sus chispas consigue el milagro, la llama asciende en unos segundos por el escrupuloso ramaje creando una acogedora alma de fogata.


Se han desplazado desde Móstoles para disfrutar de las experiencias que tenemos preparadas en la Sierra de Huétor sobre técnicas de supervivencia en la naturaleza. Van a ser poco menos de dos días y una noche, y en la charla de presentación les proponemos lo que serán las actividades que hemos programado. Están muy interesados, y viendo su predisposición le damos la oportunidad de experimentar una noche con pocos medios en pleno parque natural.

El otoño empieza a dar color al bosque, el día es espléndido, en grupos estamos investigando distintas técnicas que serán necesarias en algunas situaciones extremas en contacto con el medio físico. Pasan de las seis de la tarde, con las brújulas y el mapa nos dirigimos a lo que será una noche con algún que otro sobresalto. Nos dirigimos al lugar, es el monte que rodea el ruinoso Sanatorio de la Alfaguara, en otra época fue un pequeño hospital dedicado a la cura y tratamiento de personas afectadas por la tuberculosis. Deberemos preparar unos refugios con los recursos que nos brinda el entorno, ya que pasaremos la noche en ellos, y aunque parece que no va a llover, tendremos que prepararlos a conciencia para conseguir el descanso que nos mereceremos.

Cuando estamos en momentos difíciles y en soledad en la naturaleza, una de las situaciones más habituales es experimentar sensaciones de miedo, un miedo que, siendo una conducta imprescindible para estar en estado de alerta, la mayoría de las veces es irreal e innecesario, ya que nos puede arrastrar a estados de tensión que nos desviarán de la situación real: concentración, organización, trabajo o búsqueda de soluciones. En esta ocasión hemos querido unir la sensación de la soledad en pleno bosque con la interiorización de una de las historias más estremecedoras que envuelven a esta serranía, la aparición de espíritus en las ruinas del Sanatorio de la Alfaguara.

Después de un par de horas de gran esfuerzo localizando material para la construcción de los refugios, la noche nos echa del lugar, volvemos al campamento y después de cenar preparamos las mochilas, deberemos llegar a nuestros preparados cobijos en plena nocturnidad, sin utilizar la luz artificial y procurando un silencio sepulcral, la oscuridad será la protagonista a partir de ahora.

Estamos muy cerca del sanatorio, la noche está estrellada, los supervivientes preguntan, nosotros le damos cancha, la incertidumbre rodea sus pensamientos, son más de una veintena lo que los hace superiores y seguros de sí mismos, ¿reaccionarían igual si esta soledad se uniera a un aislamiento total, sin posibilidad de hablar con nadie y conociendo la verdadera historia que pronto escucharán?

Nos encontramos recostados debajo de dos gigantescos cipreses que jalonan el derruido hospital, la historia debe ser contada, el silencio y la oscuridad concentran sus mentes, en unos instantes volvemos al pasado, un pasado reciente que marcará sus próximas horas.

“En 1923, la alemana Berta Wilhelmi inaugura el hospital de tuberculosos de esta sierra, sus padres se habían venido a Granada para dirigir la fábrica de papel del pueblecito cercano de Pinos Genil. Cuando su hermano tenía 12 años fue afectado por la tuberculosis y murió, lo que le marco para el resto de la vida, y le hizo desvivirse por este gran proyecto.

Este centro fue considerado como uno de los más modernos de España, y en él fueron atendidos centenares de enfermos hasta que llegó la Guerra Civil y se cerró. En el año 1944 una de las enfermeras y amigas de Berta, Helene Bickmann, lo reabre y es en esta época cuando se realiza en él la máxima actividad. Helene se había marchado durante la guerra a Alemania, y una vez pasada la misma volvió, pero su hijo fue retenido en la frontera alemana para militarizarlo, creyendo que lo volvería a ver pasado un tiempo en Granada, pero esto no ocurrió nunca, siendo una de las claves de esta apasionada historia. El sanatorio siguió funcionando hasta 1960, ya que la aparición de la Penicilina para la cura de la tuberculosis hizo innecesaria la utilización de estos centros.

