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Los Animales empequeñecen al Ser Humano

No he podido más que dar a conocer esta historia real mediante este estracto de artículo de la página web www.elmundo.es/especiales/2010/04/cultura/entre_lobos/vida_de_lobo.html queriendo que sirva a todos aquellos lectores, sobre todo a mis alumnos, de ejemplo de superación y supervivencia de nuestra especie en un lugar inhóspito para nosotros, valorando la "humanidad" de los seres "salvajes" que nos rodean,  reconociendo la necesidad que actualmente tenemos de volver a retomar los valores que nuestros antepasados nos legaron, y que ahora debemos de fijarnos en otras especies para saber lo que realmente fuimos y deberemos ser: la naturaleza nos vuelve a dar una tremenda lección.


 Este relato quiere ser un homenaje a todos los animales silvestres y salvajes del planeta, incluido el ser humano. Es una copia literal del diario digital El Mundo, relacionado con la historia impresionante de Marcos, el niño que se convirtió en hombre viviendo en la naturaleza virgen de Sierra Morena, e interrelacionándose en ese ecosistema como uno más del entorno, como una gineta, como un búho real, como un jabalí, como un buitre... y por supuesto como un auténtico lobo, el macho alfa de la manada.

A Marcos Rodríguez Pantoja lo vendió su padre, Melchor, como quien vende un perro cuando se convierte en un estorbo. Marcos tenía siete años, quizá uno más o uno menos. La memoria le flaquea y para el caso es lo mismo. Lo vendió Melchor a un pastor de Sierra Morena. Por aquel entonces —y aquel entonces era 1953, porque Marcos nació el 7 de junio de 1946— era algo normal que familias sin posibles colocaran a los hijos allá donde les dieran algo de comer y les enseñaran un oficio. Marchó Marcos rumbo a la sierra con ese pastor, Damián. Aprendió a cuidar las 300 cabras, a cazar, a buscar comida, a hacer fuego y a estar solo. Un día Damián salió a cazar un conejo. Le dijo que lo esperara en la cueva. Nunca más volvió. El pastor no regresó. Marcos no supo nunca más de aquel hombre. Se quedó solo. Era un crío. De vez en cuando recibía la visita del dueño de las cabras, que le llevaba un pedazo de pan. Pero nada más.
Empezó así la vida de Marcos entre lobos. «Un día oí ruido detrás de unas rocas. Me acerqué y había unos lobeznos. Les fui a dar comida, a revolcarme con ellos… Vino la loba y lanzó un mordisco… Me fui… Un día estaba en la cueva y entró la loba. Yo me fui al fondo… Creía que me iba a comer… ¡Como antes me había atacado! Pero me dejó un trozo de carne… Me lo iba acercando… Y al final se acercó y la abracé… Y fueron confiando en mí. Yo les daba comida y jugaba con los lobeznos y poco a poco, así, fue como me fui convirtiendo en el jefe de la manada».
Marcos cazaba conejos con pegajosos palos de jara. Los metía en la madriguera y la resina se pegaba en la piel de los animales. O cazaba ciervos con ayuda de los lobos, que azuzaban al venado hacia el río y allí Marcos les daba muerte. A los peces los hacía entrar, a una suerte de cueva que fabricaba en el río. Los peces, atraídos por los restos de los animales muertos que Marcos metía entre piedras, se metían en la trampa. Cuando estaba allí, Marcos soltaba una piedra contra la laja que cubría la cueva y atrapaba a los peces.
Así vivió Marcos días y meses y años. El pelo largo, por la cintura, impregnado del olor de sus amigos los lobos. La piel curtida por el sol y también rezumando ese aroma tan fuerte. Se movía como ellos, vivía como ellos, aullaba como ellos. Cazaba, hacía fuego y descubría sus instintos básicos en soledad.

* Tanto la fotografía de Marcos con el lobo como el artículo pertenece a la información e historia de cómo se hizo la espectacular y didáctica película "Entrelobos", de Gerardo Olivares, y que desde aquí quiero felicitar por habernos dado la oportunidad de seguir creyendo en nuestra naturaleza, nuestra casa, la morada de todos los seres vivos del Planeta, que podemos y debemos seguir protegiendo.

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