El río Adra hace de límite natural de la Sierra de la
Contraviesa con la Sierra de Gádor. Junto con el Guadalfeo son los ríos grandes
y caudalosos que surcan este entorno natural. Todas sus aguas provienen de las
dos sierras anteriormente mencionadas y de la sierra donde nace, Sierra Nevada.
Su nacimiento es en la provincia de Granada y su desembocadura en el
Mediterráneo almeriense, en el término municipal de Adra. Sus aguas han sido
utilizadas desde tiempos inmemoriales por todas las culturas, fenicios, romanos
y musulmanes, para el regadío de sus
campos, y también para el abastecimiento de la multitud de molinos que se
construyen a lo largo de todo su cauce.
La longitud de su recorrido desde el nacimiento hasta la desembocadura es de 49 km., aunque por nuestra sierra es algo más reducido comenzando su entrada por la aldea de Darrical, pasando por el pantano de Benínar, las Angosturas del río, Fuentes de Marbella, la Alquería y Puente del Río, para terminar su andadura en el mar.
Desembocadura del río |
La longitud de su recorrido desde el nacimiento hasta la desembocadura es de 49 km., aunque por nuestra sierra es algo más reducido comenzando su entrada por la aldea de Darrical, pasando por el pantano de Benínar, las Angosturas del río, Fuentes de Marbella, la Alquería y Puente del Río, para terminar su andadura en el mar.
Para el conocimiento del curso completo del río vamos a
realizar el recorrido en coche, realizando paradas técnicas ecológico
ambientales que nos acercarán a sus valores naturales excepcionales en un
entorno tan xerófilo en sus alrededores.
Empezamos su recorrido en la desembocadura, bajando por
Puente del Río llegamos, siguiendo los grandes muros del río hasta el mar. Si
vamos con cautela descubriremos la gran variedad de aves acuáticas marinas que
circundan el lugar, en este caso, en pleno invierno un gran grupo de gaviotas
sombrías y patiamarillas observan nuestros pasos con bastante recelo.
Muy cerca del mar |
En el mismo estuario, sobre los murallones, un bandada de
cormoranes extienden sus alas al sol, seguro que la pesca submarina ha sido
exitosa durante esta fría mañana de invierno. Hacemos una pequeña andanza río
arriba, y ya desde el principio la vegetación autóctona de ribera salta a la
vista, sauces, tarajes y cañaveras pueblan ambas márgenes del protagonista de
nuestra historia. Entre esta vegetación descubrimos algunas currucas capirotadas
y cabecinegras saltando de rama en rama sin aparente preocupación por nuestra
presencia.
Volvemos a subirnos en nuestro medio de transporte, nos
dirigimos hacia la población de Adra la Vieja, ahora llamada la Alquería. Este
tramo que hemos cruzado es algo decepcionante ambientalmente, los invernaderos
abarcan prácticamente los alrededores del cauce, siendo muy artificial el
camino que lleva el río por este lugar. Nos aproximamos de nuevo al cauce en
esta aldea, el agua es límpida, corre río abajo con una relajante suavidad, el
sonido de un ruiseñor aproxima nuestra vista hacia un bosquete de tarajes
imposible de penetrar. No es habitual en esta estación detectar este
animalillo, pero debemos recordar que la climatología de esta costa hace que
muchos de estos pajarillos se queden por aquí casi el año entero.
Aguas limpias en el curso bajo del río |
Antes de seguir la ruta observamos una torre vigía que está
justo enfrente del río, posiblemente vio muchas refriegas guerrilleras por
estos contornos, teniendo una función primordial para los avistamientos de
tropas cuando subían por el explanado valle.
A partir de aquí el río es cada vez más silvestre, lo que
hace que su diversidad floral y faunística sea cada vez más variada. La
siguiente parada son las Fuentes de Marbella, de donde el agua surge aumentando
su caudal el río. Penetramos un poco por su margen derecho, observando una gran
cantidad de huellas de mamíferos como zorros y tejones, que seguro en horas
crepusculares y nocturnas recientes habrán escudriñado cada uno de los rincones
de la vaguada buscando una caza de difícil ejecución casi siempre. Es un lugar idóneo para ver las correrías del lince de las aguas semisalobres, es el Fartet (Aphanius iberus), un pececillo autóctono ibérico que antaño superpoblaba este cauce y que ahora se encuentra en extremo peligro de extinción, las causas han sido la pérdida de hábitat, la presión antrópica y la contaminación biológica por especies exóticas en el río.
