Contenidos

Ruta en Bicicleta por la Cuna de Andalucía: Travesía del Río Guadalquivir


La imagen más representativa del Camino: sumergido en la fuente de la Mezquita cordobesa, el caluroso  valle del Guadalquivir hizo mella.


Dos años después un intrépido zorro hace más grande nuestro Camino, ¿una casualidad?, no, una suerte.



Datos

Resumen: desde el nacimiento del río Guadalquivir (Cañada de las Fuentes de Quesada) hasta su desembocadura (Sanlúcar de Barrameda)
Kilómetros totales recorridos: 620
Etapas: 6
Calendario: del 11 al 16 de julio de 2011
Lugares históricos de paso de la travesía: Cañada de las Fuentes - Pantano del Tranco - Villanueva del Arzobispo - Andújar - Montoro - Córdoba - Sevilla - Parque Natural del Bajo Guadalquivir - Parque Nacional de Doñana - Sanlúcar de Barrameda.

Prólogo

Subida al Nacimiento
Nada más terminar el Camino de Santiago en el 2010, al llegar a casa pensé que debía aprovechar esa capacidad mental y de esfuerzo para seguir cabalgando en tiempos venideros. La siguiente aventura tenía que ser original también, tenía que poseer un plus de motivación que la hiciera atractiva no solo para mí, sino para los que me acompañaran e incluso para los lectores de mi singular blog, ya que debía tener rasgos de aventura y supervivencia y rasgos culturales e históricos. De esta forma pensé en la oportunidad que me daba el río más importante históricamente de Andalucía, el Guadalquivir, ya que poseía todas las facetas necesarias para llevarlo a cabo, larga distancia, variedad de pueblos con diferentes tradiciones, controversias históricas por su nacimiento, variedad geográfica y el paso de todas nuestras civilizaciones que hicieron de nuestra región una de las más florecientes en el trascurso de la historia.
El río Tarsis o Betis será otra gran aventura que espero poder trasmitir a las personas que leen este blog, inculcando a todos la necesidad que tenemos de movernos, conocer, criticar y desenvolvernos ante cualquier situación que se nos presente, teniendo en cuenta el eslogan “El dolor es pasajero, el orgullo dura toda la vida”, con el que intento expresar, sobre todo a mis alumnos, que para conseguir un objetivo “siempre” necesitaremos una gran capacidad de trabajo, y que una vez conseguido enriqueceremos nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu, un espíritu que nos llevará a lograr cualquiera de las necesidades que se nos planteen.

Parque Natural de Cazorla



Cuaderno de Bitácora

Primera etapa: 21 km. 1'30h.
Etapa previa de acercamiento: Puerto de las Palomas – Empalme del  Valle – Vadillo Castril – Puente de las Herrerías – Nacimiento del Guadalquivir

