Un paseo por cualquiera de las rutas de la naturaleza
ibérica es siempre un placer para los sentidos. En esta ocasión nos vamos a desplazar
al lugar de España donde, si hay suerte, podremos observar a tres de los cuatro
supervivientes en mayor peligro de extinción de nuestro entorno, me refiero al
lince, al lobo y al águila imperial; sólo el esquivo oso pardo saldría fuera de
nuestras posibles observaciones.
El parque natural de la Sierra de Andújar se encuentra en
pleno corazón de Sierra Morena, es una de las zonas de bosque y matorral mediterráneo
mejor conservadas de España, y se encuentra influenciado por dos de los
pequeños afluentes del Guadalquivir, el Jándula y el Yeguas.
Por lo tanto nuestro objetivo es muy claro, debemos
introducirnos en una zona donde la paciencia y el sigilo deben hacer posible un
acercamiento a estos seres que en tantas ocasiones hemos visto en los programas
de protección de la naturaleza, donde su recuperación ha sido cada vez más
efectiva, y ahora tendremos esa oportunidad de ver in situ en un espacio
natural que fue abierto al gran público no hará muchos años.
Introducirnos por cualquiera de los bosques que impregnan
este espacio sería suficiente para poder “tropezar” con estas especies
protegidas, pero como ya dije antes, la naturaleza es imprevisible, y por ello
deberemos buscar las zonas más proclives para dicha observación.
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Canis lupus |
Esta sierra tiene pocos espacios para pasear sin
encontrarnos con el vallado, esto es así porque desde tiempos atrás han tenido
y siguen teniendo ganadería vacuna suelta en sus campos, por lo que las vallas,
además de limitar las propiedades privadas, hacen que estos animales, toros y
vacas, se mantengan en paz sin salir fuera de su territorio. Esto quiere decir
que penetraremos en su sierra a través siempre de senderos señalizados para
ello, sin tener por qué ser nada frustrante ya que nos introducen en lugares
con un valor natural altísimo, donde la biodiversidad nos atrapará con su
máximo encanto.
Para el acercamiento al lobo (Canis lupus signatus), el
lugar más adecuado es el situado en la carretera que va desde Andújar a
Puertollano, A-6178, dejando a un lado el Cerro del Cabezo, donde se encuentra
la famosa Virgen de la Cabeza, y donde se realiza todos los años la romería más
antigua de España. Es una carretera muy sinuosa y estrecha, pero muy atractiva,
ya que atraviesa toda la zona silvestre del Parque de sur a norte. Aproximadamente
a unos 51 km, nos encontramos señalizado el sendero llamado del Junquillo, que
tiene una longitud de 5’8 km lineal, y donde podremos observar al afamado lobo
si la diosa naturaleza nos lo permite.
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Lynx pardinus |
Nuestra ruta la vamos a realizar en pleno otoño, elegimos la
llamada de Los Escoriales, ya que tenemos más posibilidades de encontrar a las
otras dos especies, el lince (Lynx pardinus) y el águila imperial (Aquila
adalberti). Siguiendo la misma carretera anterior pero a una distancia de 15 km
desde Andújar, a unos cien metros pasado el restaurante Los Pinos, encontramos
un desvío a la derecha. Es un camino asfaltado donde los cortijos están a lado
y lado del mismo, por lo que la precaución debe ser extrema por su estrechez. A
9’4 km del desvío aparece la cortijada de Los Escoriales, aquí dejamos el
vehículo y empezamos la ruta, durante los dos primeros kilómetros tendremos
varios rellanos para dejar el coche, ya que es la zona menos vistosa y la que
podremos evitar. Otra opción es llegar motorizados hasta el final del recorrido,
que se encuentra a 8 km desde el cortijo, pero las posibilidades de observación
se reducirían por el ruido ocasionado.
