Carbonero Garrapinos y Carbonero Comun |
Sentado en
silencio dentro del hide los olores y las melodías de los minúsculos pajarillos
me traen recuerdos de otra época, recuerdos de mi niñez.
Aguadero de la Fuente de la Rana |
“Al bajar la
cuesta del barrio llegaba a la plaza, allí estaba de nuevo, como todos los
otoños e inviernos, en la puerta de la sastrería colgado un jaulón plano lleno
de inquietos colorines; ese fin de semana debió ser exitoso con el trampeo de
la red, la gente se acercaba y le preguntaba, ¿a cómo los vendes?, y así seguía
perpetuándose las tradiciones de generación en generación. No tendríamos todavía
los quince años cuando mi amigo Matías me comentó que si quería ir con él y con
su padre a coger colorines al barranco de los Alamillos, que se pasaba muy bien
y que lo mejor sería el contacto con el campo, sobre todo a la hora de
almorzar. Yo me animé, preparé mi mochililla de trapo con agua y un bocata de
salchichón, y a las seis de la mañana ya estaba esperando en la cruz del
Calvario a que llegaran ellos.
Reyezuelo Listado |
Al poco tiempo apareció el seiscientos con tres
personas, los que yo esperaba y Antonio, un amigo del padre y que yo conocía
bien porque regentaba la única relojería del pueblo. En no más de diez minutos
nos plantamos en el barranco, cogimos todos los utensilios y echamos a andar;
al llegar al sitio conocido por ellos, los mayores empezaron a montar la red,
mientras nosotros los niños recorrimos el barranco tapando con ramajes todos
los posibles lugares de agua para que los pajarillos no pudieran beber, así no
tendrían otra opción que tomar el agua en el “aguaero” que estaban preparando.
Cuando terminamos nuestra tarea volvimos al lugar donde estaba ya montada la
trampa, ellos habían casi terminado de construir una choza para poder
introducirnos todos a la espera de la llegada de las aves; nosotros ayudamos a
terminarla y pasamos dentro. Silencio, tensión, tirón y captura; así pasaron
las horas, cogimos unos diez o doce colorines, pero el rato de técnica de caza,
el “sinvés”, el reclamo, la colocación correcta de la red, el golpe seco al
tirar de la cuerda; si le acompañamos el rato de bromas, los cabreos cuando los
pájaros no entran por un movimiento en falso nuestro… y si terminamos al
mediodía con el portentoso bocadillo de longaniza seca, con una pipirrana preparada en el momento por
los mayores debajo del caqui, os puedo decir que fue indescriptible.
Curruca Capirotada |
Con los
años salimos juntos muchas veces, con anécdotas inolvidables, y por supuesto la
amistad se acrecentó; aunque nuestra diferencia de edad era palpable, ellos
hacían de su saber algo que a nosotros nos encantaba, y así fue, ya eran como
ahora, recuerdos, pero para toda una vida. Alguno de ellos ya falta, pero solo
su presencia, en el corazón no faltará jamás.”
Prosigo con la
tarea que me he propuesto esta mañana de inicio de invierno, esas anécdotas
pasaron y para mí, aunque parezca una contradicción, fueron mis primeras
experiencias con el mundo de la naturaleza, con la ecología; nadie en aquella
época hablaba ni nos educaba en la concienciación hacia el medio ambiente, ni
nuestros padres ni nuestros maestros, así que la evolución de la Tierra y la de
nuestra especie, hizo que nos adaptáramos para intentar dejar a nuestros hijos
y nietos un mundo al menos igual que el que nos dejaron nuestros abuelos; y en eso estamos,
hoy la choza está montada, sin ramaje, pero simulándolo. Dentro estoy también
en soledad, en austera soledad; no busco capturar a ninguno de esos seres tan
especiales, sólo quiero observarlos, oírlos
y oler la mezcolanza del agua con la tierra y las hojas secas recién
caídas de la arboleda de frondosas.
Carbonero Común |
En una caminata de poco menos de una hora
desde que salí del cortijo está todo preparado en el “aguaero”; el hide, la
banqueta, el trípode, la cámara de fotos, la guía de pájaros y varias
mandarinas. La choza tiene aberturas por los cuatro costados, pero está
totalmente mimetizada; a primera hora los cantos son tenues, empiezan a llegar
pajarillos al chorro de agua, aunque les sorprende el “cacho” de arbusto que ha
aparecido de la nada a orillas de la surgencia de agua. Ellos revolotean de
rama en rama, no obstante este pequeño arroyo se encuentra entre una arboleda
adulta de sauces, zarzas, olmos y tres monumentales encinas de centenares de
años.
Después de
largo tiempo, una pequeña curruca se lanza a la poza, desde una piedra que
sobresale salta al agua y bebe, se baña girando su cuerpecillo de lado a lado
durante varios segundos. Esto atrae a otras aves, y de repente empiezan a
confiar en el arbusto artificial que preside el manantial.
Verderón Común |
Una mirla cruza
longitudinalmente como una exhalación el valle, de pronto un sonido diferente
se acerca cada vez más por encima de mi
cabeza; la gran encina que da sombra al hide tiene unos vecinos imprevistos
para mí, son una pareja de ardillas que corretean si parar de arriba abajo; les
ha llegado la época del celo, se persiguen a una velocidad insólita, de vez en
cuando paran y miran hacia abajo, allí estoy yo camuflado y sorprendido, están
a poco más de dos metros de distancia, parece que de un momento a otro se
lanzarán sobre la techumbre de la choza, pero deciden subir y siguen sus
correrías sobre las copas de los grandes árboles.
