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No hace tanto tiempo

Por Cristóbal Pérez Valenzuela.
Maestro de Educación Primaria de Íllora.

Así es, no hace tanto tiempo muchas de las serranías y entornos a las poblaciones y ciudades estaban habitadas por cortijeros, los cuales vivían en sus prácticos Cortijos, donde hacían toda su vida, sin faltarles de nada, llegando a ser en la época de la Guerra Civil Española, los lugares más seguros y donde no faltó nunca para comer.
Este relato está dedicado a todas aquellas personas que supieron vivir y convivir en el medio natural, sin dañarlo, aportándole el sacrificio de toda una vida, y sacando adelante una serie de generaciones que fueron el complemento perfecto para la biodiversidad del lugar.


Sonidos al atardecer en la primavera de un cortijo andaluz
Relato de los Cortijos de Fuente Alta y del Tajo del Sol de la Sierra de Madrid. Íllora (Granada).

Estructura de los Cortijos

La casa estaba compuesta por una cocina cuya función era la de cocinar y habitación de estar. Los dormitorios eran uno o dos, en uno de ellos dormían los padres y niños pequeños, mientras en el otro el resto de la familia.

La cuadra estaba destinada a guardar la burra, y cerca se encontraba el pajar, cuyo fin era almacenar la paja introduciéndola por una ventana llamada “piquera”. Otro espacio importante eran las zahúrdas, que estaban destinadas a guardar la marrana de cría y los demás cerdos, en ellas se cebaban a los mismos.

Orígenes de los Cortijos

Al principio estas casas tenían las paredes de piedra, con el techo de juncos, bolinas, retamas o huncias. Posteriormente a las dependencias de las personas se les puso el techo de la llamada teja plana, utilizando el yeso para tapar toda clase de agujeros.

El lugar escogido para su construcción dependía principalmente de que fueran terrenos estatales, por falta de medios económicos. Se situaban junto a fuentes o junto a cortijos grandes donde se les podía dar algún tipo de trabajo: gañanes, porqueros, cabreros, pastores, segadores...

El origen del Cortijo del Tajo del Sol, puede estar en el de ser una choza – casa para pernoctar los pastores y cabreros encargados de vigilar el ganado que se encerraba en un cercado, junto al mencionado tajo.

Al lado de los dos cortijos también se encontraban “tierras”que se podían roturar, es decir, que servían para sembrar y cosechar algún tipo de cereal o leguminosa, cuyo fin fuera la alimentación de personas y animales. A estos lugares pobres en tierra y ricos en piedra, se les llamaba roturas, cuya producción era escasa y el trabajo abundante.

Su Historia

La casa de Fuente Alta estuvo ocupada durante mucho tiempo por la familia llamada de “Tíngueles”, formada por el matrimonio y varios hijos. El padre era jornalero, se dedicaba a trabajar en alguno de los cortijos grandes que hay en la zona. Los hijos también trabajaban como porqueros, chiques, ..., pasaban a trabajos más fuertes a medida que su edad era mayor. Emigraron a Cataluña y al extranjero, para volver con posterioridad la mayor parte de ellos y establecerse en Íllora y otros pueblos de alrededor.

En el cortijo del Tajo del Sol vivía la familia de José Arcos Torres, apodado “El Machuno”, que trabajaba de gañán en el cortijo de las “Nogueras”. Tenía varias hijas que trabajaban de mozas, sirvientas o niñeras, o se dedicaban a trabajar en el campo: “pintar garbanzos”, escardar, arrancar garbanzos,... Normalmente vivían en los lugares de trabajo y solo estaban en su casa de vez en cuando para recoger la ropa y ver a su familia. Con los años emigraron a Barcelona donde murieron sus padres y aún viven los hijos.

Tanto en un cortijo como en otro no se podía ir a la escuela, y sólo acudía de vez en cuando un maestro, que recorría los cortijos para enseñar algo a los niños cuando dejaban de trabajar.

Las Fiestas de los Cortijos

En el cortijo del Tajo del Sol se celebraba anualmente la fiesta de San Marcos el 25 de abril. En este lugar se concentraban la mayor parte de los vecinos de “La Cumbre”, “Fuente Grande”, “Cañada del Gallego, “Las Nogueras”... Acudían todas las familias al completo con sus comidas típicas de campo, especialmente una que se hacía para ese día llamada “hornazo”, hecha con masa de pan y en su interior un huevo duro. Este día actuaba un grupo de música formado por Paco el de la Casa Nueva, que tocaba el saxofón alto, Miguel López, el de las Ventanas, que tenía el saxofón tenor, Pedro Aguilera con la trompeta y Juan Alcaide que tocaba la batería. Posteriormente entrarían en el grupo Juan Ávila y Antonio Herrero.

Para preparar la fiesta montaban un escenario encima de unos trillos, colocándoles diversas tablas o tablones de madera en la parte superior. Durante el día había muchos niños y mayores que escuchaban sus canciones, especialmente pasodobles, y por la tarde – noche se quedaban los jóvenes, y las jóvenes con sus madres y tías, que se sentaban en sillas alrededor de la pista de baile, situada en la era del cortijo, esperando a que algún mozo las “sacara a bailar”. Si a ella le parecía bien, miraba a su madre o tía, quien sin hablar le daba su consentimiento. Una vez iniciado el baile, otro mozo podía acercarse a la joven y, tocándole el hombro a su pareja, le decía: “Por favor”, y seguía bailando con la chica, quedándose a cuadros el anterior.

Esta situación daba lugar a que hubiera muchos enfrentamientos entre los mozos de dichos cortijos, ya que pretendían a veces a la misma mujer, llegando en numerosas ocasiones a las famosas peleas entre distintos grupos de amigos. Cuando esto ocurría, los candiles que alumbraban la era eran apagados dándoles “palos”, significando que la fiesta había llegado a su fin.

De todas formas, estas fiestas eran muy divertidas y deseadas por todos, y por supuesto, no siempre terminaban con los citados enfrentamientos.

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