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Aquila adalberti |
El primer trayecto es una gran dehesa de encinas en la que
pastan gran cantidad de toros bravos que ni se inmutan al paso de los transeúntes,
deben estar acostumbrados y su única misión es no dejar “hierba con cabeza” a cualquier
hora del día. En esta primera finca nos sorprenderán los abrevaderos esculpidos
en granito dispersos por todo el entorno, algo que no nos debería extrañar, ya
que la mayoría del suelo del lugar se compone de esta mezcla de minerales
graníticos.
Cargados con nuestros recursos ópticos vamos recorriendo el
sendero, pronto debajo de varias encinas surgen de la nada los primeros
ciervos, son dos hembras hermosísimas que nos miran dejando el pasto a un lado
y se dejan fotografiar. Al movernos nosotros ellas de dos saltos desaparecen
entre los matorrales. El camino es muy llevadero, sin desniveles, y la temperatura
a estas horas tempranas es fresca pero agradable.
Las aves están ya muy activas, las urracas pasan formando
estruendo, las pequeñas currucas saltan de un lentisco a otro, buscan sus
diminutos frutos para conseguir la energía que sus nervios necesitarán a lo
largo del día.
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Abrevaderos de granito |
Después de una hora de camino llegamos al lugar observatorio
más idóneo del sendero, se encuentra entre varios pequeños valles, rodeado de
encinas, coscojas y diversos arbustos como madroños, lentiscos, cornicabras,
jaras y lavandas. Es un lugar único para la visión, estamos nerviosos, nunca
antes habíamos observado a ninguno de estos ejemplares que esperamos ver, a
nuestro alrededor se encuentran varios grupos de naturalistas que pretenden lo
mismo que nosotros, esperamos tener suerte.
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Cervus elaphus |
Una vez elegido el sitio, instalamos el telescopio, los
taburetes y los prismáticos, aguzamos la vista y empezamos a escudriñar. Hay un
pequeño revuelo entre nuestros acompañantes, un grupo de gigantescas aves se
acercan por el norte, son buitres leonados que planean después de haber
ascendido en una corriente de aire llamada térmica, nos sobrevuelan y siguen hacia
el Cerro del Cabezo, por cierto, desde aquí es una atalaya impresionante la
morada de la Virgen de la Cabeza.
Hasta ahora el otoño en esta zona ha sido muy seco, hace una
semana empezó a llover, por lo que la Berrea cervuna se ha retrasado, y eso se
nota, por los valles suenan a lo lejos bramando los gigantescos machos.
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Aegypius monachus (Buitre Negro) |
Pasan las horas y seguimos teniendo las mismas visiones,
algún que otro ciervo, perdices cantando y cruzando el valle, y los rabilargos
o mohínos en bandadas pasando de un bosquete a otro en busca de grandes
insectos pululantes. Patricia, mi mujer, se queda en este observatorio, yo
decido dar una vuelta no muy lejos y me voy con la cámara y los prismáticos. Bajando el sendero descubro a lo lejos debajo de unos
grandes riscos un macho de ciervo muerto y en perfecto estado de conservación,
puede ser un reclamo para las grandes aves carroñeras, por lo que me quedo un
buen rato observando. Mientras tanto, detrás de mí un pequeño petirrojo se
encarga de los maduros frutos del solitario madroño, menos mal que la natura
siempre nos da algo para aprender de ella. Allí no se acerca nadie, me vuelvo
hacia el primer observatorio y al llegar a él dos parejas de buitres negros planean
sobre nuestras cabezas, pienso que estarán viendo al ciervo cadáver y espero su
respuesta. Mi gozo en un pozo, después de recrearse en nosotros siguen hacia el
sur sin descubrir, o más bien sin atreverse a acercarse a dicho ejemplar. No
pasa mucho rato cuando uno de los naturalistas nos llama la atención, ha
descubierto en el cielo un grupo de aves, son varios leonados y por fin el
águila imperial, revolotean en las alturas juntas, su alargada cola y su menor
tamaño la diferencian del grupo de buitres que parecen jugar con ella. Será el
único ejemplar que veamos, pero para nosotros el más importante, ya que su
observación había sido por primera vez en nuestros recorridos por la naturaleza.
