Se divisan los primeros montes del Cantábrico,
difícil será a partir de ahora difuminar el color verde de sus prados y sobre
todo el de sus bosques. Penetramos en la comarca leonesa del Bierzo buscando
uno de los entornos naturales reconocidos por la UNESCO como Patrimonio Mundial
de la Humanidad, Las Médulas. Esta serranía te sorprende por su intensa paleta
bicolor, por un lado las rojizas paredes de arcilla y por otro el verdor de sus
bosques de castaños. Este paisaje, modelado por las ingeniosas manos de los
romanos durante dos siglos, fue una monumental mina de oro de la que se extrajo
dicho mineral mediante técnicas de hierro, agua y fuego. Esta sorprendente
imagen paisajística será el prolegómeno de nuestro objetivo durante este viaje,
el Valle de Laciana.
El Oso Pardo Ibérico |
Esta singular comarca se encuentra en el noroeste de
la provincia de León. Está considerada como Reserva de la Biosfera, siendo
limítrofe con lugares míticos cántabros como los Ancares, el Bierzo o Somiedo. Su
espacio geológico se podría resumir en grandes montes cercanos a los dosmil
metros de altitud con inmensos valles surcados por el Sil y sus pequeños
afluentes. Precisamente este es uno de los dos agentes que orada sus sierras,
ya que el otro es el ser humano que ha realizado la misma función mediante la
extracción del carbón en su infinidad de minas, de ahí la similitud con las
susodichas Médulas, unas en época contemporánea y las otras durante el imperio
romano.
El Valle de Laciana está compuesto por trece pueblos
pequeños, si exceptuamos Villablino que
es su capital. Sus comarcas vecinas son Babia y el Alto Sil, compartiendo con
ellas tanto los paisajes como su arquitectura, que hacen del lugar un espacio
único y muy peculiar. La base de la economía de este precioso valle hasta hace
muy poco tiempo fue el de la minería del carbón, hasta que se consideró que
esta industria no era sostenible y fue cediendo hasta encontrarse en el estado
actual, pasando de una población activa dedicada a ella de quince mil personas,
a no más de mil en la actualidad. Esto ha cambiado la mentalidad de los habitantes
de la zona y de sus políticos, ahora la reconversión de esta comarca se tiene
que centralizar en el ansiado turismo, que empieza a dar sus primeros pasos,
focalizando sus puntos de interés en sus espacios naturales, con su exuberante
flora y sobre todo su abundante y autóctona fauna.
Castaño centenario de las Médulas |
Nosotros hemos elegido la población de Villaseca
como “campo base” para conocer este enclave natural. El pueblo se encuentra labrado
por el aún joven río Sil, y rodeado por fabulosos bosques con un halo de
misterio por su frondosidad y aspecto salvaje.
Al anochecer nos encontramos en uno de sus múltiples
bares, allí nos atiende un afanoso tabernero que con gran simpatía y amabilidad
nos pone al día del lugar donde nos encontramos. Una vez adquirida la confianza
se desahoga con algunas de sus experiencias vividas en su corta vida. Su
familia fue de las primeras dedicadas al carbón. Su abuelo y su padre pasaron
por las minas, y él mismo tuvo esta profesión desde bien joven.
En un momento de sinceridad y orgullo minero, con la
voz entrecortada, nos cuenta alguna de sus ingratas experiencias. Uno de sus
buenos amigos era vigilante de una de las minas, con un sueldo más que
aceptable, pero con la ilusión puesta en ser minero al cumplir los 18 años de
edad. Él lo intentaba convencer para que no cambiara de trabajo, pero sin
embargo, al cumplir la edad entró a trabajar en el interior de la mina. Cuando
no llevaba ni seis meses luchando con esta profesión, se encontraba
desatascando una de las chimeneas bajantes de carbón, su inexperiencia le hizo
introducir la cabeza para ver por qué no bajaba el mineral, en ese momento se
le vino encima el monte y quedó aplastado. Él, junto con otros mineros entraron
a rescatarlo, pero ya sin vida, sacaron el cuerpo de las entrañas de la Tierra.
