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Travesía Albuñol Mulhacén, una tradición inquebrantable.






A Cristóbal, ese hombre que hizo de la bondad el guía de su camino y que a todos nos hundío su huella en nuestro corazón. Donde estés, no olvides nunca que desde la cima de tu tierra habrá unos amigos que te querrán abrazar.









Atardecer en Siete Lagunas
Es de madrugada, la despedida está siendo dura, nunca podría haber pensado que los designios de la naturaleza habrían encaminado a este gran amigo a un final tan corto. Hasta hace dos jornadas habíamos estado disfrutando de multitud de temas, la poda en el cortijo, las collejas, la jaca… y el Mulhacén. ¡Cómo no !, el Mulhacén, el lugar donde habíamos pasado grandes momentos con otros tantos amigos, y donde los lazos de amistad posiblemente se habían fortalecido tras las duras jornadas de esfuerzos y gozos…


Quizás sea el momento de recordar una de las tradiciones que se han forjado a través de los años en una población que, aunque me pese, carece demasiado de ellas. El tiempo ha ido pasando y nosotros lo hemos ido acompañando con algunas evocaciones que por suerte la mayoría han sido gratificantes. Allá por el año 1992, un grupo de incondicionales decidimos que era el momento de conocer un espacio natural que desde pequeños lo habíamos observado por encima de nuestras cabezas, era el colosal Mulhacén. Cada vez que subíamos al Cerro del Gato aparecía inconmensurable la gran mole ibérica, estaba cerca, pero nos parecía la distancia abismal. Fueron pasando los años y nuestra afición por el campo nos llevó una Navidad a juntarnos detrás de unas cervezas para debatir qué sería los más aconsejable, en qué época subiríamos, qué material debíamos utilizar… Estábamos muy verdes, pero eso a nosotros no nos importaba, la cumbre debía ser hoyada desde nuestro querido pueblo. La ruta se iniciaría en Albuñol (costa de Granada), y atravesando la Sierra de la Contraviesa, ascendería hasta la mismísima cumbre nombrada. Aquél sería el primer ascenso, realizándolo, y aquí vienen la demostración de lo verdes que estábamos, en plena estación invernal.
Prácticamente cada año se ha ido realizando esta travesía, por lo que en mi relato voy a intentar conjugar todas las ascensiones con los momentos más originales y anecdóticos de cada una de ellas, siempre bajo mi punto de vista, y no olvidando que algunas de ellas se me quedarán en el tintero. Aunque la ruta siempre ha empezado y terminado en el mismo lugar, su evolución con el tiempo ha sido muy distinta, pasando de cuatro jornadas para llegar a la cumbre a sólo una, en uno de los esfuerzos más titánicos que recuerdo.







Antes de iniciar el relato voy a resumir en datos básicos en qué ha consistido la ascensión al Mulhacén durante estos años:


Rutómetro


Primera Etapa



Albuñol – Trevélez

Albuñol – Venta del Empalme: 6 a 10’30 h.
Venta del Empalme – Lobras: 10’30 a 13’30 h.
Lobras – Tímar: 15’50 – 16’30 h.
Tímar – Juviles: 16’30 – 17’20 h.
Juviles – Trevélez: 18 – 21’30 h.

• Horas totales: 15’30 h.
• Horas reales de actividad: 12’15 h.

Segunda Etapa



Trevélez – Laguna de La Caldera


Trevélez – Siete Lagunas: 10’30 – 14’30 h.
Siete Lagunas – Mulhacén: 17 – 18’30 h.
Mulhacén – Laguna de la Caldera: 19 – 19’30 h.

• Horas Totales: 9 h.
• Horas reales de actividad: 6 h.

Tercera Etapa


Laguna de La Caldera - Trevélez

Laguna de la Caldera – Alto del Chorrillo: 9 – 11 h.
Alto del Chorrillo – Trevélez: 11 – 13 h.

• Horas Totales: 4 h.
• Horas reales de actividad: 3’45 h.