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Hábitat del lince |
Nos estamos acercando al mediodía, el gato clavo no aparece
por ningún sitio, a estas horas ya será difícil que merodee por el lugar, así
que decidimos seguir el camino hasta el poblado fantasma de La Lancha, construido
en los años 20 para la construcción de la presa del Jándula, y donde hubo viviendo
unas tres mil personas, con puesto de la Guardia Civil, escuela e iglesia.
Bajamos al pantano para almorzar allí, según algunas observaciones recientes,
se habían visto por la zona meloncillos y en el río nutrias, pero nosotros no
tenemos suerte, sí observamos en las orillas un grupo de unos cincuenta
cormoranes grandes, y gran cantidad de garzas reales, esto significa que debe
haber gran cantidad y variedad de peces en el embalse. En una de las orillas
varias hembras de cabra montés con sus crías sestean sobre las piedras bajo un
eucalipto. Después de comer nos vamos a nuestro observatorio de inicio.
Ahora nos encontramos solos, es el momento de más disfrute del día, los sonidos se
incrementan, quizás por la soledad, la berrea cada vez es más fuerte, más
cercana. Estamos a punto de filmar con nuestro telescopio una tarde de “National”
o “Félix”. Lo que a continuación voy a narrar ocurre en un espacio de tiempo de
unas tres horas, lo vivimos en un estado de gozo increíble, ya que nunca
habíamos estado en un espacio natural en la época de la brama del ciervo, así
que se puede entender nuestra algarabía.
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Embalse del río Jándula |
Un sonido estruendoso rompe el silencio del valle, varios
machos resuenan casi simultáneamente en diferentes puntos del bosque. Entre el
diverso matorral aparecen de vez en cuando ciervas acompañadas por sus cervunos
de un año de edad. Algún pequeño macho de no más de dos años merodea por la
zona. Un sonido seco y grave hace dirigir los prismáticos hacia el lugar, un fabuloso macho de seis años irrumpe
en la pequeña explanada bramando sin parar. La imagen es abrumadora, estira su
potente cuello y vuelve a la carga, el ruido retumba ensordecedor, otro macho
intenta entrar en el juego pero nuestro “rey” arremete contra él y en unos
segundos desaparece de la escena para, a lo lejos, seguir berreando impotente.
Cada vez surgen más hembras en la explanada, el “rey” las
atrae con sus bramidos, algún otro macho intenta pasar sus límites, pero él de
nuevo con sus majestuosas astas lo persigue para alejarlo de su harén. Andando
sigilosamente se acerca a alguna de las hembras, la agasaja con sus mimos
rozándole el dorso, y se va hacia otra de ellas. Los cervatillos observan,
algunos de ellos en pocos años serán similares al “rey”, deben aprender, y ¿qué
mejor maestro que su propio padre?
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Joven ejemplar de ciervo macho |
Ya estamos inmersos en el crepúsculo, el lince debería haber
puesto sus puntiagudas orejas al servicio de nuestras ópticas, parece que hoy
no será así. Sin embargo es extraño, ya que en otoño, los jóvenes aprovechan para
dispersarse por lo que será su territorio dentro del bosque mediterráneo, por
lo que suelen verse estos ejemplares dispersos por entre los matorrales de
lentiscos o jaras.
Una última ráfaga observatoria nos lleva a descubrir un gran
macho de muflón que atraviesa el harén de ciervas, y con sus blancos y negros colores
sobre su lomo desaparece en la espesura boscosa. Un pequeño conejo pasa de un
arbusto a otro, lo seguimos esperando la visita del gran gato, pero seguimos
esperando, puede oscurecer así que nos vamos y dejamos nuestra primera huella
en el lugar, la naturaleza es sabia, el hecho de no habernos permitido observar
a esta maravillosa joya, hará que volvamos hasta que por fin nuestros ojos
dejen de parpadear por la gran visión de un fabuloso lince sesteando en una templada
granítica piedra del bosque.
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