Contenidos

Salomón VI

Verano de 1993. “El Coloso Europeo”

Llevamos unos días en Chamonix, Francia. Durante estos años hemos realizado multitud de rutas por las montañas relativamente cercanas, por ello, para gozar de ellas con más seguridad, hemos federado a nuestro grupo de amigos, y ahora nos llamamos “Club de Montaña ANACON”. Esta situación parece que nos da un caché, nada más lejos de la realidad.

Como decía antes, estamos en el país vecino, queremos ascender a la cima del Mont Blanc, para ello nos hemos preparado concienzudamente en Sierra Nevada, y llegamos con todas nuestras capacidades a flor de piel.

El tiempo en el pueblo es muy agradable, nos acercamos a la estación meteorológica y nos informan que al menos en cinco días no se podrá subir a la montaña, se prevé un gran temporal de nieve. Nosotros, por falta de experiencia y solvencia, decidimos subir hasta el refugio de Gouter, ya que serían pocas horas y todavía el cielo parecía benevolente.

Muy cargados iniciamos el ascenso, primero en tren de cremallera y después a pie. Pronto empezamos a pisar nieve, pasmos el refugio de Tete Rouse, y en algunos momentos debemos ponernos los crampones. Nos aproximamos al Gran Couloir, es uno de los pasos más peligrosos des ascenso, ya que nos aconsejan pasarlo rápido, de uno en uno, asegurados y con casco. Ninguna de esas premisas llegamos a cumplirla, sin embargo tenemos suerte y no surge ningún problema. A la vuelta sufriríamos el mayor percance entre la vida y la muerte que jamás hemos padecido, dos grandes avalanchas pasarán muy cerca de nosotros. Habría sido el final.



Empezamos a realizar una gran trepa entre riscos y hielo, asegurados por cables, a un ritmo muy lento, ya que el peso de la carga y el viento por las aristas nos hace ser muy precavidos. Después de un gran esfuerzo físico y mental llegamos al refugio de Gouter, de momento estábamos salvados. Mis sentimientos afloran desde lo más profundo, mi interior no dejaba de pensar en mi querida alumna Rocío, el cáncer la tenía en una situación complicada y yo quería ayudarla desde lo más hondo de mi espíritu.

Esa misma madrugada bajaron todos los alpinistas hacia Chamonix, nos quedamos solos. Pasarían cuatro largos días entre nieve densa, pensamientos negativos de cómo bajar ese couloir de nuevo y cristalizado como estaba, momentos a treinta grados bajo cero, y lo que es peor, sin conseguir la cima por cien metros de altitud o una hora aproximada de camino...

Por fin estamos en Chamonix, nos espera la costa mediterránea. ¿Volveremos alguna vez a esta montaña?.


Invierno de 1994: “El Fuego”

Sigo investigando el mundo de la naturaleza, es el primer año que estoy en Puebla de Don Fadrique, me encuentro solo pero el lugar y su entrono es el idóneo.

Uno de los contenidos que más me atraen del mundo de la Supervivencia es el del “Fuego”, ¿fue tan importante en otras épocas y civilizaciones?, pienso que sí, sin él posiblemente nuestra evolución se habría quedado en tan solo un intento.



Una de las técnicas más sorprendentes para mí era el horno de piedra, había leído que con unas cuantas piedras y un poco de barro una persona podía construirlo, y lo que es más sorprendente, utilizarlo. Yo estaba dispuesto a poner en práctica mis conocimientos, dicho y hecho. Una tarde encargué a la panadería del pueblo un poco de masa de pan, y al día siguiente, después de clase, me marché a la sierra con muy buenas intenciones culinarias. Era un pinar hermosísimo, la humedad lo impregnaba todo y las materias primas para mi construcción eran fáciles de conseguir. Me puse manos a la obra y en poco menos de dos horas el horno estaba terminado. ¿Funcionaría?.

La siguiente tarea era buscar leña, también fácil, para una vez conseguida encender el hogar del fuego durante una hora aproximadamente, manteniendo el horno a alta temperatura. En ese momento introduje la masa de pan en su compartimento correspondiente, estuvo caso otra hora dentro y con el fuego encendido, y por fin llegó la hora de sacarlo y probarlo. Todo un éxito, a partir de ese momento esta técnica se llamaría el “Horno de la Sagra”, en honor a la sierra que lo vio nacer.