Payozas cántabras |
En otra ocasión uno de sus mejores amigos sufrió un
grave accidente en el interior de la mina, cuando llegaron a rescatarlo ya
había muerto. Al salir, el capataz le preguntó si era su amigo, él contesto que
sí, cometiendo un grave error, ya que dicho capataz lo envió a él y a otro de
los mineros a informarle del suceso a su esposa. Él era parte importante en la
vida de ese desafortunado trabajador, había asistido a su boda y por supuesto
al nacimiento de sus dos hijos. Al llegar a la casa y tocar en la puerta
apareció uno de los pequeños, y al verlos llamó a su madre diciéndoles que en
la puerta estaban amigos de papá pero vestidos de mineros. Ella nerviosa se
apresuró a llegar a la puerta, miró a su querido amigo y le pregunto
efusivamente qué pasaba. Él la miró y con un gesto con la cabeza de pena y
dolor no abrió la boca, en ese momento la esposa desesperada se abalanzó sobre
él y empezó a pegarle echándole la culpa de aquella tragedia. Sólo pudo seguir
soportando los golpes y sosteniéndola hasta que se calmó. Él había perdido a n
gran amigo y ella a su esposo.
El Rebeco |
De esta forma entendimos, nosotros los forasteros,
en el lugar en el que nos encontrábamos, gente ruda, hecha a base de
sufrimiento, sin miedo a nada, pero con un grado de amabilidad que nos
sorprendió durante toda la visita a estas fabulosas tierras.
La expresión de su cara empieza a cambiar cuando le
preguntamos por esos bosques que rodean el pueblo. Son el orgullo de la
comarca, de una densidad inimaginable se convierten en el ecosistema perfecto
para la vida del gran oso pardo. Nos cuenta algunas anécdotas, y entre ellas nos
advierte con alegría y satisfacción que el día anterior un imponente oso surcó
algunas de las calles de esta población. Esto me llena de gozo y de sorpresa,
le pregunto por la zona y el horario en el que podría aparecer. La máxima
actividad de estos mamíferos parece ser que es desde el atardecer hasta el
amanecer. Esta información me dará pie a planificar una de mis deseadas
aventuras hasta ahora inéditas.
El Urogallo |
Ese orgullo manifiesto por poseer en las tierras
donde le vieron nacer al poderoso rey del bosque, le hacen recapacitar sobre lo
que él cree que no se está realizando adecuadamente con respecto a la
protección de este fabuloso animal. No hace mucho tiempo, a uno de los nativos
del lugar le entró un oso a uno de los cercados en la braña. Este se ensañó con
los potros que por allí pastaban y mató a cuatro de ellos, se comió sus
entrañas y los enterró. Cuando fue a dar parte a las autoridades para que le
pagaran los daños causados por la bestia le comunicaron que sin los cadáveres
no podían hacer nada. Al poco tiempo aparecieron dichos cadáveres, comidos no
solo por el oso, sino también por lobos, zorros y algunas aves carroñeras. En
ese momento volvió a dar parte, pero en esta ocasión argumentaron el no recibir
la subvención porque esos potros no sólo habían sido comidos por el gran
predador, sino también por aquellos otros animales. Esto hizo que algunos
lugareños quisieran tomar represalias contra el oso, ya que las autoridades
buscaban cualquier traba para no reponer los daños que este animal estaba haciendo
en la comarca.
Colmenas protegidas contra osos |
Con esta reflexión aprendimos varias cosas, con
estos animales se está teniendo un gran éxito en su protección, que habrá que
tener en cuenta el acercamiento de estos a las poblaciones humanas, que habrá
que subvencionar a todos aquellos ganaderos o labriegos que sufran daños por
parte del oso, que este animal no solamente es omnívoro, sino que tiene
preferencia por la carroña, esperando a que se pudran los animales para
comérselos, y por último que la interactividad del plantígrado en esta comarca
puede y debe llevar al resurgimiento económico de la misma a través del
creciente turismo ecológico.