En este paraje aparecen los primeros álamos blancos con sus hojas en periodo de cambio, el amarillear de las mismas nos recuerdan que todavía pasarán algunos meses hasta que la naturaleza explosione de nuevo para atraer a numerosas avecillas y despertar de su letargo a la mayoría de los reptiles y anfibios, que en este espacio encontrarán una vida opulenta.
En este paraje aparecen los primeros álamos blancos con sus hojas en periodo de cambio, el amarillear de las mismas nos recuerdan que todavía pasarán algunos meses hasta que la naturaleza explosione de nuevo para atraer a numerosas avecillas y despertar de su letargo a la mayoría de los reptiles y anfibios, que en este espacio encontrarán una vida opulenta.
El pantano de Benínar |
De nuevo en camino ascendemos con el vehículo por la sinuosa
carretera que nos llevará a la zona de mayor altitud de la ruta, allí, en una
de las salidas de amplios senderos que aparecen hacia la izquierda, dejamos el
coche y seguimos toda la pista hasta pasar cerca de una colmena, deberemos
tener cuidado y no entretenernos a su paso, aligerando llegamos a los cortados
de las Angosturas del río. Este espacio es muy diferente y único en toda la
cuenca, al asomarnos cerca de los riscos distinguimos abajo el apacible correr
del agua sobre su cauce, chopos y sauces acompañan a las cristalinas aguas, y
enfrente, como queriendo impresionar al observador, una gran mole caliza inunda
todo el paraje. El lugar en el que nos encontramos sería idóneo para el
avistamiento de diversas aves que con toda seguridad abundan por este valle,
aquí, en los cortados, los aviones roqueros son los únicos que nosotros vemos,
pero con paciencia y algo de mimetismo otros seres voladores tornarían la vista
en un fabuloso espectáculo, murciélagos, el águila real, el roquero solitario o
el mismo treparriscos nos podrían acompañar en un casual encuentro.
Volvemos sobre nuestros pasos y ya mucho más cómodos, sobre
cuatro ruedas, nos topamos con el atractivo pantano de Benínar. En él, algunas anátidas
surcan sus aguas, nos harán falta los prismáticos para poder distinguirlas.
Además sobresalen de los tarajes varias fochas comunes, éstas son muy fáciles
de ver durante todo el año, pero también aparecen otras aves que son mucho más
inquietas y escurridizas, son los zampullines chicos y los Somormujos, estos
están poco tiempo en el exterior, ya que su intensa caza bajo el agua los hace
sumergirse continuamente, apareciendo siempre al emerger en un insospechado
lugar.
Meandros en su curso medio alto |
Cuando construyeron este embalse, como casi siempre, hubo un
desastre ecológico importante, no sólo humano, un pueblo entero quedó bajo sus
aguas, sino del resto de la biosfera local. Desapareció Benínar, pero con él
todo el reducto de plantas autóctonas de ribera que no volvieron a resurgir.
Para paliar estos daños se repobló parte de la periferia el pantano con pino
carrasco, que generó otra diversidad de animalillos. Las ardillas, lirones
caretos, urracas y alguna oropéndola han hecho de este entorno un generoso territorio
para el disfrute de la observación natural.
Avanzamos ya cerca del fin de nuestro río, subimos por la
carretera que nos lleva hacia la segunda población que visitaremos, Darrícal. Se
encuentra situado en la misma ribera, la imagen del entorno parece de cuento,
sobresale una pequeña iglesia marronácea que se distingue de sus blanqueadas
casitas relucientes. Es un pueblo dedicado al ocio de pobladores de otras
urbes, los fines de semana bulle con aquellos que quieren disfrutar de una
naturaleza plena y silvestre. Sus alamedas ribereñas, junto con algún encinar
relicto, absorbe nuestra mente y nos deja perplejos.
Darrícal, una aldea de otros tiempos |
A partir de aquí el río asciende hacia Sierra Nevada,
llegará hasta su nacimiento, muy cerca del Cerro San Juan, muy por encima de
los dos mil metros de altitud, pero… no nos toca a nosotros hablar de él,
nuestro río de la Contraviesa pasa a otra sierra, nosotros pasamos a otro
lugar, un lugar que nos mantendrá siempre orgullosos de nuestra tierra, de
nuestros orígenes.
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