Pino centenario
A las 14’30 tenemos todos los bártulos cargados en el coche. El amigo Migue nos va a llevar al inicio de la ruta, algo que nos relaja antes de lo que nos espera en estos días, se lo agradecemos, no solo por su generosidad al acompañarnos, sino por su amena conversación durante todo el camino en la que nos hace disfrutar de sus chascarrillos y anécdotas.
En unas cuatro horas estamos en el puerto de las Palomas en Cazorla, es el lugar que elijo para iniciar esta nueva aventura. Fernando, que también va a disfrutar del evento natural, no quiere forzar su rodilla delicada, por lo que subirá hasta el nacimiento de gran río en vehículo, y allí me esperará.
En una pronunciada bajada del puerto cruzo por primera vez el Guadalquivir buscando su nacimiento a la altura de la Cerrada de Utrero. Sigo la sinuosa carretera y su cauce hasta encontrar el Puente de las Herrerías, aquí empieza una fuerte subida de carril forestal que por suerte a estas horas está plagado de sombras arbóreas. El bosque de pino inunda todo el terreno, las laderas, los picos, las márgenes de la senda. Aprieta el calor, así que mi cuerpo experimenta la sensación que ya llevaremos todo el viaje, la cortina de sudor que nos envolverá a diario y en cada momento. Los desarrollos que muevo deben ser muy cortos, ya que el peso de las alforjas y la fuerte inclinación no me dejan pedalear con un ritmo más intenso. Hago alguna paradilla para observar esta maravilla de naturaleza, un ejemplar centenario de pino laricio me hace tomar una de las muchas instantáneas que realizaré en el viaje. Un poco más adelante observo una pequeña culebra de escalera que esta sesteando en mitad del camino, al acercarme veo que no se mueve, entonces la cojo y me la llevo hasta el nacimiento, creo que le habrá salvado la vida, ya que es una zona de paso de todoterrenos y no la habrán visto.
Culebrilla de Escalera
En unos 15 km. de subida llego al nacimiento del río, allí está esperando el amigo Fernando, él ya se ha bañado, así que yo dejo la bici y me doy un refrescón en el mismo nacimiento donde brotan sus primeras aguas. Saco el pequeño ofidio de la alforja y lo dejo que busque su nuevo entorno, aquí estará seguro mejor, y sobre todo no tendrá el peligro antes reseñado. Son las 20 h. y necesitamos encontrar un lugar donde acampar, decidimos subir un poco más hasta encontrar el famoso valle de la “Cañada de las Fuentes”, donde se filtra el agua de lluvia y carga los pozos subterráneos que hacen empezar a brotar el Gran Río de Andalucía. Sí, acamparemos en el mismo génesis del objeto de nuestra aventura, experimentaremos  la noche de uno de los lugares más espectaculares que hemos conocido jamás.
Primeras aguas en su nacimiento
Una vez montado el campamento nos disponemos a cenar, nos sentamos al lado de una fuente de agua helada que se deja caer hacia una alberca preciosa llena de materia vegetal y animal. Me comenta Fernando que en la espera a mi llegada ha visto una pareja de ciervos en el río, era una hembra acompañando a su cervatillo, y no mucho después un lagarto ocelado que lo observaba detenidamente, quizás preguntándose  qué hacía ese ser tan extraño en ese lugar tan idílico. Ya totalmente oscurecido disfrutamos de una cena diferente, los sonidos son abrumadores, un jabalí llega hasta cerca de nuestro aposento, pero al detectarlo con las linternas huye despavorido. En la profundidad del valle, a pocos metros de distancia se oyen pastar diferentes ungulados, posiblemente sean ciervos y gamos, pero no los observamos.
Viendo que la noche puede ser larga, decidimos sentarnos a agudizar nuestros sentidos. En la fuente los murciélagos pasan a ras de suelo y de nuestras narices para capturar continuamente los miles de mosquitos que la rodean, el autillo macho llama a su querida respondiéndole ésta a los pocos segundos. Un búho real se oye en los cortados de enfrente y produce un vacío de silencio en todo el alrededor, los pequeños mamíferos saben que está ahí esperando a que un pequeño descuido acabe con sus dinámicas vidas.
Fin de la primera etapa
Ya es tarde y entramos en nuestras tiendas, debemos descansar para iniciar la gran ruta, pero lejos de ello lo que experimentamos es un incremento de la actividad y la vida en este espacio auténticamente salvaje. La luna está llena, así que no solo agudizamos el oído, sino que nuestra vista se llena de sombras que cruzan cerca del campamento. Cerca de nuestro lugar hay un cortijo en ruinas, de ahí la actividad de una lechuza imponiendo con su sonido la ley del que se sabe más fuerte. Un conjunto de chillidos descomunales nos sobresaltan, algún mamífero como garduñas o ginetas han debido de conseguir una captura, y el desesperado animal llama la atención con sus desgarradores gritos intentando inútilmente ver un resquicio hacia la libertad.
Un campamento silvestre
Esta hiperactividad que estamos soportando no nos deja pegar ojo, pero desde luego no queremos hacerlo, después de tantos años tirados sobre estos bosques y otros, podemos decir que nos encontramos en el lugar más silvestre y con más diversidad animal conocida por nosotros. Va pasando la noche y cambian las sensaciones, en un momento dado pasan como aterrorizadas un grupo de cabras a poca distancia de nosotros, la persecución será duradera, pero se escapa de nuestro entorno. Por fin nuestro cansancio nos lleva a cerrar los ojos, ¿mañana estará todo en su sitio?, ¿algún zorrillo habrá arrastrado nuestras bolsas de comida? Posiblemente no, todo seguirá igual, realmente lo que distorsiona este paisaje no son ellos, somos nosotros. El valle más tórrido de Europa espera nuestras andanzas.


Un poco de historia:

El Guadalquivir no ha sido jamás una barrera defensiva contra las invasiones, sino una línea de comunicación. Esta es la causa de que su cuenca fertilísima haya sido la gran receptora histórica de las civilizaciones que en nuestra región se ha sucedido, forjando así nuestro carácter.


Aunque científicamente demostrado que este río nace en Topares, Sierra de María en Almería, nosotros vamos a iniciar la ruta desde el que se considera su nacimiento desde tiempos atrás (Cañada de las Fuentes en Sierra de Cazorla). Otro nacimiento que es considerado la cuna del Guadalquivir es la Fuente de Montilla, donde nace el Bravatas, afluente que nace enfrente de la sierra de la Sagra, en la sierra de Guillimona, dentro del término municipal de Puebla de don Fadrique, Granada.




“¡Detente aquí viajero! Entre estas peñas
nace el que es y será Rey de los ríos
entre pinos gigantes y bravíos
que arrullan su nacer y ásperas breñas”.

Estas son las palabras de los hermanos Álvarez Quintero que aparecen en la lápida de mármol del nacimiento del Betis.

Los griegos fueron los primeros en interesarse por el Gran Río del sur de Hispania, al que llamaron Río Tartessos, aunque no entraron en el análisis de sus fuentes o nacimientos.



Segunda etapa: 113 km. 5h. 45’
Nacimiento del Guadalquivir – Coto Ríos – Tranco – Villanueva del Arzobispo – Mogón  – Santo Tomé

Ha sido una noche de poco descanso, pero ha valido la pena, los momentos vividos en pleno bosque nos refuerzan para el camino a seguir. A las 8h. iniciamos el descenso dejando el nacimiento con todo su frescor matutino, la bajada es muy pronunciada y con un terreno que desestabiliza las alforjas repletas de utensilios y sueños.
Amanecer en la génesis del Guadalquivir
El río nos acompaña con sus aguas de suave caída, en un risco lejano se vislumbra una cabra montés observando nuestro discurrir. En algunos vallecillos el aire es frío, aún no tenemos hecho el cuerpo al calor del ejercicio, por lo que ajustamos nuestros maillot para soportar estos primeros momentos. En una de las curvas pronunciadas un macho montés nos deja que lo observemos de muy cerca, él aún no sabe el peligro que corre arriesgando ser visto por este mamífero depredador, en esta ocasión ha tenido suerte. Seguimos bajando y pedaleando vertiginosamente, pronto pasamos por el Empalme del Valle, Arroyo Frío y Torre del Vinagre, actual museo y centro de interpretación del parque natural, que en su momento fue residencia de caza del dictador Francisco Franco.
Mufloncillo
Rodando por el Parque
Estamos atravesando en parque natural de Cazorla, entre continuas sombras de pinar, cipreses y robles el río cada vez se hace más colosal. Dejamos a nuestra derecha el poblado de Coto Ríos, y a continuación surge el majestuoso pantano del Tranco, sobresaliendo la boscosa isla de Bujaraiza y su castillo en ruinas. La ruta es muy llevadera, la temperatura ideal y los paisajes, posiblemente serán los más bellos de toda la travesía. La propia carretera está llena de sorpresas, una oruga gigante me hace parar para apartarla de su posible atropello, una ardilla no tiene tanta suerte y poco tiempo antes ha debido ser arroyada, se encuentra esparcida por el suelo ya en camino hacia una nueva vida. Pretendemos desayunar algo más energético, ya que esta mañana antes de salir hemos engañado al estómago con unas barritas de cereales que se nos antojan escasas.
Salvaje naturaleza
Siempre entre naturaleza silvestre, arroyos, fuentes de manantial, arboleda centenaria, aves que nos rondan, seguimos hasta llegar al campamento juvenil Huerta Vieja. Este lugar es para mí emblemático, ya que todos los años celebramos campamentos de supervivencia con nuestros alumnos, y son ya muchos cursos y demasiados colegios los que han pasado por nuestras manos, creándose en cada rincón de este precioso lugar una anécdota que recordar. Después de beber agua en su descomunal fuente, cruzamos su pequeño arroyo y seguimos el camino.
El pantano se acaba, cruzamos su presa y nos metemos en una cantina que se sitúa en la orilla opuesta, aquí desayunamos una primera cerveza con tostada de aceite, tomate, ajo y jamón, esto ya empieza a gustarnos más.
Pantano del Tranco en máximo esplendor 
Son ya cerca de las 12 del mediodía, empezamos a bajar todavía dentro del Parque, el calor aprieta y las primeras chicharras nos deleitan con sus cantos constantes. Nos aproximamos de nuevo al gran río y sin darnos tiempo a su disfrute comienza lo que será la fase dura del día, en las horas fuertes de calor nos toca ascender un puerto que se nos antoja desolador, desmotivador, infranqueable. El viento empieza a azotarnos el sudor corporal, eso nos alegra, la bajada hasta Villanueva del Arzobispo es la que nos proporciona este alivio en unas horas inhumanas para pedalear. Hemos llegado, en un pequeño bar de la población almorzamos y bebemos con gusto, descansamos un buen rato en el mismo establecimiento y a las 16 h. proseguimos nuestro particular reto.
Recogida de agua en Huerta Vieja
Nos queda un buen descenso buscando de nuevo el río al pasar por Mogón, en estos momentos es cuando el paisaje se torna jiennense de veras, al salir de impresionante parque de Cazorla, Segura y Las Villas, el bosque autóctono mediterráneo se convierte en un inmenso conjunto de lomas repletas de olivos hermosísimos. Cruzamos el río y en pocos kilómetros nos metemos en el final de etapa, Santo Tomé. En esta población buscamos una pensión donde ducharnos y descansar, la posadera es una mujer mayor muy atenta que nos aconseja que visitemos la iglesia del pueblo. Una vez relajados salimos a dar una vuelta, entramos en la iglesia, está reformada, aunque la fachada es del 1620, una señora en su interior nos explica algunas de sus características. Es pequeña pero muy original.
Agua a raudales
Son las 21 h., en uno de los bares del pueblo nos sentamos a charlar, algunos nativos del lugar nos preguntan qué hacemos allí, al contestarles se quedan algo sorprendidos. Después de un gran tapeo y cerveceo nos vamos a descansar. El Camino se empieza a andar.


Un poco de historia:


El Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, con una superficie de 209.500 ha, es el espacio protegido más extenso de España, localizado al Este de la provincia de Jaén, donde nacen los ríos Guadalquivir y Segura. Este hecho de nacer dos de los grandes ríos españoles también ha atraído a numerosas tribus, posteriormente civilizaciones, pasando desde íberos, romanos, visigodos, árabes y por supuesto castellanos. Una de las reliquias que delatan la presencia musulmana en el lugar, es el Castillo de Bujaraiza, situado en la pequeña isla central del pantano del Tranco, rodeada por el río Guadalquivir.
Del siglo VI a.c. se encontró en el paraje de la Vega de Montiel, en Santo tomé, una efigie alada íbera y un tesorillo que también demuestran que el esplendor del río hizo de estas tierras unas de las más atractivas para el asentamiento humano en las diferentes épocas de la historia.



Tercera etapa: 137 km. 6h. 30’
 Santo Tomé – Veracruz – San Miguel – Donadío – Puente del Obispo – Vado de Torralba – Villargordo – Mengíbar – Villanueva de la Reina – La Quintería – Andújar

Plaza de Donadío
Después de una noche reparadora y un desayuno aún más, proseguimos nuestras andanzas a las 7’45 h. La rodilla de Fernando parece estable, ha sentido molestias pero soportables al ritmo intenso que lleva. El inicio de la etapa es muy suave, con leves bajadas y subidas, pero sobre todo llaneos. El olivar y el río están siempre presentes, es una carretera comarcal, por lo que el tráfico es mínimo y eso, además de la buena temperatura, hace que marquemos una velocidad importante, de la cuneta asoma una pequeña garduña que con su babero blanco parece recomendarnos tranquilidad ante la senda que nos espera. Rodeamos el embalse de Doña Aldonza por el norte y llegamos a Donadío. Aquí nos surgen dudas del camino a seguir, y un guarda nos aconseja varios caminos. Nosotros elegimos el más corto, pero por terreno más deteriorado, no nos imaginábamos lo que nos íbamos a arrepentir.
Subida descomunal, al fondo Sierra Mágina
Una vez recorridos unos cinco kilómetros de carretera en pésimas condiciones nos prestamos a cruzar el pantano de Pedro Marín, pero nuestra sorpresa es cuando un gran portalón hace imposible nuestro fin. Un trabajador de la central eléctrica nos indica un nuevo camino que volverá a rodear este otro embalse, pero nos avisa que tiene desniveles muy importantes. Empezamos a recorrerlo y efectivamente bajamos enseguida de la bici, son cuestas con porcentajes para vehículos todoterreno, cada vez que pasamos una de esas cúspides volvemos a subir en nuestro medio de locomoción. Así durante cuatro o cinco kilómetros, las rodillas “chillan”, las piernas hierven de sufrimiento. De repente aparece la pequeña carretera que buscábamos, el alivio es manifiesto.
Volvemos de nuevo a orientarnos, seguimos la carretera que lleva el Guadalquivir, y al cruzar el puente del ferrocarril por la carretera que iba a Jimena nos convencen para seguir por el carril que acompaña a la vía del tren. Éste no está mal, aunque al ser de tierra es pesado y muy polvoriento, las horas de calor empiezan a afectarnos.
Nuevo paso por el Guadalquivir
A lo lejos vislumbramos una población importante, seguimos el camino y aparece un puente del ferrocarril, en esos momentos la senda baja hacia el río, y cuál es nuestra sorpresa cuando descubrimos que ésta llega a su fin, el río la corta y nos deja dubitativos. Esto no nos lo esperábamos, subimos de nuevo la senda y decidimos buscar la carretera de Puente del Obispo atravesando unos interminables campos de olivares. El agua escasea, por una de las pistas agrícolas encontramos a tres labradores que trabajan sus campos, preguntamos por nuestro objetivo y ellos extrañados nos informan una y otra vez, salir de allí será complicado, una vez que creemos estar enterados nos ofrecen agua fresca, menos mal, lo que nos espera es subir lomas con la bici a cuestas y la hidratación será fundamental.
Puente del Obispo
Cruzamos y seguimos una y otra pista, uno y otro camino, esto no termina. El sol está en su máximo esplendor, las fuerzas se empiezan a agotar y decidimos meternos debajo de un olivo a reponer energías. Unas barritas y un cigarro por parte de Fernando serán los que nos ayuden a fortalecer no solo nuestro cuerpo, sino también nuestra maltrecha mente. Volvemos a subir y bajar cuestas entre oleas, parece todo el terreno igual, y cuando ya las dudas empiezan a ser serias, aparece la carreterilla que buscábamos, qué alegría, en pocos kilómetros nos metemos en Puente del Obispo, y después de deleitarnos con su puente sobre el gran río nos sentamos en la puerta del bar “Río Guadalquivir”, donde nos hidratamos de verdad con tres tubos de cerveza que entran de tres  tragos, el “trago” ya ha pasado, esperamos que lo que nos queda de ruta sea algo más apacible.
Sobre el Puente Romano de Andújar
Sin más dilación y con una temperatura no apta, volvemos a retomar el camino, Sotogordo, Vados de Torralba y Torrequebradilla son las pequeñas poblaciones que atravesamos, en ninguna de ellas hay posibilidades de alimento, por lo que seguimos entre el sonido estéreo de las chicharras bárbaras hasta Villargordo, allí comemos y descansamos viendo el Tour, este año parece que Contador no está para muchos trotes, habrá que esperar al siguiente.
A las 17 h. vuelven las bicicletas a calentar el asfalto, atravesamos Mengíbar y después de una pequeña parada en Villanueva de la Reina para coger agua y ver su preciosa iglesia, seguimos por la carretera comarcal de la Quintería que nos llevará hasta el final de etapa. Antes realizamos una parada para evitar el “solarín” que nos está cayendo, y al salir de nuevo Fernando observa varios frutos con aguijones que están clavados en su rueda delantera, debemos parar, el pinchazo hay que repararlo, al lado de una acequia y, como no podía ser de otra manera, entre olivos, repara pacientemente su bici el compañero, yo aprovecho para empapar el cuerpo en agua.
Torre del Reloj de Andújar
Entramos en Andújar, la cruzamos por el centro de población hasta llegar al Puente Romano, el río por aquí es majestuoso, a pocos metros se encuentra nuestra pensión, “El Botijo”, donde gozamos de una reponedora ducha y lavamos la ropa polvorienta y sudorosa. Es la hora de disfrutar, al anochecer hacemos una ruta “senderista” por el señorial pueblo, nos encanta, sin quererlo y sin saberlo tropezamos con una terraza donde, entre tintos de verano, convertimos nuestra sufrida jornada en un conjunto de anecdóticas risas.

Un poco de historia:


Andújar es una de las poblaciones con más historia del entorno. Los primeros vestigios se remontan al Paleolítico, pero es en el Neolítoco y en la primera Edad del Bronce cuando se intensifica el aumento de población del término, gracias al desarrollo de la agricultura en sus fértiles tierras regadas por el río y la minería explotada en Sierra Morena. 
Las chicharras en estéreo nos recuerdan las exageradas temperaturas

El núcleo más importante fue el de los Villares de Andújar, llamado Isturgi en la época romana, que fue perdiendo esplendor dando lugar a la población de Andújar. En esta época existió un pequeño asentamiento relacionado con el puente romano que cruzaba el Guadalquivir, río que se convirtió en una de las principales vías del sur de conexiones entre poblamientos. Fue un núcleo amurallado y exportó la llamada "terra sigillata" a otros lugares más o menos lejanos. 

Cuarta etapa: 123 km. 6’25h.
 Andújar – Marmolejo – Montoro – Pedro Abad – El Carpio – Villafranca de Córdoba – Alcolea – Córdoba - Almodóvar del Río

Con los buches y las alforjas repletas partimos a las 8h. de la mañana en dirección Marmolejo, este municipio  está muy cerca de Andújar y en un abrir y cerrar de ojos cruzamos la población y el río por su monumental puente. A partir de aquí empieza un pequeño puerto algo penoso que nos lleva hasta el pantano de las Yeguas, al cruzarlo entramos en la provincia de Córdoba.
El paisaje cambia un poco, aparecen algunas plantaciones de girasol, aunque lo más particular son sus campos de algodón, los cuales precisan sol, mucha agua y pocas heladas, eso hace de este entorno un lugar ideal para esta labor.
El Río por Marmolejo
En uno de los grandes pasos llanos cercanos al río se ubica lo que antaño pudo ser una gran fábrica de procesado del algodón, actualmente está en ruinas debido al menor número de plantaciones al no estar subvencionadas por la Comunidad. Esta planta es atractiva a nuestra vista, no la habíamos visto jamás, por lo que su floración y las grandes extensiones que ocupan nos hace deleitarnos con sus esplendorosos paisajes.
El complemento perfecto a este hábitat es el tradicional bosque Mediterráneo, entre encinares y aves revoloteando como currucas y rabilargos. Estos últimos se desplazan de un lugar a otro en bandadas, el griterío es intenso y eso nos hace entretenernos del rompe piernas en que se ha convertido el camino. Por encima nuestra surcan los cielos a no mucha altura los primeros milanos, en esta ocasión son Reales, y están oteando los bosquecillos y sus claros para procurar una captura fácil de pequeños mamíferos despistados.
Embalse de las Yeguas, límite con Córdoba
En una fuerte subida y su correspondiente bajada nos introducimos en la monumental Montoro cruzando el Gran Río por su rojizo puente romano. Ascendemos por las empinadas calles hasta llegar al centro, allí pasamos unos instantes dentro de su iglesia principal, necesitamos una conversación con alguien bastante más importante que nosotros. Al salir hacemos unas tomas de la señorial Plaza Mayor y a continuación nos refrescamos en una de las fuentes aún con agua helada. Atravesamos toda la población y seguimos hacia Córdoba.
El paisaje se vuelve rutinario, olivo y girasoles que en explanadas gigantes flanquean la ribera de Guadalquivir. En Villafranca entramos a reponer agua, en su plaza principal accedeos a la fuente, unos señores sentados al fresco nos aconsejan que no nos acopiemos de de dicha agua, ya que debe estar muy caliente. Probamos a llenar las cantimploras, pero es imposible, esta zona cordobesa se caracteriza por su bochorno continuo veraniego, así que decidimos seguir hasta encontrar otra oportunidad.
El Río por Montoro
A las 14h. entramos en la ciudad califal, estamos muy motivados, entre grandes avenidas damos con el fenomenal centro de ciudad. En una de las plazas atravesamos con bicis incluidas unos chorros de agua refrescantes, la gente está en medio de ellos, los sufridos turistas necesitan aliviar su penoso caminar a estas horas del día. Entramos en los fastuosos patios externos de la Mezquita, automáticamente la temperatura baja unos grados, estos árabes sabían lo que hacían, las sombras abundan y las fuentes y acequias cruzan de aquí para allá. Sin pensárnoslo dos veces introducimos nuestras achicharradas cabezas en uno de esos estanques, es el momento de dejar que los cuerpos se hidraten y vuelvan a una normalidad que aún pasarán varios días hasta que la lleguen a conocer de nuevo. Un paseo por el Puente Romano y una sesión observatoria por las márgenes del río nos llevan a buscar una “posada” que nos ofrezca viandas a la altura de las circunstancias.
El fresquito de Córdoba
El zumo de cebada en jarra helada repone nuestros músculos, en el restaurante nos ofrecen tortilla de patatas con “papas fritas”, esto nos hace pensar que el calor no solo afecta al ciclista, y que deberemos están atentos al trato de estos restauradores principiantes.
A las 17h. reanudamos el tórrido calvario, la sensación de quemazón es agobiante, pronto el agua de los termos hierve, pero debemos esparcirla por la cabeza para producir con el aire que generamos al movernos algo de ilusorio frescor. Sin saber de dónde, sacamos fuerzas para intensificar el pedaleo, queremos cuanto antes salir de este camino de vehículos constantes que nos llevará a Almodóvar del Río. Al entrar a la población subimos una fuerte pendiente hasta localizar la pensión que nos dará cobijo y una placentera siesta.
Entrada a la Mezquita
Son las 20h. y salimos a conocer el lugar. La temperatura sigue altísima y el paseo se convierte en una pesadez entre cuestas y vecinos cobijados en los sombrajos de sus puertas. Desde arriba se observa toda la vega del valle del Guadalquivir, y un poco más arriba detectamos el impresionante castillo que jalona esta original población. Encontramos una nativa que a la postre no lo será. Queremos subir a ese castillo y ella nos explica la senda. En la conversación nos pregunta si somos de Granada, y pronto nos damos cuenta que ella también lo es, nació en Lugros y su añoranza la trasmite hacia nosotros. Es taxidermista, y su difunto marido tuvo fama nacional en su trabajo, ya que ministros de la época y grandes toreros visitaron su taller para que sus trofeos de caza fueran tratados por Rafael, el gran autodidacta y conocedor de la fauna silvestre ibérica.
Cuando ya toca volver a nuestros aposentos, sentados en la puerta del bar, dejamos los restos de una copiosa comida, el gazpacho ha sido la estrella de la misma, reponer líquidos será una de nuestras más agradables faenas.

Un poco de historia:


En época romana al Guadalquivir se le llamó río Baetis. Desde su fundación por Claudio Marcelo, Córdoba ha estad muy ligada a este histórico río, sobre todo en aspectos comerciales. La navegabilidad de barcos de poco calado hizo crear un puerto comercial en la margen derecha, próximo al puente de San Rafael. Esto hizo que aparecieran nuevos asentamientos muy vinculados con las actividades del propio río. Cuando se construyó el Puente Viejo, se potenció la ciudad cordobesa como lugar de paso y cruce de caminos, compartiendo su carácter comercial con la casi exclusiva Vía de la Plata sevillana. Esta construcción provocó también la formación de otros asentamientos humanos en la llamada Secunda o Campo de la Verdad.

Fernando contemplando la ciudad califal desde el Río
Ya en el periodo islámico se le llamó al río Al-Wadi Al-Kabir, o el Río Grande, en estos momentos mantiene su función comercial y es cuando los famosos molinos tienen su mayor utilización, presentando su mayor preponderancia en toda la ciudad. El pueblo árabe se acerca mucho más al río, el gusto por el agua les hace concentrarse muy cerca de sus riberas. El centro representativo y de poder se traslada al sur, construyéndose la alcazaba en el alcázar y sus alrededores. A su vez se construyen villas de recreo en los alrededores del casco de la Almedina, es pues el inicio del uso del río por la ciudad. En la época del califato de Córdoba se amplía definitivamente la ciudad hacia el sur, con la Almedina y la Axerquía, configurándose lo que es actualmente la ciudad califal.

Quinta etapa: 125 km. 5’30h.
Almodóvar del Río – Peñaflor – Lora del Río – Alcolea del Río – Cantillana – Brenes – San José de la Rinconada – Sevilla  

El Castillo de Almodóvar
Las croquetas caseras y el solomillo ibérico de la noche anterior nos encauza hacia un camino diferente en el desayuno, en la misma habitación tomaremos batido con galletas chocolatadas. Una vez cubiertas nuestras necesidades alimenticias salimos de la población a las 7’30h. Ascendemos hasta la parte norte del pueblo y bordeamos por su carretera el precioso y cuidado castillo almodovense.
“Entre algodones” y girasoles van pasando los kilómetros, nos adelanta un ciclista y echa una charlilla con nosotros, resulta que su padre era de Pinos Puente, Granada, y  cuando él era niño se vino a estas tierras para empezar a construir lo que serían los sistemas de riego del Guadalquivir, su experiencia en la vega granadina le hizo asentarse en las cercanías a Palma del Río y desde entonces ha vivido aquí. Qué alegría da contactar con gente de tu tierra cuando tú te encuentras lejos de ella.
Campos de Algodón
La etapa es muy llana, las millas del camino nos las vamos tragando a una velocidad endiablada. En esta ocasión la temperatura ha subido demasiado, por lo que intentamos acabar cuanto antes este tramo. Estamos acercándonos a la capital andaluza, eso se nota, la carretera está muy transitada y debemos gastar cuidado extremo ante la cantidad de vehículos que nos adelantan. Desde San José de la Rinconada ya se detectan los grandes edificios y puentes de Sevilla, la aventura está cada vez más cerca de su fin, empezamos a creernos que todo saldrá bien.
Una vez dentro de la ciudad, a la cual llegamos a las 13h, pasamos por delante del puente del Alamillo, allí paramos y nos deleitamos con el placentero pasar del río por debajo de su puente, unas fotos de recuerdo y seguimos el curso del Betis.
Puente del Alamillo en Sevilla
Hacía tiempo que no pasaba por aquí, Sevilla me sorprende por muchas razones, pero la que más nos interesa a nosotros es su estupendo carril bici, que nos lleva de aquí para allá sin el peligro constante de la circulación. Nos acercamos al centro de la capital, allí tenemos previsto buscar el albergue, se encuentra en la calle de las Santas Patronas y se llama “La Casa del Sol”. Es una pequeña casa antigua de tres plantas, muy estrecha, pero muy coqueta. Abajo nos permiten dejar las bicis, recogemos nuestros enseres y subimos a ducharnos. Estamos solos en la habitación, aunque hay varias camas con material de mochileros.
La quemazón es angustiosa en la calle, buscamos algún lugar donde comer, o mejor dicho donde beber. Las avenidas están llenas de turistas a esta hora, es increíble, nosotros también lo somos, pero aquí estamos por necesidad. Al final decidimos comer en un Burguer King, ya nos apetecía algo que habitualmente nos auto prohibimos los deportistas, pero que realmente está exquisito, una o dos enormes hamburguesas con cinco vasos de bebidas gaseosas, maravilloso.
Puente de Triana
La reponedora siesta ha terminado, hemos estado tumbados más de dos horas y aún habríamos estado más si no es por la ilusión de recorrer esta arrebatadora ciudad con la satisfacción del deber hecho, mejor dicho, muy bien hecho. Después de una visita familiar en la que la sorpresa ha sido mayúscula, nos vamos al anochecer por las callejuelas sevillanas abarrotadas de gente. Hacemos un recorrido típico en el que la motivación es tal que ni las sobrecargadas piernas nos animan a parar. De vez en cuando la sed nos aproxima a uno de los barecillos, y acompañando la bebida con tradicionales tapas urbanas, proseguimos la ruta.
Es la 1’30h. de la madrugada, llegamos al albergue, hemos visitado la estación de ferrocarril de Santa Justa, allí hemos decidido volver a Granada en tren. Esperemos que la última etapa sea propicia y podamos cumplir los horarios marcados. Es la última noche, descansaremos.

Un poco de historia:


La antigua Hispalis romana, la Spalis hispano visigoda, fue sitiada por Muza en el 712 y resistiendo un mes tuvo que capitular. La mayoría de la población vio con buenos ojos esta conquista, sobre todo los hispano romanos y los judíos, que se habían visto maltratados y mortificados a veces por los visigodos. En Sevilla estaban enclavadas la mayoría de las familias importantes godas, pero esta conquista no influyó negativamente en ellas y convivieron pacíficamente.
La Gran Plaza de España sevillana. Un momento de relax.
Los judíos formaron un núcleo muy importante en la ciudad, y Muza le encomendó el nuevo gobierno a ellos cuando una vez pacificadas las orillas del Guadalquivir, salió hacia Mérida en busca de nuevas conquistas. Nada más salir se produjo una rebelión que fue sofocada por Abd-el-Azizel, segundo emir e hijo de Muza. Nombrando en esos momentos como capital de las conquistas árabes a Isbiliya, es decir se convirtió en la capital del reino de Al Andalus. La ciudad empieza a adquirir un carácter muy importante, la nobleza indígena se une al segundo emir ya que Egilona, viuda del último rey visigodo Don Rodrigo, se casa con Abd el Aziz. 
El Río Grande ve como se construyen nuevos muelles, el puerto se traslada al centro de la urbe, donde el río abraza a la ciudad. Las afueras de Sevilla son ocupadas mayoritariamente por los árabes, convirtiéndolas en alquerias y huertas, donde se plantaron diferentes cultivos exóticos de regadío, aprovechando el inagotable suelo acuoso que rodeaba al Gran Río.
El emir fue degollado en el 715 por orden del califa, su sucesor,Ayud Ben Abid, trasladó la capitalidad a Córdoba, convirtiéndose Sevilla desde ese momento en la celosa guardiana del legado cultural de la civilización hispano visigoda, creándose un clima de paz y sosiego anteriormente no vivido.


Ya en la época de los descubrimientos España descubrió y conquistó América formando el Imperio más poderoso de la época. Y es en Sevilla, en su puerto, donde tiene lugar el comercio con América y el desembarco en el Guadalquivir de todas las riquezas que traían, convirtiéndose en la ciudad más importante de España y del mundo.

Sexta etapa: 101 km. 4’30h.
Sevilla – Los Palacios – Pinzón – Marismas del Bajo Guadalquivir – Doñana – La Algaida  - Sanlúcar de Barrameda 
Siguiendo la estela del Guadalquivir

Esta noche ha sido especial, sabíamos que estábamos a punto de cumplir con el objetivo, una sola etapa y el final de la aventura llegaría a buen puerto, y nunca mejor dicho. A las 7h. estamos en pie, procurando no molestar a nuestros compañeros de cuarto montamos todos los cachivaches y subimos a desayunar, por cierto, es un albergue más que recomendable, buen trato, céntrico, limpio, sin ruidos y a un precio excepcional, 17 euros incluido el desayuno.
La Torre del Oro a vista de bici 
A las 7’45h. estamos rodando por las calles sevillanas. Nos acercamos a la vera del río y lo seguimos por el carril bici hasta salir de la ciudad, a estas horas la imagen ciudadana es maravillosa, apenas hay tráfico y el río parece animarnos a terminar por fin. Seguimos por la carretera que va a Los Palacios, todo el terreno es uniforme hasta llegar a la población, allí nos desviamos hasta llegar al carril que va en todo momento paralelo al Guadalquivir. Encontramos de nuevo plantaciones de algodón, pero en esta ocasión las marismas del río convierten a este paisaje en un enorme y auténtico “arrozal asiático”.
Las horas frescas están terminando, la humedad de la ribera empieza a plasmarse en nuestros sudorosos cuerpos, la solana es interminable, y echamos de menos una sombra donde parar. Buscando este lugar observamos a menudo los inmensos nidos de cigüeñas en las mismas lindes del río, algunos están solos, pero en otros la presencia de la pareja nos hace atisbar que la posible descendencia está cerca, son aves majestuosas y confiadas, tanto que por instantes pasamos muy cerca de ellas, dejándonos deleitarnos con sus movimientos acompasados.
Arrozales
Unos eucaliptos ribereños atraen a nuestras bicicletas, bajamos y estiramos un poco los sufridos músculos. Las barritas energéticas sacian algo el hambre, posiblemente alguna de ellas estará compuesta por la materia prima que tenemos al lado, arroz, quién sabe si recolectado aquí mismo. A lo lejos, en uno de los grandes meandros del río, surge un impresionante barco, esto nos hace recordar que estamos teniendo el privilegio de surcar el único río navegable español, aunque sea en vehículo a dos ruedas.
Volvemos al camino, pasa ya del mediodía, así que empezamos a tolerar de nuevo las inclemencias de la meteorología. Pasamos durante varios kilómetros entre eucaliptos que marcan una sombra continua en la senda, esto nos hace más soportable la humedad y el tórrido calor. Al salir de estos sombrajos aparece a nuestra derecha el barco mercante anterior, va un poco más rápido que nosotros, pero será una compañía perenne durante todo el final de la ruta.
Ribera del Guadalquivir
Las alforjas se retuercen en la retaguardia, el sendero es tan irregular que el peso de mi bici me hace aflojar la marcha, Fernando sigue firme, su biciclo es más resistente y de más calidad que el mío, así que debo dejar que dé rienda suelta a sus piernas. Cruzamos el límite con Cádiz, al camino cambia de repente y se convierte en un asfalto seminuevo, es el momento de volver a pegarle fuerte al pedal. El barco sigue por delante, pero en el fervor de la cercanía del fin, subimos la velocidad de crucero durante varios tramos, lo que nos acerca e incluso adelantamos al buque, hemos andado sobre los 35 km. por hora, el barco se rinde a nuestros pies.
El Río Navegable
Por estos lares las marismas se hacen más vírgenes, estamos en el parque natural del Bajo Guadalquivir, las lagunas están a rebosar, las aves acuáticas empiezan a aminorar su actividad, sin embargo nos da tiempo a ver sus correrías entre juncos y cañas, correlimos, cigüeñuelas, vuelvepiedras, hasta el famoso ave fénix que pausadamente levanta su enorme cuello y observa a estos caballeros cicleantes que dejan de dar a los pedales para gozar con el paso firme de sus cuerpos, son los enormes flamencos. Al paso de estas maravillosas vistas encontramos una aldea de pescadores, al penetrar en ella observamos que hay una cantina, entramos y nos rehidratamos, en todo el camino no habíamos encontrado ni una sola gota de agua, así que llenamos las cantimploras y volvemos a la ruta.
Flamencos en las marismas del bajo Guadalquivir
Ya huele a océano, nos encontramos físicamente muy bien, parece mentira que con unos seiscientos kilómetros a cuestas el cuerpo no nos diga basta. El sol aprieta y una sombra hace que miremos hacia arriba, es un milano negro que con su cola ahorquillada parece indicarnos que no nos salgamos del camino correcto. Efectivamente, en unos instantes debemos salirnos hacia la derecha donde se encuentra uno de los espacios naturales más importantes de Europa, el parque nacional de Doñana. Lo atravesamos entre sus famosos pinos piñoneros centenarios, en otras épocas fue uno de los trabajos tradicionales de la zona, el cuidado y recolección de los piñones creaba un trasiego constante en esta parte del río, al igual que en la zona oeste y más grande del parque nacional.
Recién llegados a la desembocadura:
Romería de la Virgen del Carmen
Una gran águila culebrera nos acompaña en el tramo final de la travesía, cruzamos la Algaida y casi sin darnos cuenta nos introducimos en Sanlúcar. El barco entra también a la par, nosotros buscamos la desembocadura, él iniciará su gran viaje. Ya estamos en la playa, el océano Atlántico al frente, los últimos escarceos del Guadalquivir a nuestros pies. Es un momento emocionante, hemos llegado a nuestro fin el mismo día de la Virgen del Carmen, las barcazas acompañan a la virgen delante de nuestros ojos, parece que nos estén dando la bienvenida a su gran día, para nosotros lo ha sido, una imagen que nos llevará para el resto de nuestras vidas al recuerdo de la ruta del río de Andalucía.
El agua que recogimos en el nacimiento debe ser arrojada a la desembocadura, intercambiándola con el líquido que ha recorrido 560 km por río. Un gran y amistoso abrazo y un hasta siempre nos une en unos sentimientos que seguro algún día volveremos a tener.

¡Oh Guadalquivir!
te vi en Cazorla nacer
hoy en Sanlucar morir.
Un borbollón de agua clara,
debajo de un pino verde,
eras tú, ¡qué bien sonabas!
Como yo, cerca del mar,
río de barro salobre,
¿sueñas con el manantial?

                                   Antonio Machado


Un poco de historia:


Río famoso desde la más remota antigüedad, el Guadalquivir -bajo cualquiera de sus sucesivos y bellos nombres - ha conocido una larga historia.
Los ríos comienzan a conocerse por sus desembocaduras, a través de las noticias de los navegantes que hasta ellos se arriesgan. Fenicios y griegos fueron quienes, con escritura, técnica naval y espíritu comercial, supieron buscar materias primas (plata y estaño) en nuestro suelo, atraídos por la riqueza de un valle fluvial cuyo centro estratégico era conocido con el nombre de Tartessos, en la desembocadura del Guadalquivir, muy diferente entonces a la actualidad.
Nuestro inseparable compañero en la última etapa llegando a la desembocadura
En la antigüedad (hace 3.000 años), el Guadalquivir desembocaba en el golfo atlántico, algo más abajo de Sevilla, a la altura de lo que es ahora Coria del Río. El golfo era más bien un lago, "Lago Ligustinus", comunicado con el mar entre varias islas. Una de ellas era Tartessos. Estas islas se unieron entre sí, quedando una sola desembocadura de 1 km. de anchura.
Río famoso desde la más remota antigüedad, el Guadalquivir -bajo cualquiera de sus sucesivos y bellos nombres - ha conocido una larga historia. 

Era un golfo que llegaba hasta el mismo Sevilla
Los romanos llegaron a España el año 207 antes de Cristo con el propósito de combatir a otro pueblo: Cartago, pero el recorrido a orillas del Betis (como ellos llamaron al río), les hizo pensar en la conquista de España. Por la derecha del río encontraron tierras con riqueza metalíferas, y por la izquierda los campos eran muy ricos en vinos y aceite sobre todo. El Betis era por tanto, un auténtico camino de riqueza para la España romana y la Bética.
Llevando el agua del nacimiento a su desembocadura pero en bicicleta
¿Habría llegado antes siguiendo su propio curso?

1 comentario:

daniel y chelo dijo...

Lisardo acabo de ver tu nueva aventura. Es una maravilla, yo conozco parte de ella y es precioso el viaje que has hecho.
Espero que sigas haciendo estas "locuras" maravillosas durante muchos años.Saludos