Material

-Alimentación:
.2 bocadillos
.Miel
.Galletas
.2 litros de agua
-Vestimenta:
.Pantalón largo

.Sudadera
.Ánorak
.2 pantalones cortos
.2 calzoncillos
.Zapatillas deportivas
.Botas
.3 calcetines
.Gafas de sol
.Sombrero
-Otros utensilios:
-Bolsa de aseo y toalla
-Crema solar
-Loción antimosquitos
-Tiritas
-Crema antirrozaduras
-Aspirina
-Aguja e hilo de coser
-Bastón
-Linterna
-Saco de dormir
-Esterilla y almohadilla
-Cámara de fotos
-Documentación y dinero


... desde 1992, hasta el cielo.

Es un invierno distinto, la climatología es muy benigna, y más parece una prematura primavera en la que los ánimos hacen resurgir a nuestros instintos. Quedan aún casi un par de horas para que amanezca y ya estamos en camino, sin saberlo vamos a iniciar una travesía que será recordada año tras año, y que en todo momento estará presidida por mi gran amigo Andrés. En esta primera ocasión cinco inexpertos jóvenes surcan la espléndida rambla de Albuñol, imprimiendo un ritmo hiperactivo que denota su falta de madurez campera. Antes de llegar a los Naranjillos realizamos la primera parada, estamos chorreando, parece mentira que estemos en plena Navidad, pero habrá que aguantar el estival clima mediterráneo adaptándonos a los momentos de la travesía. Acaba de amanecer, los barrancos están con excesiva humedad, el agua rebosa por la vaguada y las zarzas entorpecen la ahora parsimoniosa subida, a partir de aquí habrá que apretar los machos para atravesar las dos vertientes de la sierra de la Contraviesa.

Una estación importante será la que hagamos en el cortijo de los Puñaleros, el calor veraniego nos hace mella, por lo que unos racimos tempranos de uvas, junto a los sabrosísimos higos, harán más llevadera nuestra subida a la arista serreña. Antes de salir, Pepe se esfuerza en recoger unos enrevesados chumbos que una vez pelados degustamos con satisfacción. Es la segunda ascensión, nos hemos reunido once mulhacenistas, será la ocasión en la que más deportistas suban desde Albuñol, y la primera en la que una fémina la realice completa, Ana nos asombra a todos. Es el tramo más monótono, primero subimos con un gran desnivel hasta la Venta del Empalme, y después recorremos siempre por asfalto la tortuosa carretera que nos llevará durante doce kilómetros hasta la primera población de Sierra Nevada, Cádiar. Después de almorzar reiniciamos la ruta para establecer nuestros castigados cuerpos en el bonito pueblo de Bérchules, una vez atravesado el río Guadalfeo y el anejo de Alcútar. Esta noche dormiríamos en un tejado de launa, una gozada.

Ya sí conocemos la cima de nuestra Península, empezamos a creer que somos conocedores de la naturaleza sureña. Esta primera etapa empieza a evolucionar, nuestro querido Cristóbal, gran conocedor de estos parajes, ha abierto de nuevo esos caminos de arrieros que él tanto conoció, haciendo que el paso de la rambla hasta las estribaciones de Sierra Nevada sean más atractivas para el naturalista, además de reducidas en tiempo, algo fundamental si queremos proseguir en posteriores trayectos agotadores. En esta ocasión estamos atravesando la Contraviesa pasando de la Venta del Tarugo al cortijo del Médico, siguiendo hasta el Guadalfeo, para subir a Lobras y terminar la etapa en la peculiar población de Tímar, del cual dicen que es el municipio más pequeño de Andalucía, tan solo tiene treinta habitantes.
Estamos en las puertas de la cuidada iglesia de la localidad.
Es la hora de asearnos, y justo debajo de la plazoleta encontramos un centenario lavadero con un caudal de agua desconocido para nosotros los costeros. Allí nos medio desnudamos y dejamos el polvo del camino, permitiendo que nuestros cuerpos disfruten del frescor y de la higiene tan necesaria para la recuperación y el descanso nocturno. Volvemos a la plazoleta y preguntamos por una tienda o una cantina, el lugareño nos indica que tendremos que esperar, ya que el señor que lleva el pequeño bar tiene que estar al llegar de sus quehaceres agrícolas. La frescura de la fuente nos alivia de forma instantánea, pero la mente sigue puesta sobre la que esperamos sea la cerveza más exquisita del mundo… El labriego aparece, viene acompañado de una vieja yegua y cargado de utensilios no menos viejos y desgastados por el discurrir de los sudorosos y laboriosos años. Nos abre su pequeño establecimiento y sacamos a la plaza el líquido necesario para hidratarnos del caluroso día, pronto se agotan y debemos volver a tocar en su casa para volver a repetir la situación anterior, esta vez seremos algo más generosos.