En la lejanía
de la vaguada se escucha el vareo del olivar, los aceituneros altivos, allí los
temporeros se afanan por recoger las olivas que ahora se encuentran en su punto
para conseguir la cosecha del oro verde, el aceite virgen extra de Mágina, de
Jaén, de la tierra del olivo.
Picogordo |
Sin embargo, en la cercanía del bosque de ribera
que me rodea, la sintonía es bien distinta, multitud de sonidos envuelven la
nebulosa de la sierra; los gritos desesperados del arrendajo asustan a los
pequeños chamarines que de repente se callan, un grupo de cinco mitos llegan al
durillo donde juguetean antes de lanzarse al agua, allí saltan y chapotean sus
alas sobre el cristalino refrescante; no parece invierno, ellos también lo
notan, por lo que no paran de brincar al arroyuelo para refrescar sus
cuerpecillos.
No doy abasto,
por cada uno de los rincones del entorno surgen nuevas especies de pajarillos,
un trepador azul deja de escudriñar el tronco del serbal para acercarse a
beber, él no se baña, en segundos desaparece, lo que hace que no pueda capturar
su imagen como pretendía. Sus dos caperuzas las delatan, una pareja de currucas
capirotadas se dan el chapuzón debajo del caño, ella con su gorro marrón y él
con el suyo negro se salpican mutuamente hasta hartarse y se marchan.
Petirrojo |
La multitud de
cantos delata mi ignorancia hacia la mayoría de ellos, intento observar por
dónde se producen los sonidos para relacionarlos con la avecilla, pero es
imposible, prácticamente sin verlos se diluyen. Tórtolas, arrendajos, mirlos,
petirrojos, verdecillos, verderones… y unos cuantos más los tengo asociados a
su cantar, pero son muchos, muchísimos, por lo que en cada salida como esta
intento capturar no solo su imagen sino sus sonidos, a veces hasta lo consigo.
El esquivo zorzal por fin ataca la poza, se mete detrás de una gran roca, logro
captar la efigie de su cabeza y con el sonido del pulsador de la máquina se
esfuma entre la espesura; al sentarme en la banqueta se siguen escuchando las
avecillas, cuando saltan del aguadero una vez satisfechos del baño detecto su
tamaño, cuando llegan pasa igual, las aves grandes como torcaces, tórtolas o
zorzales hacen un estruendo importante que delatan con facilidad las especies
que son; la dificultad llega cuando tienen un tamaño intermedio como los
verderones, colorines o pinzones, la resonancia es más sutil y al asomar el
objetivo por el hueco suelo imaginar la especie que voy a intentar fotografiar.
Currucas Capirotadas. macho y hembra |
Por último están las pequeñas, currucas, chamarines, carboneros o herrerillos, estas
casi ni se escuchan, solo las revelan cuando están en pleno chapuzón, lo que a
veces es ya tarde para su captura. En
este caso no, acabo de detectar uno de esos animalillos que son únicos en la
naturaleza, es un reyezuelo listado, el ave más pequeña de Iberia que con su
cabecilla anaranjada y su diversidad de colores corporales la hace de un
atractivo sin igual para mi tomavistas.
Las
sembradoras han estado jugueteando toda la mañana por las partes más aéreas de
los árboles, sus chillidos en ocasiones me ha sobresaltado, pero hay que
entenderlas, el amor es el amor.
Ardilla Roja |
Después de una excesiva tensión por las que
podrían ser unas apariciones inesperadas entre los matorrales buscando el agua
cristalina matutina, me siento a tomar un refrigerio; cuando aún no he
terminado de pelar la anaranjada mandarina, ni longaniza ni pipirrana, siento a
mis espaldas un ruido distinto, son pasos sobre la hojarasca de la parra que
asciende hacia la gran encina, me revuelvo y observo a uno de esos espectros
que nos acercan a lo silvestre, a lo que somos, animales sobreviviendo en este
maravillosos mundo, es una comadreja. Cojo la cámara e intento capturarla, es
imposible, se mueve rápido y de forma inquieta; esos pocos segundos han sido
los nutrientes que necesitaba para complementar la fruta que a continuación
terminaría de engullir.
Al desaparecer entre las zarzamoras detecto algo único,
el bosquete de ribera se ha paralizado, no se oye, no se escucha nada excepto
el discurrir del arroyo; hasta que no pasan unos largos instantes no vuelve la
normalidad, la melodía, los saltos a las pozas, las persecuciones entre el
ramaje, los amoríos de las ardillas… Es una cazadora, una matadora, está cerca
de la cúspide de la pirámide, lo que la convierte en temor del resto de los
animalillos, pero ya se ha marchado, todos pueden salir de sus escondrijos, la
vida les ha dado una nueva oportunidad.
Mito |
Las sombras
indican la cercanía del mediodía, la humedad y el frío ya ha hecho mella en mis
huesos, así que estoy a punto de terminar este baño de bosque cuando uno de los
reyes de estos campos aparece, es el hosco picogordo, me coge desprevenido pero
en esta ocasión logro enfocarlo en el último baño de la mañana; la naturaleza
me ha dado otra nueva satisfacción.
Herrerillo común |
Zorzal común |
Pinzón común
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Colirrojo Tizón |
Verderón Serrano
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