Primavera de 1995. “Mi primer Campamento en Cazorla”

Cuando era un niño, durante los estíos venían “veraneantes” que nos contaban que habían estado en talo cual campamento, narrándolo de forma que parecía ser una de las actividades preferidas para ellos. A nosotros, en Albuñol, nadie nos había ofertado esa oportunidad, por lo que ese hecho se me quedó grabado en la mente durante muchos años.

Ya de mayor, siendo profesor de mi tercer colegio, vi la posibilidad de “arriesgarme” organizando un campamento propio. No fue difícil convencer a los profesores y director del Centro, tampoco lo fue a los alumnos, pero a los padres necesitamos ser muy sinceros y parecer seguros en nosotros mismos para que aceptaran.



Llegó la hora y el día de emprender esa aventura, después de un largo camino en autobús llegamos al fabuloso campamento juvenil de “Los Rodeos”, situado a muy poca distancia del Centro de Interpretación del Parque, llamado “Torre del Vinagre”. Conmigo iban dos profesores a los cuales guardo un gran cariño, Elvira y Jesús, entre los tres conseguimos montar las tiendas y organizar el comedor para treinta y cinco alumnos. Después de organizar algunas actividades lúdicas llegó la noche, entonces surgió del bosque un ser sorprendente, una piara de jabalíes de todos los tamaños, a los cuales nosotros no le dábamos ningún miedo. Los profesores nos asustamos, teníamos a nuestro cargo a un número importante de niños, no sabíamos si nos atacarían los ungulados y decidimos meternos todos en las tiendas a ver sus reacciones. Fue uno de los momentos más gratos que recuerdo de mis campamentos, los cuadrúpedos merodeaban por todo el recinto, nosotros encendíamos las linternas y todos aprendimos algo ,muy importante: si a un animal no le molestas, él no te molestará a ti.

En los días siguientes veríamos como el pica pinos tamborileaba los troncos buscando larvas, los cuervos y arrendajos nos intentaban robar pequeños trozos de comida y el río, el gran río andaluz nos hacía estremecer con su sonido nocturno.

Este sería el primero de muchos campamentos organizados en las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, algo que ha marcado mi labor en la docencia.

En los años posteriores y con distintos alumnos de los colegios de Puebla de Don Fadrique, Íllora, Monachil, Fuentes de Cesna, Puerto Lope, Zaidín y Alhendín, tuvimos multitud de experiencias, la mayoría positivas, y las que no lo fueron tanto sirvieron para ganar en seguridad. Se me vienen a la mente algunas de ellas, como cuando mi compañero Manolo y yo mismo tuvimos que salir a pedradas detrás de un grupo de jabalíes que, por la noche, habían asaltado el campamento, comiéndose mi cena y rompiendo varias tiendas. Otra vez hacíamos una ruta de senderismo por la cascada de Linarejos cuando una fabulosa culebra Bastarde salió al camino, la capturamos y fotografiamos, dejando que siguiera su tortuoso reptar. También recuerdo momentos duros, aquella vez que probando una tirolina fui arrastrando la espalda y mis posaderas sobre una pendiente de unos cincuanta metros, quedando magullado y con pocas ganas de seguir, pero alguien que estaba por encima de mí propició que no fuera nada importante. Otro día un grupo de alumnos estaban construyendo un pozo indio con una pica de espeleología, y en un descuido una de ellos se hincó la misma enla mano, rápidamente nos desplazamos al centro de salud temiéndonos lo peor, sin embargo siguió la niña perfectamente con nosotros. La procesionaria, todos sabíamos que era tóxica, pero ninguno la habíamos probado, en una ruta cayeron varias de las orugas sobre uno de los niños, el picor era tremendo pero con mucha suerte, el niño lo aguantó hasta llegar al campamento, y con agua fría y un poco de amoniaco pudo seguir con el grupo. Y por último, la vez en la que realizando una escalada, a uno de los niños se le vino encima una gran roca, le pasó por encima sin rozarlo y cayó al suelo, tuve que saltar para esquivarla, pero detrás de mí estaba una alumna, al avisarle, ella, que iba corriendo, tropezó y la roca saltó su cuerpo tirado en el suelo... Los riesgos de la naturaleza.

A Elvira y Jesús, dos amigos como pocos.

No hay comentarios: