Contenidos

Capítulo V


No han pasado todavía dos horas cuando el agua vuelve a desperezar nuestros cuerpos, la mirada focaliza la ciudad fenicia de Baria (Villaricos), que fue fundada allá por el siglo VIII a.c. por los navegantes , al localizar en la zona plata y plomo que posteriormente explotarían. Aún nuestras fibras musculares no reaccionan al esfuerzo, parece que el descanso haya lastrado las embarcaciones, es normal, en poco tiempo no pensaremos en las paladas y seguiremos con los sincrónicos movimientos circulares.
Navegamos muy cerca de la costa, un valle amplio y cercano nos hace prestar atención a un movimiento rápido y sigiloso de varias aves, unas siguen su nado, parecen fochas, otras levantan un corto vuelo y desaparecen en el carrizal, son ánades reales, huidizos y desconfiados de estos piratas inofensivos que ellos no saben distinguir. Acabamos de salvar la desembocadura del río Antas.


El calor es abrasador, las cuatro canoas vamos reunidas, conversamos para evitar la desidia, la costa es amplia, sin roquedos ni collados, cada vez nos acercamos más a Garrucha. A lo lejos distinguimos su puerto, esta población se caracteriza por su gran arraigo pesquero, que se hace patente con la inquietante animación que existe en los alrededores portuarios. Esta es la próxima anclada, debemos organizar la cena comprando las viandas para esta primera noche conjunta. Mientras, Ángel, Fernando y Gerardo se dirigen a “zoco”, nosotros aprovechamos para desaguar la embarcación y hacer unos estiramientos relajantes. Observamos que sigue denotándose la influencia de otras épocas beligerantes en la que se hacía necesario la defensa del litoral, aquí, en Garrucha, nos encontramos con el hermoso Castillo de Escobetas.


Las piraguas están de nuevo a flote, los hidratos de carbono han resucitado nuestros motores. Al iniciar la ruta debemos detenernos unos minutos para dejar paso al gran petrolero que sale del puerto. Con Fernando al frente continuamos la travesía, el mar está cambiando, se embravece, nuestra canoa es abierta lo que hace peligrar la flotación la masiva entrada de agua. Seguimos intentando cortar las olas en perpendicular, pero al caer la embarcación en la bajada de la ola salpica con fuerza, introduciendo demasiados litros de agua en cada intento.
En estos momentos Gerardo y nosotros vamos juntos, cerca del litoral, él nos está avisando de lo baja que se encuentra la piragua, la bañera está prácticamente llena de agua y los botes estanco flotando por “cubierta”. No debemos arriesgar más, salimos a la playa como podemos, y con la ayuda de los tres conseguimos desaguar al “navío”, aunque para ello tenemos que vaciar todos los compartimentos,.
Hemos logrado estabilizar la embarcación, el mar, aunque agitado, parece darnos una tregua, algo que agradecemos ya que debemos seguir el rumbo establecido para que los ánimos de todos el primer día no decaigan.

Asoma Mojácar jalonando la Sierra de Cabrera como si de un balcón al mar se tratara, el río semiseco de Aguas se va quedando a la zaga, observamos el Castillo defensivo de Macenas, y en esos momentos recuerdo aquella historia que leí una vez sobre el pueblo griego Aqueo y sus incursiones por el Mediterráneo.
Estos eran unos expertos en la piratería, se acercaban a las naves comerciales, si creían que eran más fuertes que ellos comerciaban, sino, les atacaban y despojaban todo lo que tenían. Sin embargo todavía les atraían más las invasiones en tierra, saqueando aquellas poblaciones ribereñas que no tenían defensas, aprovechando para varar y sacar el agua de sus ágiles pero endebles galeras.
Nada más cercano a nosotros que esta historia, nuestras “galeras” son aún más frágiles, y nosotros, “piratas” amantes de la historia y la aventura que nos hace revivir aquellos momentos.


El avance es progresivo y seguro, volvemos a ir todos juntos, la masificación humana nos hace dudar de la zona donde deberíamos desembarcar. La energía empieza a flaquear, por fin y después de unas “leguas” dubitativos “plegamos velas” y desembarcamos en una playa de Mojácar que nos daba buenas sensaciones relajantes. Empezamos a montar el campamento, son las 8’55 p.m., se nos acercan algunas familias a curiosear, nos preguntan, nosotros respondemos, pero lo que realmente nos apetece es descansar. Hemos encontrado a lo lejos unas duchas de “agua dulce”, ¡excepcional!, después de asearnos la ropa seca nos alivia, complementando esta sensación los ricos manjares expandidos por la refrescante arena de la costa mediterránea.
A las once de la noche nos retiramos a nuestros aposentos, el chasquear de la ola sobre la orilla es envolvente, nos relaja..., nos dormimos.

No hay comentarios: