Recuerdo que hace ya algunos años, en un viaje por el norte
de España, encontramos en un caserío vasco a una señora que con mucho orgullo
nos preguntó si nosotros sabíamos lo que era un molino, nos quedamos
sorprendidos ya que aunque jóvenes, sí conocíamos la existencia de molinos en
los alrededores de nuestro pueblo. Ella insistió, pero esta vez fue más lejos,
pero… ¿los habéis visto en producción? En ese instante comprendimos que íbamos
a conocer algo único para nosotros y nuestros pequeños hijos, el funcionamiento
de un auténtico molino de cereales que, aunque ya no se utilizaba, estaba
expuesto y en perfecto estado en este recóndito lugar vascuence.
 |
Entrada al Molino |
Pasado un tiempo volví a ver este imprescindible sistema de
trabajo ancestral en dos molinos, uno en la Sierra Norte de Sevilla y otro en
la población granadina de Padul. Ambos se utilizaban como reclamo turístico del
entorno donde estaban enclavados, pero ya habían pasado a ser reliquias de una
vida pretérita.
Cuando la Navidad pasada unos amigos me comentaron que en
nuestra sierra existía aún un molinero, me extrañé, y les repliqué que se
estarían refiriendo a un molino, aunque ellos insistían en que seguía estando
en producción. Lo siguiente fue fácil, acercarnos a dicho lugar para
cerciorarnos de esa rareza ancestral.
El río Guadalfeo no está en su mayor esplendor, pero por
suerte sí lleva caudal suficiente para lo que esperamos sea una experiencia
enriquecedora. Ascendiendo por el barrio bajo de Cádiar encontramos a la vuelta
de la esquina un precioso caserón encalado en cuya parte baja se encuentra
nuestro objetivo,
el molino árabe. Al tocar en su puerta semiabierta de la hoja
de arriba, nos recibe el hijo del molinero, Antonio. Nos invita a pasar
mientras él avisa a su padre, todo lo que nos rodea son utensilios para el
trabajo que aún realiza casi a diario. Algunos de esos utensilios son los
cedazos, utilizados para cerner la harina,
cuartillas y celemines, especie de
cajones de madera utilizados como sistema de medida del género, varios
gorrones
metálicos que facilitaban la rotación de la piedra, un
parahierro o eje que
desde el rodezno movía la piedra de moler, algunos
martillos para amolar la
piedra de moler que se había quedado lisa, una
báscula y unas
romanas para
pesar los sacos de maíz o trigo… y así una gran variedad de objetos, todos
ellos con un valor didáctico cultural dignos de un museo como el que atesora
esta familia y que han conseguido mantener a lo largo de su existencia.
 |
Entrada del agua del río a la acequia del molino |
Por fin conocemos a Domingo, nuestro protagonista. Llega
subiendo las escaleras con una facilidad pasmosa, al presentarnos nos sorprende
con su bondadosa sonrisa, es un hombre sencillo, con muchos años a sus espaldas
que no aparenta, nos dice que ya son 88, y con una felicidad y orgullo por su
profesión que trasmite cuando empieza a hablar de su vida, de una vida de
molinero que por suerte aún puede realizar. Nos encontramos posiblemente ante
el último molinero, no de la Contraviesa ni de Granada, sino de España.
Domingo comienza a deleitarnos con sus experiencias de
antaño, antes de empezar con su clase magistral nos introduce un poco en el
mundillo del molinero. Los productos que se utilizaban para moler eran sobre
todo
el maíz y el trigo, aunque
la cebada y el centeno para comida de animales
también era molido, y como algo más sorprendente,
el pimiento rojo que se cogía
y se secaba en diciembre para molerlo y hacer pimentón para las matanzas familiares
del marrano.
 |
Acequia y compuertas de entrada al pozo del molino |
Una vez que los agricultores habían recogido el cereal, y en
las eras habían realizado las parvas, éstos trasladaban el género a las casas,
y es en ese momento cuando empezaba el trabajo del molinero. Domingo desde niño
acompañaba a su padre con una borriquilla, que llevaba colgada una campanilla
para ser oída por los vecinos, que conocían su sonido y se asomaban por las
ventanas llamando al molinero, entonces ellos se acercaban, cargaban los sacos
en el animal y volvían al molino. Allí comenzaban su trabajo, sin horario, sin
jefes, pero con una constancia necesaria para cumplir con sus obligaciones.
Ellos tenían
tres pares de piedras, es decir, tres molinos en el mismo recinto.
En uno de ellos molían el maíz o trigo para la población en general, en otro el
mismo cereal pero más refinado para los “señoritos” del pueblo, y en el tercero
los cereales más bastos que servían de alimento para las bestias. Cuando
terminaban el trabajo volvían a transportar en el burro, esta vez ya la harina,
hasta las casas de los labriegos, consiguiendo una ganancia aproximada del 10%
de la producción.
 |
Caída del agua al rodezno |
El trabajo específico del molinero empezaba cuando tenían
que limpiar los cereales antes de echarlos a la tolva. En la acequia de arriba
quitaban los restos de paja, tizones o granos
negros e incluso piedrecillas o chinas, de ahí se cree que viene la expresión
“te ha tocado la china”, ya que si una de éstas pasaba a ser molida, podemos
imaginar cuando era amasada y convertida en pan a la hora de ser masticada.
Una vez limpio
el cereal se echaba a la tolva, se
abría en
la calle la compuerta de la acequia y esta desembocaba en el salto que era de
madera de castaño hasta llenar el pozo, en ese momento abrían la compuerta
inferior y
el agua era lanzada con gran presión
sobre el rodezno, que empezaba a girar moviendo mediante el eje la piedra
moledora de arriba del molino, llamada
corredera.
El cereal caía de la tolva
hacia el agujero central de la corredera, cayendo sobre la piedra inmóvil de
abajo para, con la presión de ambas piedras,
moler el grano, que paulatinamente
iba cayendo hecho harina sobre el cajón de recogida.
 |
Tolva, Corredera y Solera |
Domingo sigue departiendo con nosotros intentando hacernos
entender un oficio que ya es historia pasada, pero de vez en cuando se separa
acercándose al cajón donde cae la harina, mete sus sensibles dedos y coge parte
de ella, la acaricia y se aproxima al
alivio, le da un par de giros y vuelve a la conversación. Nosotros, ignorantes
de estas tareas, preguntamos qué acaba de hacer, entonces es cuando él vuelve a
disfrutar de su explicación.
Cuando la harina se está produciendo había que estar muy
pendientes de ella, ya que según qué tipo de cereal fuera o para quién fuera,
debía tener una textura y grosor diferente, y eso es lo que hizo momentos
antes, con una especie de llave en tornillo llamada alivio apretó la piedra
superior sobre la inferior, cuyo nombre es solera, para afinar el grano,
quedando una harina aún más delicada.
Una vez recogida la harina de la cajonera, se introducía en
sacos y se cargaban de nuevo en la borriquilla, para a continuación acompañarla
por el pueblo hasta llegar a la casa correspondiente, donde la descargaba y
volvía a empezar el proceso de nuevo. Y así era su vida diaria, así fue
creciendo con un trabajo que fue y es parte de su historia, y aunque pareciera
sencillo, también era duro, sólo descansaba cuando había terminado el grano,
los sacos cuando eran cargados de grano desde las casas podían llegar a pesar
cien kilos… Una vida de esfuerzo pero a su vez de orgullo, ya que solo la
expresión de su cara trasmite todo aquello que vivió y que ha dejado patente en
este práctico museo del molinero.
 |
Corredera moliendo maíz |
El sonido de las piedras en movimiento siguen su recorrido
constante, Domingo prolonga su conversación con sorprendentes anécdotas,
recuerda que dentro de este laborioso trabajo, la tarea más ardua era cuando
había que
hacerle las muecas de nuevo a la piedra corredera, el molinero solo,
mediante palancas, debía levantarla y traerla hacia fuera de su lugar de
origen, allí volvía a hacerle las muecas, para terminar colocándola de nuevo en
su sitio. Un esfuerzo importante que cada ocho o diez años había que hacerlo doble,
ya que la piedra solera inferior se cambiaba por la superior, ya desgastada,
para hacer a partir de ese momento de piedra moledora o corredera.
 |
Cajón de recogida de la harina |
La maquinaria en si del molino es sencilla, pero descubrimos
con el octogenario molinero que además está llena de ingenio. Para procurar la caída del maíz al hueco de
la piedra, el mecanismo está compuesto de dos palos unidos entre sí, uno en
contacto con el canal de caída del grano y otro que a su vez también está en
contacto con la corredera, que al moverlo mueve el canal, cayendo suavemente el
maíz en su lugar correspondiente. Otro de estos ingenios es la forma que tienen
para saber que el grano se está acabando en la tolva, meten unas pequeñas
placas metálicas atadas a un cordel dentro de la tolva, enterradas en el maíz,
cuando queda poco cereal no aguanta el peso de las placas, así que caen en la
piedra corredera y por el sonido que hacen alertan al molinero, es hora de
reponer.
 |
Control de calidad del Molinero |
No hay comentarios:
Publicar un comentario