Ya ha anochecido, decidimos dormir en un cruce de caminos de las afueras del pueblecito. Abrimos nuestros sacos y en pocos minutos las estrellas desaparecen de nuestras mentes, parece ser que el descanso será placentero. De repente me sobresalto levantándome como un resorte, observo en la oscuridad una gran sombra que se acerca a nosotros, al incorporarme sale al galope, sí, sólo era otro nativo del lugar que iniciaba su rutina de trabajo diario cogido a su mulo y que no esperaba mi respuesta protectora. El animal desaparece y el hombre detrás en carrera, miro el reloj y son las cinco de la mañana, ¿qué pueden haber pensado de mí ambos seres? Al poco rato vuelven por el mismo camino, los miro y el señor me dice en voz baja que esta vez no me mueva, yo le hago caso y le pido disculpas. En los próximos años cambiaríamos la zona de pernocta a las puertas del cementerio, un lugar sagrado y seguro en el cual a nadie molestaríamos ni por supuesto seríamos inquietados.
El desayuno nos ha espabilado, nos desentumecemos e iniciamos la ruta hacia Juviles, pasando por el bonito puerto de Tímar, en el que se observa por un lado los tejados típicos alpujarreños y por el otro el discurrir sonoro del río por el valle frondoso. Unas moras de árbol y un refrescón con agua ferruginosa del manantial de Juviles nos llevan hasta esta población. Aquí ya empieza la fragancia añeja al jamón curado.

Desde Juviles hasta Trevélez el sendero discurre por una gran loma que se introduce en pleno parque natural, este año nos acompañan dos nuevos andarines, Antonio y Custodia, los cuales denotan en sus rostros la ilusión del primer camino y el desaliento de los pasos andados. Es una loma desesperante, calurosa y que pareciera no tener fin. En uno de los altos debajo de una de las pocas sombras de la senda, la solitaria y majestuosa encina nos invita a descansar. Como casi siempre vamos todos juntos, experiencias anteriores demostraron que la distancia excesiva entre los montañeros sólo podría acarrearnos problemas, por lo que en todo momento nos vamos acompañando, disfrutado de las anécdotas de unos y otros durante horas. Al llegar a la encina, Custodia nos aconseja que sigamos, que la esperamos más adelante que no se encuentra bien, nosotros nos miramos y sin decirnos nada pensamos, ¿cómo que la dejemos en solitario?, pero, ¡si estamos asombrados de su fortaleza y saber estar con un grupo de trogloditas montañeros!, sólo nos queda decirle que ánimo y que estaremos en todo momento para lo que ella necesite. No nos necesitó en ningún momento más, su grandeza física y psicológica fue suficiente no solo para llegar a Trevélez, sino para convertirse en la primera nativa de nuestro pueblo que coronaría la tan preciada cima peninsular.

Esta vez el descanso nocturno lo realizamos en la ribera del río Trevélez, afluente importante del Guadalfeo que desemboca en las playas de Motril. Acabamos de “zamparnos” unos escalofriantes bocadillos serreños, nos aseamos en las gélidas aguas del río y nos introducimos en los sufridos sacos escarchados por la humedad lindante. Mañana se adherirán al grupo algunos otros compañeros que harán la ruta hasta completarla con nosotros.
El parque nacional de Sierra Nevada nos abre sus puertas al amanecer, antes de volver a machacarnos los pies desayunamos como siempre chocolate con churros, la subida será tortuosa y a veces desmoralizadora, pero este día estamos subiendo un gran grupo, y nosotros, los de siempre, tenemos que aparentar que todo será fácil y llevadero. Salimos del pueblo, varias acequias a rebosar nos sorprenden en el camino, a veces éstas las encauzan por el mismo sendero, ya que el riego a mantas es tradicional en las Alpujarras altas, pero esto no nos importa, ya que sabemos del calor que más adelante sufriremos en el transcurso de la vereda.

Esta será su última subida al Mulhacén, él no lo sabe, pero posiblemente lo intuya. Cristóbal ha sido el montañero albuñolense que con más edad ha subido varias veces a su cima. Sobrepasa los sesenta y cinco años, y se encuentra inmerso en un proceso de leucemia. El ritmo que llevamos es demasiado fuerte, él nos pide que sigamos, que poco a poco él llegará. Decidimos entonces que yo le acompañara mientras el grueso del grupo seguía adelante. Ellos siempre nos tuvieron a la vista, ya que su preocupación hacia nuestro compañero era evidente. En ese momento todo cambió, nuestra charla fue amena, él siempre fue ameno, conversaba de mil y una cosas, sonreía en cada expresión, parecía no cansarse. Se fue echando la tarde encima, pero casi sin darnos cuenta estábamos ascendiendo la fatídica cuesta de las Chorreras de Culo de Perro. Aquí estábamos, en la “Fragüilla”, nombre que él había puesto hacía unos años a la cueva donde una y otra vez acamparíamos en la tradicional ruta.
El atardecer es extraordinario, después de comer y descansar nos damos una vuelta por todas las lagunas del río Culo de Perro, llamadas también Siete Lagunas. Nos vamos Paco, Marcos, mi hijo y yo. Están todas rebosantes, los borreguiles exultantes de flores, la primavera estival de la sierra nos inunda de un color minúsculo que nos hace recrearnos en la fotografía natural.
Encima, el coloso y su acompañante Alcazaba. Los niños vuelven al campamento y nosotros seguimos nuestra visita “lagunil”, aparece la más alta de las lagunas, la Altera, tiene algo de nieve, nos acercamos para observar el discurrir del agua derritiéndose hacia el valle. En una de las ascensiones anteriores, la vista de este espacio fue excepcional, la mitad de la laguna estaba completamente nevada, hecha hielo y en un alarde de riesgo decidí acercarme hasta su borde encima de ella. Cuando todo parecía idílico para ser fotografiado, un crujido espeluznante sobrecogió mi corazón, se estaba resquebrajando justo por detrás de mí, si no me daba prisa caería al agua helada con los pequeños icebergs, que tenían un espesor aproximado de tres o cuatro metros. En dos saltos de terror ascendí en segundos hasta la zona libre de peligro, me senté vi el desprendimiento y recapacité.
Después de la cena acompañada de un buen caldo de la Contraviesa volvemos a la cueva, el balcón estrellado de la misma nos acercará hasta el descanso merecido.

…Queremos hacer la ruta en menos de veinticuatro horas, estamos en Siete Lagunas, salimos de Albuñol a las dos de la madrugada y son las diez de la noche, estamos extenuados, pero tenemos al alcance el objetivo deportivo. Sabemos que en una hora y media se llega desde aquí a la cima, pero ¿seremos capaces de realizarlo antes de que se cumplan las veinticuatro horas? Andrés dice que sí, pero a mí no me salen las cuentas, ¿cómo vamos a llegar en dos horas si no podemos con nuestra alma? Pronto salgo de mi convencimiento cuando me recuerdan los compañeros que el tiempo que tenemos para llegar nos es de dos horas, sino del doble.
Pie sobre pie, paso sobre paso, el frío nocturno nos acompaña y hace que nos despertemos, ya que en más de una ocasión el andar es autónomo y posiblemente en sueño, abrimos los ojos y vemos las botas oscuras del compañero de delante. Estamos en la cima, al fondo, en la costa mediterránea, celebran la noche de San Juan. Nosotros celebramos nuestra victoria, “Desde el Mulhacén al Cielo”.

Quisiera recordar aquí a todos los mulhacenistas de esta gran ruta que salieron de las puertas de la Contraviesa y llegaron a la cúspide peninsular: Ana Manzanares, Andrés Manzano, Antonio Rodríguez, Antonio, Custodia, Diego Romero, Ernesto Martín, José Antonio Camacho, José Antonio, José Morales, José Rodríguez, , Lisardo Domingo, Manuel Galdeano, Matías Salinas, Sergio García, Antonio Manuel, Eduardo y Lisardo Junior.


Travesía 2011
El Mulhacén con el Veleta al fondo
Tres nuevos Mulhacenistas

El más joven
La Fritá de Tímar

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