Cercano a Villaseca se encuentra la aldea de Lumajo
de Laciana, como casi todas estas poblaciones lo que más nos sorprende es su
arquitectura, calles estrechas y empedradas, situadas en la falda de las
montañas, empinadas, con las viviendas construidas en piedra, sus tejados de
pizarra redondeada, las ventanas pequeñas para evitar la entrada del frío en
invierno y el exceso de calor en el estío. Aunque en épocas anteriores los
tejados o teitos eran de paja de centeno, teniendo que ser renovados cada tres
o cuatro años. Sus iglesias o ermitas con una sobresaliente torre emparedada
donde se sitúan las dos laboriosas campanas, la entrada por un lateral
precedido de un porche de columnas de madera, y al entrar sobresalen los magníficos
retablos de madera que encumbran los altares.
Pueblos oseros |
Dentro de las aldeas siempre encontramos
el añejo potro, construcción de madera utilizada para trabajar con las bestias,
sobre todo las vacas y bueyes, donde eran sujetados para ataviarlos o reponer
algunos de sus complementos sin peligro para el ganadero. Además las fuentes
con agua continua y permanente, adosadas a ellas el pilón, dedicado a saciar la
sed de los animales. Cerca de ellas aparecen los lavaderos que se mantienen
como antaño, con el correr de sus aguas por las pequeñas acequias interiores de los mismos. En las afueras nos sorprenden
algunos pequeños molinos para triturar el cereal, que antes y después era
transportado a los hórreos donde era protegido de las artimañas de diferentes
mustélidos y roedores. Incluso en algunas poblaciones todavía existen las
lecherías antiquísimas, que transformaban la leche en manteca y mantequilla
para ser vendidas en otros poblados, llevándolas en carros hasta la misma
ciudad de León.
La gran cascada de Lumajo |
En el camino hacia Lumajo visitamos uno de los
lugares donde apareció no hace mucho una osa con sus dos oseznos. Varios
vecinos del pueblo se acercaron a ver ese, cada vez más habitual, espectáculo
de la naturaleza, de todas la edades y sin acercarse mucho, respetando cada
cual sus espacios. Los plantígrados habían elegido como espacio de alimento y
ocio la exuberante cascada de Lumajo, en la parte inferior de la misma salían y
entraban los pequeños, mientras la madre, sin fiarse mucho, observaba la
expectación en su alrededor. La certidumbre del momento hizo que varios
adolescentes se fueran acercando paulatinamente, en ese instante la protectora
osa se levantó sobre sus patas traseras con una gran piedra y la lanzó hacia la
parte baja del río, volvió a repetirlo, mientras los zagales corrieron
despavoridos hacia un lugar más seguro.
Los montes cántabros están repletos de anécdotas,
historias y leyendas relacionadas con este noble animal. Sin embargo, sería
injusto no hacer referencia a la variedad inmensa de fauna y vegetación que
existe en este entorno natural. Uno de los espacios más originales de todos
estos valles son las llamadas “brañas”, lugares ganados por el hombre al bosque
salvaje para trasladar al ganado vacuno en verano con el fin de conseguir unos
adecuados pastos.
La braña que decidimos visitar fue la de la
población de Rabanal de Arriba, llamada de Cubajo. La ruta a pie no dura más de
dos horas, subiendo desde el pueblecito en forma de ascensión continua por una
pista forestal, teniendo siempre a nuestra vista a una de las cimas del Valle,
el Cuetonidio, excelente punto de observación de toda la cordillera cantábrica
desde Litariegos hasta Peña Ubiña. El paisaje sigue siendo el mismo, pequeñas
poblaciones con poca presencia humana rodeadas de un bosque grandioso
terminando o empezando en la vaguada del valle por donde discurre, en este
caso, el río Cuvachín, afluente del todopoderoso Sil.
Hortelano de Lumajo |
Las sombras hacen del recorrido un placer, que
aunque con una fuerte inclinación, hacen que nuestra vista no deje de disfrutar
de un paisaje espectacular. La arboleda tapiza todo el monte, un monte que
parece extraplomado sobre el riachuelo, al acercarnos a la vegetación podemos
identificar la extraordinaria diversidad floral, pasando por arbustos como el
arándano, el avellano, el rosal silvestre, el majoleto y norteño acebo, hasta
grandes árboles como el roble melojo, el serbal, el castaño o el autóctono
abedul. Todos ellos conforman un bosque septentrional único, que favorece la
manutención del frescor y la humedad en cualquier época del año, siendo en la
estival cuando más lo agradece el caminante.