Hubo algunos hechos que pudieron influir en los acontecimientos recientes, la muerte del hermano de Berta, la desaparición de su vida del hijo de Helene, la cremación de los cadáveres en el mismo lugar de los enfermos que morían en el hospital, el acompañamiento y colaboración de un cura jesuita de gran altura que vivía en el centro, o unos perros que convivían con los enfermos en el recinto del sanatorio.

Se dice que estas dos mujeres fueron un ejemplo de trabajo y solidaridad con los demás, que se caracterizaron por una bondad desbordante y que con sus propias fortunas hicieron que este hospital fuera reconocido como ejemplo en todo el país.

En estos años recientes, varios estudiosos de temas paranormales han estado haciendo investigaciones in situ en este lugar. Han observado imágenes grabadas de una señora de blanco, que podría ser Helene o Berta, ya que vestían de negro siempre pero con una bata de color blanco. También se han observado en la noche el rostro de un niño, la imagen de un señor de negro y la silueta de un perro, que podrían ser el hijo de Helene que perdió en la frontera, y el cura o los perros que allí vivieron durante un largo periodo de tiempo. Estos científicos hicieron grabaciones y escucharon psicofonías de una señora que decía su nombre, Berta, y que al preguntarle si tenía miedo contestaba que él sabía que no, que no quería que las personas se acercaran por ese paraje”.


Durante el relato de esta historia los supervivientes actuales hicieron varias preguntas, la situación era más bien tenebrosa, la oscuridad y el posible miedo hacía que las miradas saltaran de un lugar a otro, las siluetas de los árboles y arbustos parecían sombras humanas, y en un momento dado varios de ellos se sobresaltaron cuando en la lejanía de la sierra observaron una especie de estrella grande verde que descendió en unos segundos y desapareció por completo.

El escenario ya estaba creado, los compañeros se miraban, algunos gastaban bromas y otros parecían preocupados. Ahora teníamos que bajar al bosque cercano, y todavía nos quedaba una noche muy larga. Debían superar la prueba, en parejas habían construido su refugio y ahora lo localizarían para descansar y pasar las tinieblas en él.

Recogemos las mochilas y descendemos hasta nuestras moradas, los últimos retoques hacen que tengamos algo más de seguridad, el olor a ajo en algunas de las estancias recuerda que es uno de los medios más efectivos para persuadir a los animalillos que puedan acercarse, ya que podrían picarnos al estar prácticamente a la intemperie. Estamos separados y repartidos por todo el entorno, esto dará sensaciones fuertes, siendo el objetivo que pretendíamos.

La noche va pasando, entre movimientos, repullos y sonidos extraños, vamos aguantando el frescor nocturno. De vez en cuando una luz aparece por el entorno selvático, ramas crujiendo de posibles zorros, ginetas o jabalíes. De madrugada un grupo de jóvenes traen al entorno del sanatorio a sus novias para impresionarlas, se cruzan con uno de nuestros compañeros que había salido a investigar el edificio, al verlo chillan despavoridamente, nosotros en los refugios nos incorporamos, pero no salimos a cerciorarnos de lo que es. El compañero nos contará por la mañana que debió encender el móvil para que se percataran de él, ya que si se lo encontraban con todo apagado y más cerca podrían haber reaccionado agrediéndolo por la impresión.

Las constelaciones van desapareciendo en su largo caminar, en pocos minutos los primeros pajarillos responden a los cantos de sus congéneres, un paseo matutino me hace ver con la luz natural cómo han permanecido esta noche los supervivientes en sus estancias, no parece esta época, ni esta civilización, acurrucados algunos por el frío no se les distingue de cualquier otro animal. Todo ha ido bien, instantes de pensamientos extraños, pero largos momentos para el sueño. Uno de ellos ha pasado frío, quizás su lecho no estuviera suficientemente protegido de la climatología, ha estado trotando por el bosque, normal, es la mejor calefacción que conocemos, en otra situación podría haberle salvado la vida.

… Ya bajamos por el sendero, nos vamos contando nuestras anécdotas, nos espera un buen desayuno y unas cuantas lomas y cimas que patear, todavía la naturaleza nos sorprenderá con muchas más experiencias, el miedo, la oscuridad, la mentalización, posiblemente nuestro espíritu se habrá visto reforzado, Gracias Berta, gracias Helene.


* Las imágenes del sanatorio en blanco y negro han sido extraidas del blog
blogdebelenpuertas.blogspot.com