Un formidable mastín asalta el camino
proporcionándonos un poco deseable susto. Va ataviado con un collar de pinchos,
por lo que nos hace dudar si seguir o no nuestra particular ruta. Esta raza de
perro es la más utilizada para la protección del ganado en las zonas campiles,
ese collar lo resguarda de la mordedura de uno de los grandes mamíferos de la
zona, el lobo. No obstante sabemos que no es la hora de estos “bichos”, son las
doce del mediodía, y aunque por la senda hemos identificado varias huellas,
entre ellas la del oso, la actividad de la mayoría de ellos se enmarca a partir
del atardecer, durante las horas nocturnas y hasta las primeras horas de la
mañana. Nos encontramos con una pareja de brañeros que nos confirman nuestros
conocimientos, lo que hace que sigamos nuestro camino observando con los
prismáticos el bosque cercano, con la esperanza de ver alguno de estos esquivos
animales. Además de esta atractiva fauna, podemos advertir otras “bestias”
autóctonas del norte peninsular, como son los ágiles rebecos de las zonas
escarpadas, las escurridizas y oscuras víboras de seoane o los poderosos
urogallos del interior del soto.
Pilón de Villar de Santiago, por donde pasea el oso |
Al llegar a la braña percibimos grandes
extensiones ganadas al bosque y
dedicadas a la ganadería, delimitadas por parapetos de piedra que terminan en
grandes portones, construidos con dos o tres grandes troncos atravesados horizontalmente
en el hueco de entrada del ganado. Allí nos encontramos con una veintena de
caballistas que realizan la ruta de los valles del alto Sil, Laciana y Babia.
Una fuente situada en una de las payozas de la braña nos refresca con sus puras
aguas serreñas, dentro de la construcción varios ganaderos organizan sus
enseres, por la tarde bajarán al pueblo para al día siguiente seguir con su
rutina pecuaria, trasladando de un lugar a otro en busca de pasto fresco a su
fiel ganado.
Este viaje a las antípodas ibéricas de nuestra
tierra andaluza está llegando a su fin, todavía nos queda una oportunidad de
observar en su medio natural al majestuoso plantígrado. Nos han advertido que
en otra de las aldeas del Valle estos últimos días están llegando algunos osos
al anochecer.
La Braña de Cubajo |
Con esa ilusión nos acercamos a Villar de Santiago, son las once
de la noche, un paseo por sus calles en penumbra nos alertan de las grandes
posibilidades naturales del entorno. Sentados sobre el borde del pilón, uno de
sus pobladores nos cuenta una de esas historias del Valle que mitifica al oso.
Estaban unos pescadores en el embalse de Villaseca
disfrutando de una mañana en busca de barbos y lampreas, en la orilla
contraria, a gran distancia, otro pescador se encontraba luchando con sus
artes, los primeros observaron con desesperación que por encima de este
aparecía un gran oso cuyo olfato le había traído hasta el lugar. Ellos le
avisaban con voces y silbidos, pero no llegaba a oírlos. De repente miró hacia
su dorso, posiblemente por el ruido producido por los pasos del oso, y lo
encontró a escasos metros de él.
P
De forma instintiva dejó la caña y saltó al pantano,
nadando sin parar hasta la orilla contraria, donde fue socorrido por sus compañeros de afición.
Paralelamente el oso se había acercado a la cesta del pescado y se había dado
un festín. No parece que su intención fuera el pescador sino sus aún frescas
viandas.
Una vez deleitados por esta nueva historia, el
vecino de Villar nos acompaña al barrio donde fueron observados el día
anterior, dentro del vehículo nos quedamos como si de un hide se tratara. Pasan
los minutos, pasan las horas, en un momento dado un fuerte sonido en la
espesura del exterior del pueblo nos alerta…
Deberemos volver en otra ocasión.
Tejo |
Puente medieval |
Minería del carbón leonesa |
El río Sil |
Víbora de Seoane |
Potro de herrar |
Lavadero del Sarcófago |
Fuente, pilón y torre de la iglesia |
Picos de Europa |